Hay mucho más, pero por ahora comparto hoy, 12 de Octubre, día de la conmemoración y del abuso, un viento que viene y persiste y que, aunque no esté en las calles, vuela en el corazón de ustedes y de otras MUJERES, que (re)conocen lo que no tiene precio y lo están defendiendo. Parece imposible. Lo ha sido desde hace 520 años.

 

 

12 de Octubre con Ustedes Compañeras

Me dieron ganas de conmemorar este 12 de Octubre. Ha sido un día terrible por muchos motivos. Tengo a la vista un parqueadero de carros en el Norte moribundo y organizado. Hablo para escucharme la voz y las pienso. Compañeras, hermanas. Hoy las he visto estallar. Dora frente a las injusticias de autoridades y Consejerías, Vilma en la Plaza de Bolívar, Isadora en la Minga frente al cambio de agenda de una lideresa, Conita ante los abusos que la iban a expulsar por ser coherente. Ustedes, pero también miles más que desde la Cxab Wala Kiwe están resistiendo desde el silencio y la penumbra. Una ira preciosa, viva, profunda. Por eso hoy, contagiado de esa ira comparto. Me dejo acompañar en el destierro por ustedes.

Acabo de terminar de leer Calibán y la Bruja, de Silvia Federici (lo publicó el Colectivo Situaciones). Un trabajo de investigación impresionante y necesario que para mí, llena un vacío, establece un eslabón que había sido ignorada hasta ahora y explica necesariamente hechos.

Resumo sin explicar para provocar: la cacería de brujas (en Europa, pero también durante la Conquista) es el equivalente de la “naturalización” de la explotación de la Naturaleza que hace el Capital durante el proceso (inicial y recurrente) de acumulación originaria (o primitiva). Hasta ahora, se asume que se trató de “liberar” la mano de obra, el trabajo, para que este se vendiera como mercancía, despojado de sus vínculos con la tierra y destruidas las relaciones de producción artesanales. Pero esto se refiere a la creación brutal de una clase obrera, trabajadora masculina. Lo que se ha ignorado es que simultáneamente, la Naturaleza y sus formas de producción y reproducción de la vida, se transforman simultáneamente en procesos naturales, sin costo y sin obligaciones para quienes las explotan. Al obrero “liberado” o despojado del vínculo con la tierra, por el capital, se le paga (mal y explotándolo) por su trabajo. A la Madre Tierra no se le reconoce el trabajo de producir y reproducir la vida. Se invisibiliza este trabajo para explotarla sin remunerarla ni reconocer el daño que se le ocasiona.

Lo mismo se hace con el trabajo de producción y reproducción de la vida que hacen las mujeres. Se les despoja de valor. La tarea de procrear, proteger, alimentar, curar, trabajar, producir y reproducir de la mujer, en la transición de la edad media al capitalismo, reforzada por la Conquista, se desaparece, se niega. La mujer es desprendida por el Capital de la Madre Tierra, pero además, es despojada de su existencia. Ni siquiera es esclava. No existe. Es negada. Es función gratuita de la mujer reproducir la fuerza de trabajo para el Estado y el Capital, según se ordene. Con ello, hombres y mujeres explotados se dividen, se confrontan hasta hoy. El hombre explota a su compañera para que acumule el Capital. Se asume un nuevo papel para la mujer (ama de casa no remunerada). El Capital y la modernidad se imponen a través de transformar a las mujeres en úteros para el sistema, en utensilios, en trabajo invisible, en adornos, en trabajadoras sin salario ni derechos. Sin esto, no solo no habría sido posible la extracción y la acumulación del Capital, ni el despojo, sino que no se entiende el capitalismo, la modernidad y la resistencia. Sin feminismo no hay revolución. Los derechos de la Madre Tierra están atados a los derechos de las mujeres. La invisibilidad de la producción y reproducción de la Vida para explotarla es un pre-requisito para el despojo capitalista, pero aún la izquierda y las propias feministas en sus versiones occidentales distorsionadas, han mantenido esto en el olvido.

