Creí que el ministro de hacienda, Juan Carlos Echeverry, desbarataría la grave acusación de haber actuado en el trámite del proyecto de ley de la salud sin declararse impedido y sin haber advertido al Congreso que había hecho un estudio como consultor privado para Saludcoop, en el que recomendó que se adoptaran decisiones que luego se convirtieron en ley, pero los hechos tozudos apuntan a pensar que no sólo se trata de un funcionario indelicado, sino mentiroso.

Echeverry empezó por declarar con arrogancia que el estudio que hizo para Saludcoop prácticamente era merecedor del Premio Nobel de Economía, tanto que recomendó regalarlo al Gobierno anterior. Luego negó haber intervenido en el trámite del proyecto de la ley de la salud. Ni hubo necesidad de regalar nada al Gobierno, porque en todo caso éste contó con la calculada presencia del otrora asesor de Saludcoop, ni es cierto que el ministro se hubiese marginado del debate en el Congreso.

Aunque ya son varias las pruebas que desmienten al ministro, me tomé el trabajo de revisar las actas Nº 03 y 04 de las sesiones conjuntas de las Comisiones Séptimas del Congreso, del 18 y el 23 de noviembre de 2010, en las que si bien se hablaba de regalías, el cuestionado ministro tocó en varias oportunidades el tema de la salud, pues llegó hasta asegurar que el Gobierno “…desde el año 2012, está poniendo o pondrá un billón de pesos a la salud para subsanar los problemas de financiación; pero entonces el principio que nos debe inspirar a todos es el todos ponen, la salud es un problema que tiene un hueco sustancial, todos tenemos que poner…”. Más claro no canta un gallo. Por lo demás, varios parlamentarios recuerdan haber visto al ministro durante los debates hablándoles al oído a algunos de ellos, moviéndose cauteloso en las discusiones, en fin, lo que se hace en el trámite parlamentario.

Aunque Echeverry no desconoce que tenía impedimento para intervenir en ese asunto, y por eso alega que nunca lo hizo, otra cosa muestran las evidencias. El asunto no puede reducirse a unos comentarios de prensa refutados con comentarios contradictorios del ministro vanidoso, que piensa más en él que en el Gobierno. Es muy probable que el “Absolvedor General de la Nación”, Alejandro Ordóñez, no tenga tiempo o ni siquiera ánimo para investigar a un copartidario godo tan importante, entre otras cosas por andar recibiendo condecoraciones y alabanzas del Gobierno que debe vigilar.

Por otro lado, ¿cómo así que la contralora Morelli tuvo que salir a pedir que se hiciera claridad sobre un asunto en el que la pretendieron enlodar los bandidos de los Nule, de la mano del embajador en Venezuela, José Fernando Bautista, yerno de Angelino Garzón? Hay algo en ese cuento que compromete gravemente al exembajador, que deberíamos saber. Raro que de repente se haya callado el locuaz vicepresidente, que hace unos meses sostenía que todo asesor de un contratista era peor que un guerrillero. ¿Cambió de opinión ahora que su yernito ilustre resultó lobbysta de contratistas-delincuentes ?

El presidente Santos ha de estar, si no furioso, al menos desilusionado, porque algunos de sus segundos se están moviendo como peces no propiamente en la “urna de cristal” que nos prometieron, sino en las aguas turbias de la corruptela. No le falta razón.

Ya veremos si al fin la justicia toca a todos esos avivatos, como llamaba Alberto Lleras a quienes andan en puntillas entre lo privado y público, ejecutando los grandes e indebidos negocios perfumados de siempre, como el carrusel de la contratación en Bogotá y en el resto del país, el negociado de Saludcoop, los asaltos en la DNE, en el Club Militar y en la DIAN, o el cartel del arbitraje de los pleitos estatales.

Adenda. ¡Qué paradoja! En vida de alias Raúl Reyes nadie le daba crédito, incluido el Gobierno, y ahora muerto, sus peores críticos defienden la veracidad de sus escritos.

Por: Ramiro Bejarano Guzmán

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