Cada cuatro años, durante cinco semanas, crece la pasión por el futbol. Cerca  de cuatro mil millones de personas siguen con ilusión el desarrollo de  este encuentro deportivo que desafortunadamente es utilizado para invisibilizar las realidades de cada país.  En el caso de Colombia, bajo el encanto de los goles se esconden las masacres de Antioquia, el recorte mediante decreto de las garantías de los miembros de organizaciones sociales,  la falta de reparación administrativa a las víctimas del paramilitarismo y el impulso del nefasto TLC con los Estados Unidos, sólo por mencionar algunos hechos.

 

Bajo el seguimiento mediático a un balón se mueve  todo un negocio trasnacional que crea un espectáculo  a favor del capital. Irónicamente, en esta ocasión el escenario para este espectáculo es Sudáfrica,  una de las  diez naciones del mundo con mayor desigualdad interna, que cuenta con alarmantes cifras de desempleo y en donde uno de cada cinco adultos está infectado con VIH.

Para eso buscaba el actual gobierno colombiano ser  la sede de un próximo mundial, para ocultar la miseria a la que tiene sometido a su pueblo en nombre de la codicia. Para seguir negando las realidades de millones de desempleados, de desplazados, de víctimas que permanecen en el anonimato gracias al sistemático poder de la propaganda. Para hacerle creer al mundo que en Colombia vivimos bien gracias a las políticas de seguridad democrática y de confianza inversionista cuando lo que han logrado estas políticas es legitimar aún más el descarado robo a mano armada que se está haciendo en todo el territorio nacional.

El fútbol sin duda alguna es una forma de integración que ha estado presente en nuestras culturas durante siglos. Desde los niños en el campo jugando con pelotas hechas de bolsas plásticas hasta los juegos sobre canchas improvisadas que se hacen en los barrios de las ciudades.  Ojala que el fútbol y todos los deportes se conviertan en verdaderas oportunidades de encuentro para todos. Que no sólo sea el espectáculo que nos venden para negar y olvidar la realidad. Que se convierta en un camino para que los jóvenes tengan otras opciones diferentes al empleo de la guerra  o al rebusque en la informalidad.

Ahora, mientras  España celebra con alegría su triunfo, desaparecen de los medios de comunicación las imágenes de exóticos safaris, de paisajes exuberantes, de poblaciones tranquilas y folclóricas. Vuelve la población sudafricana a su realidad, al olvido del mundo, a la segregación y discriminación producto del Apartheid.

Volvemos también nosotros a los espectáculos de turno, a las  nuevas estrategias que utilizarán para tenernos enceguecidos  mientras  nos despojan y  asesinan en nombre de la democracia. Pero regresamos también a continuar resistiendo las mentiras del modelo que nos oprime. Continuamos con el compromiso de seguir despertando las conciencias del pueblo que merece conocer su realidad para que entienda que es importante disfrutar la alegría del fútbol pero sin olvidar que cada día con mayor intensidad avanza un proyecto de muerte que es necesario y urgente detener.

 

[ Autor: Tejido de Comunicación ACIN]