Al frente estaban los cerros de los Avechucos, una cadena de montañas labradas por los vientos encontrados del Magdalena y la Cordillera, cuyo nombre significa ave encantada del pantano. Al lado un árbol y abajo las vegas alrededor de la loma donde estábamos trepados. No llegaba ninguna seña ni en forma de ave, ni en forma de viento, ni en forma de brincos en la piel. “Pongan cuidao, pongan cuidao”, decía Helí. O tal vez sí llegaban pero no lográbamos descifrarlas. El cielo estaba nublado y nosotros contentos porque el sol de Ortega no nos tostaría la piel, que bien caliente que sí es esta tierra.
Es que estábamos en el encuentro de comunicación y memoria histórica con el Pueblo Pijao en la emisora CRIT 98.0 en Ortega, Tolima. El encuentro hace parte de un proceso que desarrolla el Tejido de Comunicación de la ACIN, con 10 emisoras indígenas del país. Días atrás se hizo el primer encuentro en Totoró, Cauca y ahora las brisas del Magdalena o Yuma, como le llama el Pueblo Pijao, nos daban la bienvenida.
Los encuentros tienen como finalidad recoger parte de la memoria histórica de 10 pueblos indígenas en igual número de emisoras indígenas del país, al tiempo que se aporta en la revisión y ajustes a la parrilla de programación y fortalecer los saberes en edición digital de audio. Se recoge un hito histórico que se plasma en un programa radial y en un escrito. Y en esas andábamos cuando se nos ocurrió que estando Quintín Lame tan cerca no podíamos dejar de ir a visitarlo. Y para allá nos fuimos y estando en la lomita donde reposa su espíritu fue que Helí Tapiero nos hizo la pregunta que aún no respondemos.
Y aquí hay que decir la situación de la emisora, sí que es complicada. Sin recursos económicos y con muchos problemas técnicos en transmisores y sistema eléctrico. Los pocos recursos que ingresan no alcanzan ni para pagar los servicios públicos. Las personas que hacen la programación participan como voluntarias lo que dificulta su situación personal y el desarrollo del trabajo radiofónico. Mucho vale la pena que los ministerios implicados también dediquen tiempo y recursos económicos para atender estas situaciones, que pasan en todas las emisoras indígenas.
El tema de memoria histórica es ancho y largo y a veces ancho y ajeno. Y la razón es que ahora todo se está perdiendo. La misma Corte Constitucional dice que hay 35 pueblos que están en riesgo de exterminio físico y cultural, mejor dicho: que van a ser borrados del mapa físico y del mapa mental del mundo; que si no nos ponemos las pilas todo el saber que tiene el Pueblo Pijao, en este caso, se va a ir a la tierra del olvido, al planeta de la no memoria.
Recordando con el corazón llegamos a la conclusión de que nos gustaría recoger la historia del tejido balai. El balai es un tejido en forma de aro con cintas de iraca tensadas y entrecruzadas que es utilizado como cernidor y colador. Cuela la chicha, el jugo, el agua, la harina, y como dicen en el Tolima, jum, muchas vainas más.
Y todo lo que cuela nos da la idea de los saberes que están en riesgo. En la semana que duró el encuentro nos dieron a probar la chicha de maíz y de palma real. Son manjares y exquisiteces que elevan el espíritu a conexiones con otros seres. Juepuerca, qué ricura. Y camino a la morada de Quintín nos dieron a probar los cuescos, frutos similares al chontaduro producidos por la palma real. Se puede comer su pulpa quitando la cáscara. Dicen que casi no los comen porque deja una carraspera en la mitad de la garganta. Dos de nosotros comimos y no la sentimos. Pero también se puede comer la almendra que tienen las pepas, así como se come la almendra de la pepa de chontaduro. Son aceitosas y ricas, de lo que se dice ricas en erre alargada. Con la pulpa de los cuescos se puede preparar chicha, imaginen el sabor. Estamos culimbos si dejamos perder estos saberes y sabores.
