A Tacueyó subió un grupo de por lo menos cincuenta estudiantes de la Escuela de Comunicación, acompañados por una delegación de estudiantes y un profesor de trabajo social de la universidad del Quindío y del Cauca.

Caminando Tacueyó

Mes y medio después que en los más notorios medios de comunicación del país, saliera como una bomba de las que estallaron en las montañas de Tacueyó, la noticia que el presidente Santos calificara como un éxito y manifestara en su cuenta de twitter que : “otro gran golpe a las Farc. En Cauca cayeron 15 terroristas en una operación conjunta de nuestra Fuerzas Armadas”. Además de expresar sus felicitaciones por medio de otro mensaje “Felicitaciones a las Fuerzas Armadas por otro golpe a las Farc en el tercer aniversario de muerte de ‘Tirofijo’. Seguridad democrática sigue adelante”. Y cuando a muchos en el país habían olvidado lo sucedido, menos a quienes viven en aquel territorio y vieron morir a sus hijos y hermanos. Un grupo de estudiantes de la Escuela de Comunicación de la zona norte del Cauca, visitamos el resguardo de Tacueyó, perteneciente al municipio de Toribío a compartir con diferentes comunidades del resguardo y a conocer la historia de lo que realmente sucedió en aquel fatídico 26 de marzo de éste año.

A Tacueyó subió un grupo de por lo menos cincuenta estudiantes de la Escuela de Comunicación de la zona norte del Cauca, acompañados por una delegación de estudiantes y un profesor de trabajo social de la universidad del Quindío y del Cauca.

La carretera, que había sufrido taponamientos debido a deslizamientos y avalanchas ocurridas como resultado de la fuerte ola invernal que atraviesa casi todo el país, nos conducía a través del resguardo indígena y la zona campesina de Caloto, por la vía principal que desde el corregimiento El Palo, sube hasta el municipio de Toribío y de ahí a Jambaló. Territorios de indígenas nasa que habitan desde tiempos inmemoriales estas tierras.

Nos desviamos hacia Tacueyó, ese territorio que desde hace años también, muchos años a decir verdad, ha vivido y sus habitantes sufrido los embates de la guerra que enfrentan a una insurgencia que en muchos aspectos de su práctica se ha alejado de sus propuestas políticas e ideológicas, pero que tiene asiento desde hace más de cuarenta años en las montañas de la cordillera central y del otro lado un ejército, el de las Fuerzas Armadas oficiales que pretenden “recuperar” aquellas montañas en donde no solo han vivido miles de indígenas y campesinos, sino que tienen bajo sus suelos inmensidad de riquezas minerales e hídricas que en el contexto actual de la economía y la política del país, serán el sustento de las llamadas “locomotoras de la prosperidad” del gobierno Santos.”Locomotoras” que pretenden entregar tierras y enriquecer a punta de explotación minera y agroindustrial de monocultivo y latifundio, a grandes capitales nacionales y transnacionales que ven en aquellas montañas un jugoso y rentable negocio para acumular ganancias que posteriormente, según la teoría, serían reinvertidas a la comunidad, pero que como lo señala la experiencia, no solo nacional sino internacional, lo único que dejan a los habitantes de las tierras explotadas son un alto índice de contaminación en aguas y tierras, desempleo, dependencia económica y división en sus comunidades. Si, es la misma teoría neoliberal que hace del mercado una mano todo poderosa y omnipresente que se encargará de hacer a los ricos más ricos y menos en cantidad, y a los pobres más pobres y más en cantidad, a menos que se sumen a la guerra que les dará la muerte o la vida esclava defendiendo a quien los saquea y oprime.

Llegamos al casco urbano, un pequeño poblado ubicado sobre las montañas de la cordillera central del Cauca. Allí en el colegio descendimos de la chiva, también conocida como bus escalera, que nos llevaba hasta aquel lugar. Un grupo de compañeros y compañeras se quedaron allí, en instalaciones del colegio Quintín Lame, perteneciente al Cabildo de Tacueyó.

Mientras tanto otro grupo se volvió al vehículo en dirección hacia la vereda El Boquerón en donde colaboraríamos con el trabajo comunitario (Minga) para destapar la carretera que había sido averiada por los deslizamientos ya que la otra carretera había colapsado por la caída de un puente.

Desde la llegada al casco urbano de Tacueyó fuimos acompañados y escoltados si se quiere, por la Guardia Indígena que se encargó de mantener todo en orden y nuestra seguridad a salvo. Así mismo un grupo de nosotros se devolvió hacia la vereda La Playa, por la que habíamos pasado anteriormente y en donde se haría el mismo trabajo que ya había sido planeado para realizar con la comunidad de la vereda Gargantillas, en donde había ocurrido el bombardeo un mes y medio antes.

