La reciente movilización social en Santander y en todo el país por la defensa del Páramo de Santurbán, que logró frenar –por ahora- la codicia de la multinacional canadiense Greystar, pone de presente un hecho de gran significado político en la resistencia popular a una variante contemporánea de la explotación capitalista: las pretensiones de las multinacionales pueden ser detenidas por la población, si ésta se decide a hacerlo con decisión y coraje.

Movilización por la defensa del Páramo de Santurbán:

De hecho, en distintos lugares de Latinoamérica, las comunidades (indígenas, campesinos, obreros, estudiantes) han bloqueado las pretensiones del capital internacional y de las elites apátridas empotradas en los Estados. En cada uno de los casos en donde la resistencia venció, se presentaron rasgos comunes que no deben perderse de vista: conocimiento documentado del problema, visibilización del mismo en sectores amplios de la sociedad, creación y uso constante de medios de información, generación consensuada de redes de coordinación, y, desde luego, permanente movilización social, configurando así lo que podríamos denominar el tejido social de la resistencia. Veamos algunos casos.

La Guerra del Agua en Cochabamba, Bolivia (1999 – 2000)

No cabe duda que la gesta boliviana conocida como la Guerra del Agua es el capítulo más conocido en esta parte del mundo, de la resistencia popular a la apropiación de los recursos naturales por parte del capital internacional. En octubre de 1999, y por “recomendación” del Banco Mundial, el Estado boliviano inició el proceso de privatización del agua potable en la ciudad de Cochabamba. La medida, que beneficiaba a un consorcio internacional, despertó la indignación de los habitantes de la ciudad, como lo recrea la activista y analista ambiental india Vandana Shiva: “En enero de 2000 se formó una alianza ciudadana denominada La Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida, la cual mantuvo cerrada la ciudad durante cuatro días mediante movilizaciones masivas. En el lapso de un mes, millones de bolivianos marcharon hacia Cochabamba, se pusieron en huelga general y paralizaron todo el transporte” (Ver libro “Las guerras del agua. Privatización, contaminación y lucro”).

Empleando lemas como El agua es un regalo de Dios, no una mercancía, y El agua es vida, la resistencia, que arrojó no pocas detenciones y asesinatos, obligó al consorcio internacional y al gobierno boliviano a echar para atrás la medida. De ese modo, los pobladores obtuvieron un triunfo significativo: “al quitarles el agua a las corporaciones y al mercado, los ciudadanos de Bolivia demostraron que es posible evitar la privatización y que la toma corporativa de recursos vitales puede impedirse mediante la voluntad democrática del pueblo”, señala Shiva. 

Cierre de mina a cielo abierto en el Valle de Siria, Honduras (2000 – 2007)
En este lugar de Honduras sucedió algo parecido a lo de Cochabamba. Como ha ocurrido en otros países de la región, allí el congreso de la república modificó la vieja legislación minera para facilitar la llegada de una multinacional de capital canadiense, Minerales Entremares S.A., interesada en explotar una mina de oro a cielo abierto ubicada en el Valle de Siria. Si bien en un inicio los pobladores del lugar asociaron la presencia de la multinacional con el desarrollo económico y social, comprendieron rápidamente que no existiría tal, y más bien lo que vendría sería la destrucción natural y una mayor pobreza. Por eso decidieron constituir el Comité Ambiental del Valle de Siria (CAVS) en 1999, integrado inicialmente por campesinos e indígenas, el cual se propuso la expulsión inmediata de la empresa minera de la región. 

Lo anterior se tradujo en una movilización social permanente y en denuncias contra la empresa ante los organismos estatales, por su responsabilidad comprobada en daños ambientales en la zona. El CAVS estimuló diversas dinámicas para informar y despertar la solidaridad nacional, por la vía de los encuentros comunales, las peregrinaciones por la vida, entre otras. También participó en espacios de intercambio de experiencias con organizaciones de países centroamericanos que actuaban en contextos similares. Gracias a la movilización social sostenida, la empresa Entremares S.A. se vio obligada en 2007 a cerrar las minas ubicadas en el Valle de Siria.

Cierre de mina en el Cerro Quilish en Cajamarca, Perú (2004)
En julio de 2004, la empresa Minera Yanacocha (formada por capitales de E.U., Perú y el Banco Mundial) obtuvo por parte del Estado peruano la autorización para iniciar el proceso de exploración del Cerro Quilish, ubicado en Cajamarca, departamento donde se encuentran grandes reservas de oro que se explotan desde hace varias décadas, y que,
paradójicamente, es uno de los más pobres del país. La decisión oficial generó la protesta de las comunidades cercanas al cerro, prácticamente desde el mismo momento en que ésta se conoció. Desde entonces y por cerca de varios meses, realizaron movilizaciones, paros provinciales y regionales, y bloquearon vías impidiendo el desplazamiento hacia la mina. La policía intervino en no pocas ocasiones, produciendo detenciones y heridos, hechos que no lograron amainar la inconformidad social.

Finalmente, y luego de varias semanas de discusión con las autoridades centrales, pero también a raíz de una sostenida presión de las comunidades, el ministerio de energía y minas se vió obligado, contra su voluntad, a dejar sin efecto la resolución que otorgaba la autorización a la Minera Yanacocha para explotar el oro del Cerro Quilish.

Cada uno de los tres casos que hemos comentado tuvo desde luego sus especificidades. Aún así, es posible encontrar, de conjunto, similitudes que vale la pena destacar. Por ejemplo, en los tres procesos de resistencia el conocimiento documentado de los proyectos mineros y sus implicaciones para el ambiente y la población fue determinante, ya que permitió, a través de procesos de información, que la sociedad dimensionara las consecuencias perversas de la explotación minera. Precisamente, la información de la situación a sectores no afectados directamente fue fundamental en el proceso de resistencia, ya que logró sostener el interés nacional por el hecho (impidiendo que éste desapareciera de su cotidianidad) y despertar la solidaridad por la defensa del bien público.

La creación de mecanismos de información propios, sin renunciar a las posibilidades que en ocasiones pueden ofrecer los medios oficiales, pero sin depender de ellos, jugó un papel destacado en la lucha. Por esa vía se logró involucrar a diversos sectores sociales (profesionales, estudiantes, empleados, autoridades civiles y religiosas) configurando una amplia participación que se consolidó al calor de la lucha. En ese contexto se configuraron formas de articulación (coordinadoras, redes, alianzas) consensuadas y dinamizadas a partir de criterios construidos democráticamente. Finalmente, el sostenimiento de la movilización social fue decisivo, acudiendo siempre y de manera creativa a formas diversas de presión. La calle céntrica, el auditorio sindical o universitario, el salón de clases del colegio, el barrio, la vía intermunicipal, fueron siempre escenarios oportunos para divisar el conflicto, despertar la atención y estimular la resistencia.

Precisamente, gracias a esa dinámica, Santurbán va a estar por un tiempo fuera de la orbita del capital internacional, lo cual constituye, sin duda, un pequeño triunfo que debe animar la lucha social en nuestro país. Sin embargo, la tarea en este campo es inmensa. La locomotora minera de Santos apenas está arrancando.

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