No lo ven. El despojo y el extractivismo para la acumulación requieren de negar el valor de la naturaleza y de la mujer simultáneamente!!!
Mientras conversamos, les comparto una parte del texto porque hoy, ahora mismo, en el Continente y en el Cauca, las luchas indígenas de resistencia requieren del liderazgo sabio y valiente de las mujeres que comienza por no permitir de nuevo que se les niegue desde el machismo autoritario que define lo que le conviene al pueblo en su nombre y sin consultarlo. Hoy es 12 de Octubre. Desde hace muchos años, era el día de movilización nacional. Recuerdo un día, todavía en la vieja ACIN y antes del Tejido, buscando con Gustavo en los medios locales para descubrir que aún en donde había ocupación militar, hubo movilizaciones indígenas. Esto creció hasta el 2008. Desde entonces, se reduce cada vez más. El año pasado, los Embera se reunieron con Santos y el CRIC con Angelino. Este año, las manifestaciones son significativas, pero aisladas. Lo masculino, patriarcal y autoritario ha penetrado, a través de estrategias sofisticadas, aún entre algunas mujeres y líderes. Pero esa rabia, ese vínculo indeleble con la Madre Tierra, esa consciencia de ser unas con la vida, se convierte en resistencia, en rebeldía, en la decisión de no hacer silencio y encontrar la manera de no obedecer a quienes imponen abandonar el vínculo con las montañas, los ríos, la tierra y la vida. Ustedes sienten eso y viene de adentro, de atrás, de lejos y cerca. No duden. Está vivo y debe convertirse, desde la memoria de las mayoras, en camino y guía. Escuchen:

“En la fantasía europea, América misma era una mujer desnuda reclinada que invitaba seductoramente al extranjero blanco que se le acercaba. En ciertos momentos, eran los propios hombres “indios” quienes entregaban a sus parientes mujeres a los sacerdotes o encomenderos a cambio de alguna recompensa económica o un cargo público.

Por todos estos motivos, las mujeres se convirtieron en las principales enemigas del dominio colonial, negándose a ir a misa, a bautizar a sus hijos o a cualquier tipo de colaboración con las autoridades coloniales o los sacerdotes. En los Andes, algunas se suicidaron y mataron a sus hijos varones, muy probablemente para evitar que fueran a las minas y también debido a la repugnancia provocada, posiblemente, por el maltrato que les infringían sus parientes masculinos (Silverblatt, 1987). Otras organizaron sus comunidades y, frente a la traición de muchos jefes locales cooptados por la estructura colonial, se convirtieron en sacerdotisas, líderes y guardianas de las huacas , asumiendo tareas que nunca antes habían ejercido. Esto explica porqué las mujeres constituyeron la columna vertebral del movimiento Taki Ongoy (1560, un movimiento de resistencia liderado por mujeres). En Perú, también llevaban a cabo confesiones con el fin de preparar a la gente para el momento en que se encontraran con los sacerdotes católicos, aconsejándoles acerca de qué cosas contar y cuáles no debían revelar. Si antes de la Conquista las mujeres habían estado exclusivamente a cargo de las ceremonias dedicadas a las deidades femeninas, posteriormente se convirtieron en asistentes u oficiantes principales en cultos dedicados a las huacas de los antepasados masculinos-algo que tenían prohibido antes de la Conquista (Stern, 1982). También lucharon contra el poder colonial escondiéndose en las zonas más elevadas (punas) donde podían practicar la religión antigua. Tal y como señala Irene Silverblatt (1987:197):

Mientras los hombres indígenas huían de la opresión de la mita y del tributo abandonando sus comunidades y yendo a trabajar como yanaconas (Cuasi-siervos) en las nuevas haciendas, las mujeres huían a las punas, inaccesibles y muy distintas de las reservas de sus comunidades nativas. Una vez en las punas, las mujeres rechazaban las fuerzas y los símbolos de su opresión, desobedeciendo a los administradores españoles, tanto al clero, como a los dirigentes de su comunidad. También rechazaban enérgicamente la economía colonial, que reforzaba su opresión, negándose a ir a misa, a participar en confesiones católicas o a aprender el dogma católico. Y lo que resulta aún más importante, las mujeres no rechazaban sólo el catolicismo sino que volvían a su religión nativa y, hasta donde les era posible, a la calidad de las relaciones sociales que su religión expresaba.

