Indígenas, campesinas, negras y urbanas presentes en el IV FSA intercambian sobre sus realidades y sobre la formación, como eje fundamental de la participación política en ámbitos “glocales”. “Es bueno salir de un país a otro y de una provincia a otra, cuando se tiene algo por compartir. Cuando se tiene algo en la cabeza para incidir políticamente”, expresó Eloisa Tarquisa, dirigenta del movimiento indígena Ecuatoriano.

 

Tal vez haciendo referencia a algunas personas que se toman el liderazgo internacional a nombre de los movimientos y muchas veces no conocen de cerca la dinámica organizativa. Obviamente, para tener una conciencia y una coherencia política en el discurso y en la práctica, es necesario iniciar con una formación desde las bases.

Conciencia que se adquiere desde la práctica comunitaria, participando en todos los espacios de discusión y encuentro de la organización. Esa es la mejor manera de formarse políticamente, y a la par, ir adquiriendo conocimientos externos que permitan fortalecer los procesos comunitarios, desde una lectura “glocal” de las realidades. Entender la realidad, interpretarla desde las identidades y actuar estratégicamente para la defensa de la vida, son pasos claves para el trabajo organizativo. “Tenemos espacios de formación desde nuestras comunidades, porque para lograr transformaciones es necesario formarse e informarse”, recalcó una indígena Maya de Guatemala.

“En Colombia tenemos el Consejo Nacional de Mujeres conformado por 10 compañeras indígenas de las regiones. Hace unos años nos organizamos en este espacio y de cada macroregional seleccionamos una mujer joven y una mayora”, explica Mildred Montero, representante del área Mujer y Familia de la Organización Nacional Indígena de Colombia -ONIC-. Consejo que se estableció con el objetivo de verificar y visibilizar la realidad de las mujeres indígenas en el marco del conflicto que atraviesa el país, donde unas de las más afectadas son las mujeres que habitan los campos.

La militarización es una de las causas del desplazamiento de las mujeres: tanto paramilitares como guerrilleros y miembros de la fuerza pública, abusan, explotan y violentan a las mujeres. “Siempre que en un territorio llegan los paramilitares a cometer atrocidades, luego llega la fuerza pública supuestamente para defendernos, pero ambos actores violan nuestros derechos. Cuando logran nuestro desplazamiento llegan las transnacionales a explotar los recursos”, indicó una indígena Kankuama de la Sierra Nevada de Santa Martha.

Contextos y realidades difíciles en los que tienen que resistir una agresión de lado y lado, donde todos los actores armados irrespetan su territorio. Por eso es tan importante formarse y adquirir un liderazgo que permita denunciar oportunamente los atropellos, “pero no quedarse en la queja y en el reclamo, sino construir alternativas de vida conjuntas que permitan la transformación desde el pensamiento”, reafirmó Soledad Bermúdez, mujer joven afrocaribeña, en representación de la Asociación Santa Rita para la Educación y la Promoción de Cartagena de Indias.

“No se trata de pertenecer a un movimiento de mujeres, sino tener que decir algo desde donde estamos”, fue la conclusión que resultó de la discusión sobre la participación de las mujeres populares.

 

Fuente: IV Foro Social Américas ] [ Autor: Vilma Almendra del Tejido de Comunicación ACIN/Minga Informativa de Movimientos Sociales]