Durante tres horas estuvimos, con palas, azadones, risas y sudor, sumado a las fuerzas de hombres y mujeres de aquella vereda, trabajando para destapar la carretera que tenía en un pequeño trayecto, de algunos pocos kilómetros tal vez, más de seis deslizamientos de tierra que bloqueaban el paso a vehículos por aquel camino de herradura.

Después de colaborar, sudar, y mojarnos con el agua fresca de la lluvia que nos hacia descansar obligatoriamente, nos fuimos reuniendo paulatinamente y dirigiéndonos montaña abajo hacia la vereda Gargantillas. Allí, en la escuela de aquella vereda, adscrita a la Institución Educativa La Playa, nos esperaban un sabroso almuerzo de arroz con verduras y sancocho de carne de res.

Luego de ello, los niños, un par de decenas, esperaban a los extraños que algo irían a realizar en su escuela, a ellos los acompañaban algunos de sus padres, profesores, la Guardia Indígena y algunas otras personas de la comunidad entre quienes se destacaban algunos mayores.

La actividad comenzó con la presentación de un par de videos cortos sobre los cuales se discutió. El primero, titulado La historia de las cosas que era presentado por una mujer quien explicaba el funcionamiento del sistema capitalista, del mercado y la política económica y social que se encuentra tras del mismo. La discusión de esto giró en torno a identificar cuál era el papel jugado dentro de este modelo de las comunidades rurales como aquella, las posibilidades que se les plantean a sus habitantes por parte del modelo de economía extractiva y de mercado. El segundo video tenía un contenido similar pero más centrado en el tema del agua, La Abuela Grillo, que es una animación adaptada de un mito del pueblo Ayoreo de Bolivia.

Una vez concluidos los videos, nos dispusimos a hacer la presentación de la obra de títeres que preparamos con un par de días de antelación, en donde mostramos un poco de la historia del pueblo nasa y del por qué del conflicto armado. Este fue un ejercicio pedagógico no solo como eje dinamizador del trabajo comunitario sino que mientras se construye, se recuerda, y a la vez que se vuelve al pasado, de nuevo se intensifica y se renueva la vitalidad del proceso histórico del pueblo nasa. Eran muñecos. De papel y elaborados a mano. Su valor económico poco, su fabricación con las manos simple, empero su mensaje potente. Aunque artesanal y con algunos percances, lo hicimos, narramos en castellano y lo caminamos en nasa yuwe.

Pensaríamos que era algo ínfimo, minúsculo para compartir con los niños y la comunidad de Gargantillas y La Playa; y en contra de lo pensado, estos nos ampliaron su voz con palabras de agradecimientos. Las personas sienten alegría al estar en compañía, no solo en momentos para recoger los cuerpos caídos de sus compañeros, sino también en momentos que permiten una reflexión desde dentro para los de afuera, y una fuerte toma de conciencia de los de afuera con las historias cotidianas de los que viven dentro.

La vitalidad de lo físico con el complemento de las palas, la revolución de las artes plasmando los sueños de los niños, el tejido de una escuela intercultural y sus ganas de accionar, el médico tradicional y su fuerza espiritual hacen de estas mingas un cauce de aguas tan profundo que nadie nos podrá detener ni encerrar.

Mientras pintábamos todos, niños y grandes, de afuera y de adentro. Se iban escuchando de parte de guardias y comuneros algunas palabras, aunque no muy explícitas en ocasiones, pero con el sentido del dolor de haber perdido a sus familiares y compañeros en una salida que los llevó a la muerte por unos pesos y un plato de comida.

Nos han señalado el sitio, el mismo lugar, el bosque en donde decenas de bombas sellaron la vida de más de una docena de indígenas, jóvenes de catorce o quince años en promedio, llenos de vida y de sueños, que el día viernes fueron a estudiar y el día sábado amanecieron muertos por un bombardeo de los héroes de la patria, que no vacilaron en descargar su artillería pesada contra un campamento de niños.

Fueron llevados con engaños, los mismos engaños de la política de delación democrática que han convertido la vida en una mercancía que puede ser cambiada por dinero o por días de vacaciones, sin importar quienes sean las víctimas.

Estos supuestos ”guerrilleritos de las fuerzas elites” siendo abandonados en un campamento, donde supuestamente recibirían un taller y luego quedarse a dormir, sin botas, sin centinelas, si nada que los protegiera, fueron bombardeados sobre las dos de la madrugada y rematados al descenso de los “comandos” policiales.

