Las recientes declaraciones de Christine Lagarde, directora general del Fondo Monetario Internacional, en el sentido de que la economía mundial enfrenta crecientes riesgos y el margen de maniobra es cada vez más estrecho, permiten presagiar más aventuras bélicas de los miembros de cofradías como la OTAN para apropiarse a sangre y fuego de los recursos naturales y el trabajo de los habitantes de naciones enteras del llamado tercer mundo.

Las cifras del déficit presupuestario de las denominadas naciones desarrolladas, las drásticas caídas de las bolsas de valores con las que de la noche a la mañana se esfuman enormes fortunas artificiosamente creadas, terminan por confirmar que la única riqueza cierta es la generada por el trabajo, por el agro y la industria, que producen bienes tangibles, riqueza real y no virtual y ellas requieren de recursos naturales y mano de obra de diversos niveles, que al transformar las materias primas terminan produciendo bienes que la sociedad requiere para su bienestar.

Las bombas arrojadas indiscriminadamente sobre Trípoli y otras urbes en Libia por la flota aérea de aviones de guerra franceses, italianos, ingleses y norteamericanos, son el preludio de la destrucción a que están dispuestos los gobiernos que representan a los corsarios modernos del gran capital en su propósito de asegurar el crecimiento de sus fortunas y encontrar una salida a la crisis que los agobia, apropiándose de los recursos energéticos y minerales, así como de los mercados y la fuerza de trabajo de las naciones recolonizadas. Se cierne sobre aquellas naciones ricas en petróleo y minerales básicos, que los explotan sin la égida de las multinacionales, enormes riesgos, pues mediante el uso de una estrategia publicitaria global, primero señalarán a sus gobiernos de totalitarios, luego financiarán grupos locales para simular inconformidad de la población y los armarán para que se conviertan en focos de violencia a la que victimizarán para justificar la intromisión con fuerzas militares extranjeras como contingentes de salvación.

Independientemente del régimen que gobierne a cualquier nación, la única garantía de que sus contradicciones internas se resuelvan de la mejor manera, es permitiendo que sus pueblos al interior de sus fronteras, de manera soberana y por los medios que precisen determinen quien y como, es decir, al mando de que sectores sociales y bajo qué modelo que acuerden, busquen el camino del progreso y la convivencia pacífica. Nunca la imposición desde afuera por intereses y poderes ajenos han propiciado la integración de las sociedades, por el contrario terminan resquebrajando y generando contradicciones entre pequeños grupos privilegiados por las potencias coloniales a quienes representan y el resto de la población afectada por políticas que se diseñan contra sus intereses, victimas del saqueo y la expoliación.

Si las contradicciones entre los pueblos se resolvieran de manera civilizada, podríamos repetir la historia de los juglares del vallenato Emiliano Zapata y Lorenzo Morales “Moralito”, quienes hicieron de su rivalidad por merecer el título de mejor piquero, un motivo para elaborar hermosos versos, como los de la Gota Fría, con los que el maestro Zuleta inmortalizó a su compadre y a Urumita, escenario de la parranda con la que pretendían dirimir su competencia. El mundo debería aprender de este ejemplo y solo hacer como en el verso: Morales mienta mi mama solamente pa ofender para que él también se ofenda ahora le miento la de él.

 

Moir