Con su venia, señor presidente, voy a explicar brevemente de qué tratan esos acuerdos, que suelen votarse aquí alegremente como si el simple hecho de ser internacionales ya los hiciera maravillosos. Se trata de acuerdos sobre inversiones entre Colombia y otros países. Realmente, un tratado de libre comercio, señor presidente, es una especie de cubierta grande para el capítulo de inversiones, y como es bien sabido, la clave del libre comercio está en el capítulo de inversiones. Exportaciones, comercio, en fin, esos apartes son sin duda interesantes y revisten su importancia, pero la clave son los capítulos de inversiones. Los acuerdos bilaterales de inversiones lo que hacen es reforzar la lógica del libre comercio.
En qué consisten y por qué a mi juicio son tan negativos. Porque son acuerdos que permiten que inversionistas extranjeros puedan invertir en Colombia, cosa que per se no es negativa, pero que le impiden al gobierno nacional controlarlos, ni siquiera mínimamente, porque hay que ofrecerles un enorme privilegio que en la jerga diplomática se llama el trato nacional. Qué quiere decir el trato nacional: que a esos inversionistas hay que tratarlos como si fueran personas nacidas en Colombia, es decir, no puede imponérseles ningún trato discriminatorio. Lo ilustro de esta manera: antaño se obligaba al inversionista extranjero a asociarse con Ecopetrol en una explotación de petróleo, o asociarse con Carbocol, en su momento, para la explotación del carbón de La Guajira, o imponerle a la Renault tener que integrar al ensamblaje partes hechas en Colombia. Ya no se podrá hacer si se aprueban estos acuerdos de inversiones y estos tratados de libre comercio.
Luego al final lo que sucede es que se eliminan en general los llamados requisitos de desempeño, una práctica de desarrollo útil durante siglos en las relaciones internacionales y que el libre comercio está eliminando en detrimento del interés nacional, porque al final lo que termina sucediendo es que al inversionista se le entrega de manera gratuita el mercado interno. Es decir, ellos pueden venir a Colombia a usarla como plataforma de exportaciones o a tomarse el mercado interno sin que sea posible exigirles ni la menor de las contraprestaciones, ni siquiera la más elemental, y mucho menos imponerles un gravamen especial, como ha sucedido en años anteriores. En Colombia existió durante mucho tiempo el llamado impuesto de remesas y la ley le decía al capital extranjero: si usted saca sus ganancias de Colombia, está obligado a pagar un impuesto especial. Era una manera de intentar que el inversionista reinvirtiera sus utilidades y en ese sentido contribuyera al progreso de Colombia. La ley también establecía: estas ramas particulares de la economía no están abiertas al capital extranjero, estas sí. Eran una serie de prácticas elementales.
Es que si un país entrega su territorio, sus recursos naturales, sus fuerzas armadas, sus trabajadores, su inteligencia, su aparato educativo a los inversionistas extranjeros, entrega todo lo que significa la protección de la economía. Lo menos es que se pueda negociar con él algún tipo de requisito de desempeño que en algo compense lo que ese inversionista extranjero va a venir a sacar de Colombia. Pero tampoco va a ser posible ahora. De eso se tratan estos acuerdos de protección de inversiones, que se presentan además con toda irresponsabilidad, porque el gobierno ni explica de qué se trata, sino que nos los presenta como si fuera una maravilla que no valiera la pena discutir y ni siquiera contarles a quienes van a aprobarlos de qué se trata.
Desde ya entonces anuncio mi voto en contra de esos proyectos, no porque no deba haber relaciones internacionales. No. Lo que no puede haber es relaciones internacionales donde la soberanía nacional, donde el interés nacional, donde prácticas comerciales y económicas normales y tradicionales no sean de aplicación. Cómo es posible que estos tratados tampoco nos permitan controlar los flujos de capitales, incluidos los flujos de capitales golondrina que tanto daño les hacen a países como el nuestro, tanto cuando entran como cuando salen, produciendo revaluaciones como las que hoy estamos padeciendo o devaluaciones abruptas como es seguro que el día de mañana vamos a sufrir.
Entiendo que mencionar esto en un Senado de una composición como la que tenemos es un poco como arar en el desierto, pero que quede por lo menos como constancia para la historia y se registre que hubo algunas voces que explicaron de qué se trataban estos acuerdos y cómo con este tipo de lógicas neoliberales, de libre comercio, del Consenso de Washington, de las imposiciones del Fondo Monetario Internacional, los gobiernos siguen literalmente destruyendo la economía del país.
Ya estamos llegando al punto, señor presidente, en que son más los dólares que salen que los que entran por inversión extranjera, más lo que sale por intereses y por utilidades que lo que está entrando. Luego es una falacia que es la inversión extranjera la que va a desarrollar al país. Los hechos lo que muestran es que la nación colombiana se está convirtiendo en una exportadora neta de capitales antes que en una nación que esté recibiendo capital extranjero para beneficiar el desarrollo del país. Como decía un industrial que conozco, un empresario importante, cada uno de estos negocios consiste en instalar una especie de dolarducto, un tubo por donde se van los dólares de la riqueza nacional conectando a Colombia con el exterior y sometiendo al país a condiciones de pobreza como las que estamos padeciendo. Es este tipo de tratados y este tipo de prácticas los que en muy buena medida explican por qué en Colombia tenemos el desastre económico y social que cada día se ahonda más.
Para ver el video de la intervención utilice el siguiente vínculo: http://www.youtube.com/watch?v=PdNM…
Transcripción de la intervención del senador Jorge Enrique Robledo sobre los acuerdos de inversión extranjera, plenaria del Senado, 29 de septiembre de 2010.
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