Todo fue una farsa porque fueron masacrados en grupo, cuando estar en grupos grandes no es la táctica de la insurgencia en la guerra de guerrillas, cuando no duermen en “huecadas” sino en los filos de los cerros, cuando como dice una mujer de la comunidad, “De haber sido guerrilleros de verdad, no habrían matado tantos, por mucho unos tres, porque un guerrillero bien entrenado, a lo miliciano, sabe dormir de a dos y nunca en una huecada…” hasta los mismos milicianos decían que ellos (los bombardeados) no trabajaban con la guerrilla.

Sin embargo hay algo que contar, las personas que viven en estos territorios, familiares y vecinos de los muchachos acribillados sienten una aflicción, ya que en múltiples ocasiones, las madres están muy ocupadas y con problemas económicos que resolver, generando una incomunicación y falta de escucha profunda con los jóvenes y los niños; cuando no es la falta de comunicación, son los desplazamientos hacia otros municipios retirados de sus hogares en busca de algún sustento, dando paso así, a que los muchachos luego de terminar sus jornadas escolares se hallen solos durante el resto del día, permitiendo la cabida a que los actores de esta guerra tengan la oportunidad de echar sus “carretazos”, en búsqueda de posibles nuevas víctimas que entren a jugar en esta batalla, y muchas veces pagando las consecuencias de escenarios/montajes, como los que sucedió el pasado mes de marzo.

A pesar de que muchas madres y padres de familia se autoflagelen y echen culpas a sí mismo por la suerte de sus hijos muertos en guerra, a veces no dimensionan la magnitud del conflicto armado que se extiende por sus territorios, que como lo mencionábamos anteriormente es fuente de innumerables riquezas hídricas y minerales, de tierras, de bosques y oxígeno, sobre los que tienen sus ojos y su codicia puestos, empresas nacionales y multinacionales de la especulación y la acumulación por despojo, señores de la guerra que ponen carnes de cañón a jóvenes campesinos, indígenas y de barrios populares de las diferentes ciudades de todo el país, para mostrar resultados sobre una supuesta guerra contra el terrorismo, terrorismo que ellos mismos alimentan y ejercen con ejércitos de muerte y destierro.

Mientras tanto los mismos medios que celebraron el “gran golpe a las Farc” ni se inmutaron por aclarar cuales fueron los verdaderos móviles de la operación, se limitaron a decir que hacían parte de las fuerzas especiales del sexto frente, responsables del asalto al helicóptero que llevaba dinero al municipio de Caloto y que dejó cuatro policías y dos civiles muertos. Nunca dijeron que habian sido niños que llegaron por engaños a aquel campamento de la muerte, en donde serían vendidos como carne de cañón por un desertor de la subversión, no mencionaron ni una palabra de los dos comuneros de la vereda El Triunfo que fueron a buscar a sus familiares en aquel sitio y que luego desaparecieron, pero luego fueron contados entre los supuestos guerrilleros muertos por la acción militar, ni tampoco hablaron sobre las víctimas, niños y niñas indígenas del Resguardo de Tacueyó que siguen pintando de colores sus sueños de vivir en armonía con su territorio, respirando aire puro y alimentándose de la tierra que les brinda todo lo necesario, y en donde no necesitan ni bombas, ni militares, ni multinacionales para vivir tranquilos.

Así pues, concluyó una más de las actividades de acompañamiento de la Escuela de Comunicación, que se traslada a las comunidades a aprender y compartir desde la vivencia, desde el sentir y el pensar, pero haciendo de la comunicación comunitaria una práctica de vida, que trascienda a esa comunicación de los medios masivos, que se queda en hacerse el canal de información de los dueños del país y por lo tanto los responsables directos de la situación de conflicto, empobrecimiento y muerte en que se encuentra nuestra sociedad. Allí sintiendo desde la experiencia fue donde grandes y chicos caminamos por nuestra historia, la de los pueblos que no se arrodillan, la de los pueblos que se mantienen dignos, aun con tantas dificultades frente así, aun cuando los medios sigan estigmatizándonos como “terroristas”, aun cuando nuestra vida se entrega y no en vano, porque aunque nosotros, como nuestro pueblo, sabe que muere por defender su dignidad, su tierra y su vida, pero aquellos que disparan los gatillos, que lanzan bombas de fuego y de sizaña no saben que simplemente son esclavos defendiendo a sus amos, esclavos que prefieren perder su vida y dignidad por un sueldo mísero con el que compran sus conciencias.

Escuela de Comunicación “El camino de la palabra digna” de la zona norte del Cauca, en la que participan representaciones de varios pueblos y procesos de Colombia.