Las piernas bien firmes sobre el suelo,

la cabeza erguida, digna,

la mente fría y el corazón ardiente”

Bety Cariño


Nuevamente la sangre se derrama en nuestros territorios. Hoy registramos con dolor el asesinato de la guardia indígena Patricia Noscué y de la comunera Luz Edith Taquinaz, que murieron en medio de los combates realizados entre el ejército y la guerrilla en el resguardo de Tacueyo. Este hecho desgraciadamente ya se veía venir. El sonido de las balas cruzando los campos y las hélices de los helicópteros atravesando el aire son la constante que somete al norte del Cauca. La presencia militar cada vez más creciente ha convertido nuestros territorios en el escenario de ocupación perfecto que acaba con la vida de quienes estorban a las estrategias de terror de todos los grupos armados.

No podemos callarnos ni quedarnos solos. No podemos permitir que nuestros compañeros y compañeras se conviertan en los próximos mártires de nuestras luchas solitarias. Es urgente despertar las conciencias y construir una nueva vida entre todos los pueblos. No podemos ser presas fáciles de las estrategias excluyentes de los invasores y acaparadores, sacrificando la vida al luchar desarticuladamente. La tierra, los recursos y toda la vida son de los pueblos, ya no podemos vivir en un sistema en el que todavía existen los dueños, los cercos, los verdugos uniformados. Los gobiernos de nuestros países irrespetan a sus pueblos, no son soberanos porque están subordinados a las decisiones de las transnacionales. Los nuevos colonizadores que siguen desplazando, señalando, masacrando a nuestros mineros, corteros, campesinos, líderes y a todas las personas humildes, dignas y concientes que quieren vivir, comer, trabajar. Que saben que la vida plena y en armonía no tiene nada que ver con exprimirle los minerales a la tierra para acumular billetes.

La apertura de la actividad de la minería a gran escala que arrasa con los recursos naturales en nuestros territorios, corresponde al modelo canadiense que impone códigos mineros que se adaptan a las constituciones de cada país donde ya se han firmado los TLC y en los cuales se ha reforzado la militarización sin consultar a los pueblos.

Mientras estas transnacionales avanzan con fuerza en los procesos de explotación, exclusión y exterminio, los gobiernos de Colombia y Perú se esfuerzan por acelerar el acuerdo del TLC con Europa que terminará por legitimar el despojo y el sometimiento.

En cuanto a Colombia, es tan aberrante el caso de las violaciones a los derechos humanos que han sido la razón para que se cuestione desde el Parlamento Europeo y a que se condicione la firma de este tratado.

Asimismo, los mineros artesanales en Perú fueron reprimidos por las fuerzas oficiales del gobierno de Alan García, cuando salieron a protestar pacíficamente. En Ecuador, continúa la invasión a la selva de Sarayacu por parte de las petroleras para continuar con la explotación. Además, las comunidades están luchando para que no se apruebe la privatización del agua. Entonces, si todos estos atropellos suceden en nuestros países, sin todavía haberse firmado los TLC, ¿qué podemos esperar cuando esto suceda?

Sabemos lo que ocurrirá porque es lo mismo que ya está ocurriendo en nuestros territorios: amenazas, asesinatos y silenciamientos. Por el hecho de protestar, de denunciar, de querer vivir en armonía, es razón para que nos amenacen y nos señalen como antisociales indigenistas. De esta manera se inició la persecución a Bety Cariño, asesinada el pasado martes 27 de abril, quien cinco meses antes realizó una protesta frente a la embajada de Canadá por los atropellos a la comunidad y el territorio de Oaxaca, México cometidos por una transnacional minera. Nos duele el cobarde asesinato de esta compañera. Nos duele y nos hace recordar la dolorosa muerte de Salvador Allende, quien advirtió la magnitud de la invasión y expropiación que significaba la entrada de las multinacionales al continente y el principio del neoliberalismo. Asimismo, Bety hizo un llamado a todos los pueblos para que nos articulemos y no luchemos solos.

En medio del dolor también se puede ver la dignidad y la resistencia de los pueblos que se niegan a negociar con la vida. Por eso ya empezamos a construir el plan de vida de todos los pueblos. Es hermoso ver que Bolivia, un país que ha derramado tanta sangre, que ha sido explotado y excluido por el poder neoliberal, hoy nos da el ejemplo claro de decirle no a los saqueadores, a los ladrones, a los que quieren ordeñar a la madre tierra hasta dejarla sin vida.

De igual forma, en diferentes sectores de nuestro país se construyen alternativas para solucionar los problemas que se viven en las comunidades afro, campesinas, indígenas y urbanas. La falta de oportunidades para trabajar, la indigencia, el desplazamiento forzado, la militarización, la desintegración social y cultural de los pueblos, la exploración del territorio para robar los recursos naturales, son problemáticas que nos conciernen a todos.

Por eso entre los pueblos tenemos que comenzar a construir las propuestas de cambio que necesitamos. Más aún en esta coyuntura electoral en la cual quienes por décadas nos han saqueado ahora nos prometen el cambio y la justicia social que necesitamos. Sabemos que ninguno de ellos nos representa porque todos buscan su cuota burocrática para entregarle el país al capital transnacional de sus amigos y continuar con la extracción de nuestros recursos naturales.

Es el momento de despertar. Seguir el ejemplo de Bety y su mensaje de resistencia. Continuar el camino de paz en el que cayeron Patricia y Luz Edith para que sus vidas alumbren por siempre. Hacerlo por los millones de Colombianos que sólo esperan una oportunidad para vivir en armonía en sus territorios con la esperanza de sentir que en este país al menos se puede tener derecho a la vida.