Al perseguir a las mujeres como brujas, los españoles señalaban tanto a las practicantes de la antigua religión como a las instigadoras de la revuelta anti-colonial, al mismo tiempo que intentaban redefinir “las esferas de la actividad en que las mujeres indígenas podían participar” (Silverblatt, 1987:60). Tal y como señala Silverblatt, el concepto de brujería era ajeno a la sociedad andina. También en Perú, al igual que en todas las sociedades pre-industriales, muchas mujeres eran “especialistas en el conocimiento médico”, estaban familiarizadas con las propiedades de hierbas y plantas, y también eran adivinas. Pero la noción cristiana del Demonio les era desconocida. No obstante, hacia el siglo XVII, debido a la tortura, la intensa persecución y la “aculturación forzada”, las mujeres andinas eran arrestadas, en su mayoría ancianas y pobres, reconocían los mismos crímenes que eran imputados a las mujeres por juicios de brujería en Europa: pactos y copulación con el Diablo, prescripción de remedios a base de hierbas, uso de ungüentos, volar por el aire y realizar amuletos de cera (Silverblatt, 1987:174). También confesaron adorar a las piedras, a las montañas y los manantiales, alimentar a las huacas. Lo peor de todo fue que confesaron haber hechizado a las autoridades o a otros hombres poderosos y haberles causado la muerte.

Al igual que en Europa, la tortura y el terror fueron utilizados para forzar a los acusados a proporcionar otros nombres a fin de que los círculos de persecución se ampliaran cada vez más. Pero uno de los objetivos de la caza de brujas, el aislamiento de las brujas del resto de la comunidad, no fue logrado. Las brujas andinas no fueron transformadas en parias. Por el contrario, “fueron muy solicitadas como comadres y su presencia era requerida en reuniones aldeanas, en la misma medida en que la conciencia de los colonizados, la brujería, la continuidad de las tradiciones ancestrales y la resistencia política consciente comenzaron a estar cada vez más entrelazadas” (ibídem). En efecto, gracias en gran medida a la resistencia de las mujeres, la antigua religión pudo ser preservada. Ciertos cambios tuvieron lugar en el sentido de las prácticas a ella asociadas. El culto fue llevado a la clandestinidad a expensas del carácter colectivo que tenía en la época previa a la Conquista. Pero los lazos con las montañas y los otros lugares de las huacas no fueron destruidos”. De Calibán y la Bruja, por Silvia Federicci, páginas 345-347.

Hay mucho más, pero por ahora comparto hoy, 12 de Octubre, día de la conmemoración y del abuso, un viento que viene y persiste y que, aunque no esté en las calles, vuela en el corazón de ustedes y de otras MUJERES, que (re)conocen lo que no tiene precio y lo están defendiendo. Parece imposible. Lo ha sido desde hace 520 años. Pero eso, lo imposible, es lo que siempre ha hecho la Madre Tierra y Ustedes: resistir para que la vida regrese después de esta pesadilla de la codicia. Por encima de todo, en fraternidad y con sabiduría, resistir. Que el próximo 12 de Octubre sea el renacer desde adentro de lo que ustedes saben parir. Citando a Shekespeare en la Tempestad, obra que da nombre a su investigación, Silvia Federici termina este capítulo que les he compartido con la promesa que habita en la imaginación de Calibán:

No temas; la isla está llena de sonidos
y músicas suaves que deleitan y no dañan.
Unas veces resuena en mi oído la vibración
de mil instrumentos, y otras son voces
que, si he despertado tras un largo sueño,
de nuevo me hacen dormir. Y, al soñar,
las nubes se me abren mostrando riquezas
a punto de lloverme, así que despierto
y lloro por seguir soñando
(La Tempestad, Acto III)

Lloro hoy, 12 de Octubre de 2011, por estar lejos, pero sigo soñando y haciendo el camino y la palabra que ustedes ponen en libertad.

Manuel Rozental