El prestante arquitecto Antonio José Díaz Ardila,  escribe  una columna en el periódico El Frente, que me  huele a derrota y que titula Miedo a la Grandeza. Se refiere al proyecto de la Greystar. Tilda a los santandereanos de padecer una psicopatía colectiva, generada en el fracaso de dos empresas mayúsculas, el Ferrocarril de Wilches y Forjas de Colombia.

Esos dos fracasos del siglo pasado dejaron una gran herida, es cierto. Sin embargo esto no  ha impedido al pueblo santandereano desentrañar dónde están las trampas. Descubrir a los empresarios de holocaustos, a los distribuidores de monedas para pagar silencios, judas que no faltan. Olvida Antonio José Díaz que éstos que él llama “fanáticos ambientalistas” son los que aún exponiendo la vida, han impedido el holocausto de la selva amazónica, la pesca indiscriminada de ballenas, la caza del jaguar, el crimen de la voz del invisible pájaro, en fin, todo aquello que en la naturaleza se determinó en la creación (o evolución) como la luz y el color. ¿De qué valdría la vida sin todo ello?  Permitir y renunciar a esto sería tanto como perder el honor y la piedad.

El concepto de grandeza para él, supongo, es como el de  tantos que miden el desarrollo y el progreso por el desaforado crecimiento poblacional. Miles  de automóviles que hacen imposible la movilidad. Incontables fábricas vertiendo los desechos a los ríos o sus chimeneas al aire.  Todo ello se miraba como progreso y desarrollo. Hoy el mundo es una irreversible y mortal hoguera. ¿Qué hacer para reparar los daños del invierno?

Pero volvamos a lo que dice el ilustre arquitecto Díaz Ardila  en El  Frente. Los que se oponen a la explotación del Páramo de Santurban a cielo abierto, son los mismos que se opusieron a la  Represa de Hidrosogamoso, dice él. Es verdad somos los mismos, los que preferimos el agua y el aire puros, el paisaje, el desarrollo sostenible sin agredir la naturaleza ni la madre tierra. El tema de Hidrosogamoso lo entiendo. Su magnitud, la angustiosa necesidad de energía, 800 Megavatios no son una bicoca. Su dimensión aplasta cualquier argumento en  contra por sabio y lógico que este sea. Insectos quienes nos atrevimos a decir algo en su contra. Este proyecto ojalá prospere sin causar mayores daños. La dinamita y las excavaciones le han mordido la cola a La Leona, la gran falla geológica que arruinó a tantos contratistas de obras civiles. Hoy se arruinó la vía a Barrancabermeja, y falta más.

Entonces, ¿quién puede decir que las aguas y las tierras contaminadas con cianuro y mercurio en el Páramo de Santurban, a pesar de afinada tecnología, por fallas humanas o fuerza mayor, terremotos, o borrascas, no lleguen a nuestros acueductos? Después se irán, la mina es finita no es eterna. ¿Quién tapará el inmenso hueco que dejarán cuatro mil millones de toneladas de tierra? ¿Quién quedará a cargo y control  de las aguas y residuos impregnados de cianuro cuando la empresa se vaya con su oro? Algo más  me  inquieta. La Greystar actúa con una máscara en su verdadero rostro.  La Greystar es una Sociedad Limitada, figura jurídica creada en derecho comercial para capitales de  familia, de manejo sin control por la supersociedades, fácil de disolver. Suena a despedida de  corrido ranchero. “Ahí te dejo el niño, amor de mis amores…”  Mi apreciado Antonio José  Díaz, le pregunto ¿No es preferible para la región un desarrollo sostenible, ecoturismo, visitantes de todo el mundo ávidos de escapar de la ciudad contaminada y aturdida?

Publicada por
SERGIO RANGEL