El estudiantado universitario de Puerto Rico acaba de obtener una victoria contundente contra los gobernantes de la colonia norteamericana que pretendían someter a la Universidad nacional de ese país a políticas neoliberales de recortes, producto de la crisis interna que experimenta la economía de EEUU. El triunfo estudiantil también tiene que verse en el contexto de las luchas por la independencia del pueblo borinquen. Desde fines del siglo XIX, Puerto Rico es una colonia de Washington que la ha sometido a la represión y militarización.
Sin este antecedente de lucha anticolonial no puede entenderse a cabalidad la trascendencia política y cultural de la victoria obtenida por el estudiantado de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en la huelga de dos meses que acaba de concluir en defensa del derecho de los jóvenes a la educación pública. Los estudiantes conquistaron el apoyo de grandes sectores del pueblo castigados por las medidas neoliberales del gobernador anexionista Luis Fortuño. Los estudiantes consiguieron casi todo lo que exigía su pliego petitorio. En la primera asamblea nacional celebrada en la historia de la UPR, con la asistencia de representantes de los 11 centros regionales confirmaron los acuerdos a que llegó el Comité Nacional Negociador con la directiva de la casa de estudios.
Adicionalmente, la asamblea se pronunció por un voto preventivo en favor de decretar una nueva huelga general en caso de que se intente aumentar las matrículas que pagan los estudiantes. “El estudiantado se opone a que se aumenten los costos de estudio, sobre todo a la imposición de una cuota en enero de 2011… y dejamos claro que haremos todo lo necesario para detener esa cuota”. Según Angel Guerra, del periódico La Jornada, “la huelga estudiantil de Puerto Rico se distingue por la vibrante y la militancia creativa de sus protagonistas. Para la mayoría de los estudiantes ésta era su primera experiencia de participación política. El movimiento también se distinguió por su radicalismo democrático, ejemplo para las nuevas generaciones de América Latina, en especial en estos tiempos en que el sistema dominante intenta –y logra con frecuencia– enajenar a los jóvenes con el consumismo y alejarlos de la actividad política”.
En las luchas sociales y políticas de Puerto Rico, debido a su condición colonial, se manifiesta con particular énfasis –explícita o implícitamente– la resistencia frontal contra la dominación de Washington. Ello favorece la vinculación de las reivindicaciones nacionales con las sociales, el impulso de unas por otras, un ingrediente indispensable en las luchas de liberación de los países dependientes. Así, los estudiantes de la UPR –y los docentes que se les han sumado en número creciente– están luchando contra una directiva de la entidad calificadora de universidades de EEUU que urge a reducir drásticamente la contribución a la universidad del presupuesto del llamado Estado Libre Asociado.
A la vez, el movimiento estudiantil se enfrenta a una camarilla neoliberal entronizada en la administración universitaria que, a tono con las directivas imperiales, ha endeudado alegremente al alto centro docente mientras intenta descargar los costos sobre los estudiantes. El objetivo es privatizar la UPR, liquidando así un centro de educación pública que ha llegado a ser crucial en el fomento del pensamiento crítico, el desarrollo del arte y la investigación científica y, en suma, la preservación de la identidad y la conciencia nacionales de Puerto Rico.
Uno de los voceros estudiantiles dijo una frase lapidaria a propósito de la victoria lograda con la huelga: “Este movimiento no se queda aquí, continúa”. Los pueblos del continente latinoamericano han demostrado que la lucha por la universidad autónoma, nacional y pública es la lucha por un país independiente y un pueblo soberano.
Mejor ejemplo de esa realidad es el caso de la Universidad de Panamá. En esta casa de estudios superiores se formaron los jóvenes y los intelectuales que hicieron realidad la evacuación de las tropas de ocupación norteamericana de la Zona del Canal. La sociedad moderna se basa en la transformación de lo tradicional, en la constante lucha por el progreso. El progreso y el desarrollo requieren de condiciones que sólo el trabajo y la educación pueden ofrecer. El trabajo produce hombres y mujeres pensantes, pendientes de sus verdaderos intereses para lo cual se organizan. La educación moldea a las nuevas generaciones que son capaces de concebir ese mundo nuevo a la cual tiene derecho la humanidad. Las ideas de la juventud, basadas en la realidad concreta y en el legado de muchas generaciones, contagian a la nación que proyecta sus aspiraciones hacia el futuro.
La isla borinquen con una juventud progresista y trabajadora le está dando señales claras al mundo que pronto se sacudirá las cadenas coloniales.
– Marco A. Gandásegui, hijo es Profesor de la Univerisdad de Panamá e investigador asociado del CELA – http://marcoagandasegui10.blogspot.com (2010)
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