El género agropecuario de mayor valor en el mundo es la leche, supera a cualquier cereal y está presente en los cinco continentes; en Oceanía se originan grandes exportaciones por Australia y Nueva Zelanda; en Asía está el país que más produce, India; en América se produce desde Alaska hasta la Tierra del Fuego; en África se incluyen los caprinos que aportan una porcentaje importante, y, en la Unión Europea, el acopio anual suma 150 millones de toneladas.

El 10% de la población mundial vive en granjas donde se produce leche, y, pese a la existencia de 900 millones de hambrientos, en el mercado mundial hay superproducción. En las naciones del Norte porque la demanda ya está saturada, al consumirse más de 350 kilos por habitante al año, y en las del Sur, aunque se ingieren en promedio sólo 100 kilos anuales, no hay ingresos suficientes para más. Los principales exportadores deben colocar 40 millones de toneladas sobrantes, cerca del 7% de la producción total y, para ello, validos de consorcios como Fonterra, Nestlé, Danone, Parmalat y Lactalis, contienden a dentelladas por mercados adicionales.

Aunque Colombia se autoabastece, ha aprobado recibir tales excedentes extranjeros y la política oficial consiste en abrirles campo. Se dictan decretos que proscriben el comercio y consumo de leche en cantina que alimenta, con 7,5 millones de litros, a 19 millones de colombianos al día. Se suscriben tratados de libre comercio con Europa, Suiza, Estados Unidos, Mercosur y otros, que permitirán en 2012 -como mínimo- importaciones equivalentes al 22% de la producción nacional de quesos, mantequilla y leche en polvo. Se consienten los abusos de las industrias contra los lecheros, irrespetando el precio de compra, haciendo exigencias exorbitantes en calidad e importando lactosuero, un dañino subproducto con el que suplantan leche genuina; y se expiden documentos CONPES que plantean “reconvertir” a otras actividades las cuencas lecheras más pobres en calidad y volumen.

Estas razones, y muchas otras, son suficientes para que organizaciones de productores, asociaciones de comercializadores e industrias de derivados lácteos de 22 departamentos de Colombia hayan decidido citar, en Bogotá el 24 de noviembre venidero, un Congreso de Unidad de la Cadena Láctea Nacional, a fin de sacudirse, en conjunto, los yugos que hoy someten la cadena y de enfrentar las amenazas en ciernes que llevarían a unos a quedar sin trabajo; al menoscabo de su ingreso a otros; a la servidumbre frente a las multinacionales y grandes empresas a los sobrevivientes, y a la privación de esta valiosa proteína animal a millones de compatriotas; es decir, a continuar por la ignominiosa senda de debilitar aún más la seguridad alimentaria nacional.

Adenda: Solidaridad con los hatos que perecen inundados; el Estado debe asistirlos con largueza.

 

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