Mil setecientos marchistas indígenas recorrieron durante 17 días la distancia que separa las poblaciones de Trinidad y San Borja, con temperaturas de 35 grados, con lluvias torrenciales y también con el ultimo sur de invierno (baja temperatura). En San Borja fueron ovacionados y saludados por todo el pueblo, que en muestra de solidaridad les ayudó con agua y alimentos en el último y difícil tramo hasta llegar a esa población.
Su objetivo es llegar a la ciudad de La Paz para lo cual les falta aún otros 15 o 20 días, pero deben enfrentar el bloqueo de nuevos colonos trasportados desde Ixiamas hasta Yucumo, punto del bloqueo. El bloqueo está impidiendo el paso de la ayuda que llega por la ciudad de La Paz,
pero no ha impedido que la prensa nacional e internacional colme los hoteles de la población de San Borja.
El objetivo de los marchistas es que se cambie el trazo de la carretera Villa Tunari San Ignacio que parte en dos el TIPNIS. Esta carretera ha sido entregada para su diseño, licenciamiento y construcción a la cuestionada empresa OAS de Brasil, y es además financiada por el BNDES, el Banco de Desarrollo brasilero. Ellos perciben que de no defender este territorio, todas las tierras indígenas están amenazadas, no solo por megaproyectos diseñados fuera del país, sino por las propuestas de ley que recortarán los territorios titulados con mucho esfuerzo y sufrimiento.
Hace unos días, el ex presidente brasileño Lula da Silva estuvo en Santa Cruz para apoyar a Evo Morales en su desatinada persistencia para construir una carretera que nadie quiere, salvo los negocios brasileños y del narcotráfico, tristemente en expansión en Bolivia. Se rumorea que Lula es socio de OAS.
La desatinada carretera atravesaría uno de los sitios más especiales del país y de la Amazonía, refugio pleistocénico durante las glaciaciones, hogar de pueblos mojeños, trinitarios y yuracarés, productores del más fino cacao de Bolivia, que transportan por río para su procesamiento en la ciudad de Sucre. La VIII Marcha Indígena ha despertado la solidaridad del país. Miles de estudiantes, jóvenes, trabajadores, colectivos y personas sensibles marchan en las diferentes ciudades del país, convocándose persona a persona, por las redes de internet o por correo, pidiendo que el proyecto carretero quede sin efecto o por lo menos se modifique el tramo. Las protestas son diarias, la recolección de alimentos y vituallas también. Los
medios están copados con las noticias de la Marcha y del TIPNIS, los analistas intercambian criterios para tratar de entender la tozudez
del presidente y sus ministros. El debate diario es sobre el TIPNIS.
Ni las elecciones para el poder judicial de octubre alcanzan un poco de visibilidad, todas las miradas se dirigen a los pobladores indígenas. Los cientos de mujeres que marchan son casi la mitad de todo el grupo y llevan su hogar a cuestas, niños, bebés y ancianos, instrumentos para cocinar y un equipo mínimo para dormir a la intemperie. Caminan diariamente, a veces sin más comida que un poco de arroz. No se detienen con las afrentas, ni con las acusaciones, no les interesa que escuchen sus conversaciones telefónicas o les digan que están financiados. Tampoco los han detenido hasta ahora las soberbias invitaciones al diálogo emparejadas con calificativos denigrantes y prepotentes de las autoridades. Han establecido una alianza histórica
entre pueblos andinos, quechuas y aymaras y pueblos amazónicos, del Chaco y el Pantanal. Esa es su mayor fortaleza.
Los activistas del país y del mundo asistimos a una lección de vida conmovedora, para nosotros y para nuestros hijos, quienes gracias a este sacrificio indígena tal vez consigan conocer un día a los niños indios que pescan con sus flechas, expertos navegantes de ríos y lagunas. Quien sabe puedan ver el bosque en pie y las aves que recorren miles de kilómetros en su ruta desde el Norte o desde Pantanal. Disfrutarán de las delicias del sabor del chocolate silvestre, que nada tiene que ver con la manteca coloreada de los expendedores de chatarra. Y escucharán la música de los buscadores de
la Loma Santa, porque el TIPNIS es también una reserva musical.
Los pueblos del TIPNIS nos necesitan. Acudamos al llamado de la vida.
Link del video: Territorio y Dignidad
Patricia Molina
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