Casi nadie sabe quién es el pueblo Awá, cómo piensan, dónde viven y qué los afecta. Este milenario pueblo situado en la actualidad en el costado de la cordillera occidental en Nariño como también en el departamento del Putumayo y al norte del país hermano del Ecuador, continúa sufriendo del despotismo del pensamiento colonizador de muerte.

 

 

Los pájaros negros y los caminantes Awá de la vida

Dmitri Mendeléyev, sembró una historia de elementos y aun no sabremos esta historia con que secuelas y mutaciones nos va a dejar.

Siguen cayendo rocíos del cielo, no es H2O (agua), es C3H8NO5P, glifosato. Eso aún sigue bajando por los cielos AWÁ.

Casi nadie sabe quién es el pueblo Awá, cómo piensan, dónde viven y qué los afecta. Este milenario pueblo situado en la actualidad en el costado de la cordillera occidental en Nariño como también en el departamento del Putumayo y al norte del país hermano del Ecuador, continúa sufriendo del despotismo del pensamiento colonizador de muerte.

Por un lado  están las FARC que trata de controlar el territorio desde los noventa, olvidándose del pueblo, por el otro, el Ejército que ejerce más el papel de maniquí para asustar a los niños, que el de prestar protección a una nación, sumando a los Helenos, dando un toque de polvo de los narcos y saliendo del Rastrojo los paramilitares.

Hay una trinchera. Es de gente. Y varios cercos de armas. Transitando se ve en la carretera que va de Pasto a Tumaco, hacia tierras Awá, un paisaje andino trasmisor de la calma de las montañas, empero incrustada en la misma, una línea de acero que irriga en su interior cientos de litros del motor del mundo moderno: gasolina.

Al borde de carretera, en las paredes de las casas, se ciñen como cicatrices mal curadas, tatuajes de las fuerzas que habitan estos territorios. Y, no son los espíritus guías del Awá.

Dicen luchar por las masas que no son escuchadas, sin embargo, silencian sus voces con armas blancas pero filosas, con minas “quiebra patas” en medio de los caminos tradicionales, no dejando caminar.

Con presión hacen sembrar coca, que luego envenenará el ejército nacional con sus pájaros negros, dejando un campo más próspero para este cultivo, que para su extinción. Pájaros negros que abandonando 30 minutos después, del fatal riego, más tierras insanas donde no poder sembrar alimentos.

En lo que transcurre del presente año -sin olvidar la reseña histórica de atrocidades a este pueblo en los postrimeros años- en territorio Awá, en la comunidad Peña Caraño, resguardo Hojal la Turbia, municipio de Tumaco, el último día de enero, Wilfrido Rodríguez de 51 años y su hijo José Richard Rodríguez de 14 años, cayeron en una mina antipersonal, despedazando la carne de este joven para siempre.  Siete días después, mes de febrero, caen de nuevo en el mismo resguardo, en la Comunidad Quejuambí La Liza, dos mujeres y un hombre, bajo la misma táctica.

La razón, según el ejército legal, lejos de estar acorde con lo legítimo, es que militarizan el territorio para combatir a los terroristas antes bandoleros, que se asientan en estas tierras. Que fumigan como en las mañanas de los días 14 y 15 de febrero del 2011, “para aniquilar los cultivos ilícitos”, que no dejan pasar comida a las comunidades porque son ‘colaboradores’. Las FARC los masacran porque son ‘colaboradores’. Se pelean entre ellos por el territorio. Los intimidan los paramilitares por ‘colaboradores’.

Cuando estos, el pueblo Awá, sí,  son colaboradores, porque durante cientos de años han cuidado y colaborado con el planeta para mantener estas tierras y aguas hasta el presente. Son colaboradores de la vida.

Los narcos los sacan, siembran cantidades de palma aceitera, compran “panelitas”, son los señores de los mares de Tumaco. Por la carretera se ven reductos de esta historia, permanece a la vista, en la historia oral y popular de la gente, la hacienda del narcotraficante de marihuana y cocaína más célebre del mundo, Pablo Escobar Gaviria, primo de José Obdulio Gaviria quien fuera asesor de Álvaro Uribe Vélez durante su periodo de gobierno.

Por la carretera todo viene y va, armas, ropa, alimentos, medicina, conocimientos, guerras, amenazas, gasolina, mentiras, verdades, lujos, putas, tradición, desplazados, resistencia.  Es una vía de comunicación estratégica para transportar la guerra, para reasentar a los desarraigados, para tener control y fácil acceso de los oleoductos, sobre todo para la desmembración de los otros modos de existencia.

Allí en el Diviso, del Resguardo el Gran Sábalo, la comunidad es cortada a la mitad por la carretera, acompañados del conductor, de gasolina y fumigados por glifosato, ingeniado durante los 70 y en el auge de la “revolución verde”, por John Franz que trabajaba en los laboratorios de Monsanto, actual transnacional que controla gran parte del mercado mundial de semillas y agroquímicos.

Glifosato, degradador de la tierra, de los recursos hídricos, de las cuencas subterráneas, de los centros de salud, de los espacios educativos, de los huertos tradicionales de medicina para la curación de los afectados por la tuberculosis, de las células humanas, de los niños, de las madres gestantes. Causante del gran padecimiento de hambre. Al fumigar no sólo acaban con las plantas de coca, sino también con las pocas plantas de pancoger, que se dan en las escasas tierras aptas para generar agricultura y un poco de autonomía alimentaria, que junto al desplazamiento, generan que el pueblo Awá, poco a poco, vaya perdiendo su cultura alimentaria y sintiendo que sus niños con hambre van desfalleciendo.

El gobierno no escucha, se tapa los oídos, se venda la boca, se amarra los pies y sólo quiere ver cómo sus avionetas dispersan las políticas de un estado, que quiere el territorio despejado y limpio, no de cocaína, ni de guerrilla, ni de monocultivos, sino de hombre y mujeres Awá caminantes de la vida.

Este pueblo está triste, lo están desorganizando, lo están envenenando, masacrando, inculpando, mas queda en lo profundo de su espíritu la lucha de la palabra sincera, del respirar un aire libre, y de tener un pensamiento fluido como el agua, y como la sangre enraizada que les recorre por las venas.

Para gritar que siguen ahí, y que nadie los va a sacar de su territorio, ni a plomo ni a glifosato.

Escuela de comunicación – Tejido de comunicación