Y es que hablamos apenas de un aspecto. Qué decir de su espiritualidad o de los saberes medicinales. Mientras caminábamos Helí nos iba nombrando cada planta y su poder, nos hablaba de los ciclos lunares, los animales y el clima, los espíritus y del trayecto que recorrió el cuerpo sin vida de Quintín, pues el párroco del pueblo no dejó que fuera enterrado en Ortega. También nos habló de las andanzas y travesuras de Quintín y de la escuela que tuvo por esos lados para enseñar la legislación y los derechos indígenas. Se le escapaban largos suspiros, porque en tolimense se alargan las palabras y los suspiros. No había que tener poderes psicoanalíticos ni paranormales para saber de dónde venían y a dónde iban esas nostalgias.
En la radio nos saludaba Manuel Rodríguez, un gobernador y comunicador indígena, con más chispa y malicia que veinte pijaos juntos.
Nelly, una gobernadora de largo tiempo y muy dada a las andanzas de las luchas y las capacitaciones nos acompañó todo el tiempo. Y entre charla y charla dijo que este tema del balai era muy importante. Porque hoy había mucho por colar “tanta mugre que llega, tanta porquería. Llegan megaproyectos, llegan propuestas, llega toda la cultura de la música y las jodas que hay que comprar y que nos hacen olvidar de lo que somos”. Así que el tema era propicio para contar parte de la historia pijao y para estar alertas ante lo que viene de afuera que puede hacer daño. “El balai nos sirve para separar el provecho del afrecho”, decía la gente reunida. Y se refirió concretamente a dos de los megaproyectos que los van a afectar: el distrito de riego “Triángulo del Tolima” y la explotación minera en el municipio de Cajamarca.
Entre historia y memoria quedó claro que había la necesidad de enfrentar los proyectos que nos dañan, de colar lo que no sirve y de retomar el saber ancestral; una forma de recuperar esos saberes podrían ser las escuelas ancestrales: la escuela de tejidos, la escuela de alimentos, entre otras.
Ese fue el tema del programa radial, del escrito y del mural. Lo que la gente iba conversando se grababa y luego con unas entrevistas y voces de narradores del mismo Convite Radial (equipo de comunicación) se armó el programa. Así mismo se definió un dibujo para hacerlo como mural, que dicho sea de paso quedó una lindura, como podrán ver en la foto. Así se iba acabando el tiempo y era hora de regresar a casa: unos para sus lugares en Ortega y otros, los del Tejido de Comunicación, rumbo al Cauca para acompañar otro encuentro del mismo tema en Santander de Quilichao y luego en Buenaventura.
Pero les traíamos el cuento de que los veinte que estábamos en el encuentro nos habíamos ido a visitar a Quintín, “el indio que no se doblegó ante la injusticia”. Así dice su epitafio. Qué necesaria esa rebeldía hoy día cuando hay tanto doblez y ‘doblegamiento’. Tratamos de descifrar la pregunta de Helí: la tumba miraba a los Avechucos (la cadena montañosa que mencionamos antes), había un árbol a unos 15 metros, había unas tumbas más abajo, de descendientes de Quintín, abajo en las vegas, palma real y potrero. Muchos hilos pero ninguna trenza.
“Nos rendimos” dijo Julián en nombre de todos y todas. Y entonces llegó la respuesta. “Esta loma donde estamos es una persona acostada, dijo Helí, y Quintín está enterrado en el ombligo. El ombligo es muy importante, es lo que nos conecta con la vida, con la madre”. Claro, si uno se alejara o se elevara un poco podría ver que la colina es una persona que reposa sobre su espalda. La pierna derecha está un poco flexionada y la izquierda se encuentra estirada. La cabeza y los brazos han sido erosionados por el ganado.
Y en el ombligo de ese gigante en reposo, mirando a los Avechucos, reposa otro gigante de cabellera larga hasta los tobillos: el indio que no se doblegó ante la injusticia, Manuel Quintín Lame Chantre.
Tejido de Comunicación y de relaciones externas para la Verdad y la Vida – ACIN
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