Se aproxima la época de navidad, una costumbre muy arraigada en la cultura cristiana de occidente, la que el capitalismo, como en muchas otras fechas conmemorativas, ha sabido aprovechar para estimular el consumo de bienes y darle un aire a la economía que propicia una competencia entre los hombres, y explota una actitud natural de la mayoría de los humanos al generar un gran placer: dar obsequios.

Desafortunadamente, la generosidad viene limitada por la capacidad del bolsillo, lo que en estos días de crisis es un mal generalizado.

Da escalofrío imaginarse la ausencia del Pavo acompañando del boxty en la cena navideña en los hogares de Irlanda este año, el tradicional Plum pudding, el manjar de remate, en donde pueda servirse, tendrá un leve sabor amargo porque las medidas adoptadas para resolver el estallido de la burbuja que los especuladores montaron y que las clases medias y bajas tendrán que pagar, significarán enormes privaciones, carencia de trabajo, limitaciones a la seguridad social, aumento a la edad de jubilación y mayores impuestos, que procuren saciar la voracidad de los prestamistas que han incrementado los intereses de la deuda por cinco para cobrarse la imprudencia de los gobernantes irlandeses, que ilusos creyeron que el progreso era posible al debe y entregando todo tipo de gabelas a la inversión extranjera, para que entrara como Pedro por su casa a exprimir el trabajo y el mercado de los irlandeses.

Por supuesto, no solo en Irlanda la navidad del 2010 presentará signos de pobreza, en las sociedades desarrolladas cada día crece el número de desempleados y al descalabro de Grecia, se sumarán próximamente el de España, Portugal e Italia, los países del este de Europa, eso sin mencionar el impacto de los recortes en las poderosas Inglaterra, Francia y Alemania; las naciones subdesarrolladas habituadas a la escasez ya no generan titulares, pero eso no puede interpretarse como que la situación no tienda a empeorar. Hoy no se salva ni el poderoso coloso del norte: los Estados Unidos, que toma medidas desesperadas y con ellas arrastra al resto de naciones con las que tiene imbricados sus intereses.

La navidad la hacen los especuladores, crean bonanzas ficticias con las que recogen los ahorros de millones de pequeños inversionistas y luego los aterrizan a la realidad con la valoración cierta de sus activos, los cuales deben liquidar precipitadamente para no perderlos del todo y cuando el afectado es el sector financiero entonces los gobiernos entran con el patrimonio público, al que contribuimos las clases medias, a rescatarlos. Los Colombianos y el gobierno de Santos, deberíamos aprender de esas tristes experiencias para no seguir el mismo camino, insistir en montar una economía sobre la base del capital foráneo y el mercado externo, puede transitoriamente producir un espejismo, unas cifras de crecimiento inusuales, así sea en unos pocos, pero a la larga, como viene ocurriendo en el planeta, quienes han optado por ese modelo terminan con un aterrizaje forzoso, que solo trae la generalización de la pobreza.

La costumbre irlandesa de la vela en la ventana, este año precisamente no será para saludar la llegada de la sagrada familia, será una invocación para que regrese la añorada prosperidad, hagamos exhortaciones para que no nos toque encender muchas velas que corrijan abruptamente el camino que venimos transitando hacia la miseria. Los tiempos de las cenizas de Ángela regresan, sin que volver a USA sea una opción.

 

 

Moir