El pueblo colombiano se acostumbró a vivir en medio de una guerra que no le pertenece pero que se hace a nombre suyo. Las guerrillas dicen que son el ejército del pueblo. Cuál pueblo? Ese que asesinan sin compasión cuando lo acusan de ser colaborador del ejército o del que reclutan sus niños con promesas de una vida justa? Igualmente, el ejército de la “seguridad democrática” aquel que se autodenomina héroe, invade nuestros territorios acusándonos de guerrilleros para abrir el camino que el capital transnacional necesita para exterminar la vida.

Los macro proyectos que el gobierno disfraza como oportunidades para mejorar la problemática social de los colombianos en realidad lo que causan es vulneración de derechos fundamentales y desplazamiento de miles de familias campesinas e indígenas que van a aumentar a las ciudades las elevadas cifras de desempleo y en donde nuevamente se enfrentan al olvido y a la represión.

El primero de mayo pasado, durante la marcha de conmemoración del día internacional del trabajo en la ciudad de Cali,  el escuadrón móvil antidisturbios ESMAD intentó en varias oportunidades desarticular de manera violenta la marcha durante el recorrido desde el Parque Obrero hasta la Plazoleta de las Banderas, este hecho dejó como resultado decenas de heridos.

En la misma semana, en los resguardos indígenas de Tacueyó, Jambalo y Huellas en el norte del Cauca, se produjeron combates entre el ejército y las FARC. El resultado, como tristemente se volvió costumbre en este territorio, fue desplazamiento, muerte, desarraigo y dolor. Gente humilde cuya única arma es una pala que utiliza para sembrar el alimento de su familia, nuevamente es quien paga el precio de la codicia y la estupidez.

Mientras la comunidad no se recupera de estos hechos dolorosos, en Caldono se presenta la muerte de un niño de 3 años por culpa de un ataque de la guerrilla a un puesto de policía. La guerrilla, en su afán de hacer presencia en un territorio que nunca ha sido suyo, asesina al pueblo que dice representar, y la fuerza pública, que afirma tener controlada a la insurgencia, se escuda en medio de la población civil para que quienes caigan en el fuego cruzado sean los civiles indefensos.

Otros hechos que dolorosamente nos acostumbramos a recibir en nuestro pueblo son las constantes amenazas a líderes de diferentes organizaciones de Suarez, Cauca. Según los mensajes expresados se alcanza a entender que detrás de todo esto están las multinacionales interesadas en el territorio para explotar a gran escala los minerales que se encuentran en las entrañas de nuestra Madre Tierra. Los gobiernos de turno con proyectos de ley a favor de los intereses capitalistas han dado paso libre para que las empresas hagan uso de las minas como si fueran bienes privados, dejando a la población en la pobreza, a las familias huérfanas y a los recursos naturales exterminados.

Las comunidades indígenas y los pueblos marginados rechazamos todo tipo de actos en contra de la vida y pensamos que la sangre que han derramado nuestros hermanos no es en vano. Es el principio para ir forjando nuevas ideas para construir propuestas de cambio en donde todos tengamos los mismos derechos, en donde se aspire la tranquilidad de los campos y con la fuerza espiritual de nuestros ancestros vivamos en armonía con nuestra madre tierra.

Por eso los pueblos indígenas proponemos la construcción de una agenda de los pueblos. Una agenda que rechace los tratados de libre comercio, la seguridad democrática, el incumplimiento de los acuerdos y las leyes de terror que despojan a la gente de sus derechos y sus recursos. No podemos ser espectadores ante el avance de la muerte y de la guerra en nuestras casas, es nuestro deber desacostumbrarnos del sonido de las balas y de los gritos de dolor de los nadies. Tenemos que dejar de aceptar como normal el clamor silenciado de las víctimas para sumarnos a la voz de cada pueblo que lucha por una vida digna. Debemos acostumbrarnos a que es posible imaginar un mejor mañana para todos, y a que ese mañana hay que construirlo desde cada ranchito, cada vereda, cada barrio, cada pueblo marginado. Desde cada rincón olvidado que conserve la esperanza de alcanzar su dignidad y su libertad. Es un camino que hay que trazar juntos, pero debemos comenzar ahora.