La peor decisión que ha tomado Colombia desde 1819. La destrucción se advirtió desde 1990. Hasta café está dedicada a importar Colombia. Las exportaciones, un castillo de naipes. Según Fedegan, apenas en el 2018 estarían preparados el ICA y el Invima para romper ciertas barreras sanitarias.

La agenda interna, una manera de engatusar al productor haciéndole creer que va a sobrevivir. Los empresarios hermafroditas. El TLC ¿es irreversible? Si soy el último colombiano que se sigue oponiendo al TLC, lo seguiré haciendo.

Mientras más oigo a los ministros y a los directivos de la SAC y de ANIF, más me convenzo de que he sido yo quien ha abrigado la razón en este prolongado debate. El país carece de cualquier tipo de preparación para la aventura en la que lo van a meter. No se ven sino tragedias. O muéstrenme ustedes una fortaleza, una cualquiera, en cualquier sector, qué es lo que va a vender Colombia en Estados Unidos y con qué recursos. Es inaudito que después de escuchar este drama de dolores, donde no hay ni carreteras, nos digan que vamos a torear a la primera potencia agrícola del mundo y, como si fuera poco, también a los europeos y a los del Mercosur y a los coreanos y a los japoneses. Realmente inaudito. Me ratifico en una idea, ministros: esta es la peor decisión que ha tomado Colombia desde 1819, desde que nos independizamos de España. Así de simple. No hay ninguna posibilidad de que el TLC pueda terminar bien para Colombia.

La explicación es sencilla. Estados Unidos no pudo quitarnos en la OMC todos los instrumentos de protección. No pudo, porque se unieron los países pobres de la Tierra y alguna protección pudieron mantener. Y como Washington no pudo contra todos nosotros juntos, entonces ahora nos coge uno por uno y nos masacra. ¿En qué consiste la masacre? Se reúnen las trasnacionales gringas, definen qué les interesa en Colombia y en México y en Chile y en Perú, llaman al presidente de Estados Unidos y le dicen: conviértame estas necesidades nuestras de negocio en un contrato llamado TLC. Y el gobierno de Estados Unidos viene y lo hace. Los negociadores de Colombia no negociaron nada, paja, ¿o qué negociaron, correr dos o tres meses un periodo de desgravación? Reafirmo que lo que negociaron fue el orden de la quiebra. Los de la Canasta A se quiebran el primer año; los de la Canasta B, el quinto; los de la Canasta C, el décimo y así sucesivamente. En eso consistió la negociación y más lamentable no pudo ser, un resultado que no se lo inventó el senador Robledo. En Colombia llevamos, también lo he repetido hasta el cansancio, veinte años de libre comercio. Algunos lo advertimos desde febrero de 1990. Abdón Espinosa Valderrama lo dijo: van a destruir a Colombia. Y yo, que era un profesor universitario, también desde esos días he estado martillando: señores del gobierno, no les va a funcionar.

¿Cuál es la historia del agro en el ambiente del libre comercio? Repito, el libre comercio no va a empezar con los TLC. Empezó en 1990. Y a todos los productos agrícolas colombianos a los que les han impuesto libre comercio, absolutamente a todos, es decir, cero protección, los han borrado del mapa. Borraron del mapa el trigo y la cebada, alcanzó a desaparecer el algodón y, si lo resucitaron, fue porque le quitaron un poquito de libre comercio y hay unos convenios de absorción y unos subsidios. En maíz, que aún no se ha acabado, estamos en dos millones de toneladas de importaciones. Algo queda, justo el segmento al que no le han quitado la protección. Hay leche, carne de res, carne de pollo, carne de cerdo, porque están protegidas. Es la realidad que muestran las matemáticas, las cifras, no inventos del senador Robledo. Colombia importaba 700 mil toneladas en 1990, todo prácticamente trigo, y hoy estamos importando cerca de 10 millones de toneladas de productos del campo, equivalente al 30% del total de lo que produce Colombia. Y resulta que ahora viene el TLC a quitarnos esa mínima protección que nos queda y a liquidar el resto. Se va a acabar la producción ¿por qué? ¿Porque nuestros agricultores son estúpidos, cretinos, no saben, no entienden? No. Porque para ponerlo en términos gráficos, un conejo no puede desafiar a un tigre. Colombia no es competitiva en nada con respecto a la agricultura norteamericana. En tropicales, sí, como banano, cacao o café, porque ellos no pueden producirlos por razones del clima. Pero no hay a quien clavarle un banano más en el mundo, está todo el mundo cachetón, con la boca llena de banano. Hasta en café nos tienen listos, ministro. Está agonizando la caficultura colombiana y estamos dedicados a importar café. Nos van a meter los gringos y los europeos café africano por la vía del TLC.

Es la realidad que nos muestran las cifras y de la que no vamos a salvarnos con paños de agua tibia. El ministro dice que en el arroz la protección no se va a desmontar de un día para otro, y es verdad, pero una importación de ochenta mil de blanco es un montón de arroz y, ojo, con cero arancel. Para eso son las Trading Company, usted lo sabe, ministro. El truco completo es que usted importa 80 mil toneladas con cero arancel o puede importar 160 mil con arancel del 40%. Porque, finalmente, el comprador lo que hace es un promedio. O le pueden entrar muchas más con arancel del 20% y de pronto le entran también, porque los subsidios de ellos los ponen en los niveles que los tengan que poner. Y un ingreso a Colombia de 80 mil toneladas de blanco, o de 160 mil, hunde los precios internos, eso lo sabe todo el mundo, y puede acabar con el arroz o por lo menos darle un golpe de muerte. Lo mismo le va a pasar a la leche y a la carne de cerdo y de pollo. No es que desde el primer día entre todo, pero sí volúmenes lo suficientemente grandes para desquiciar el aparato productivo. Ahora, si el consuelo es que el último no se quiebra hoy sino dentro de diez años, pues también me opongo a que el país lo arrasen dentro de una década. Cómo así que no hay problema porque al país lo van a desbaratar dentro de diez años. Diez años pasan así y qué va a pasar con este país dentro de una década.

El castillo de naipes de las exportaciones

Pero me pregunto ¿qué es lo que vamos a exportar? Es que aquí, y este debate lo estoy haciendo ante la Comisión Quinta desde el 2002, llevo nueve años denunciándolo. Y siempre pregunto qué vamos a exportar y me dicen “es probable”, “de pronto”, “quisiéramos”, “puede suceder”. Y siempre se inventan una fruta nueva. No sé, pero los que tenemos aquí más años hemos oído hablar de que al país lo va a salvar la piña, que la pitahaya, que el cardamomo, que el carambombo, que la uchuva ¡y ahora las fresas! Apenas hoy las oigo mencionar como la estrategia de salvación del país. Me da pena, pero no es posible reemplazar todo lo que se va a perder exportando unas cuantas frutas. Además, lo dije hace un mes también aquí, un estudio del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, el ministerio de ellos, concluye que las exportaciones de vegetales y de frutas de Colombia a Estados Unidos van a crecer en cero por ciento, aquí está el dato. Lo reafirman ellos, porque, entre otras cosas, introducir cualquier producto a Estados Unidos ya sabemos cómo es. Ahí acaba de denunciar el presidente de Fedegan que en el mejor de los casos, apenas en el 2018 estarían preparados el ICA y el Invima para romper ciertas barreras sanitarias. El colmo de la irresponsabilidad, porque el Tratado se está negociando desde el año 2002 y se aprobó en el 2006, y romperemos las barreras si a los gringos se les da la gana. México no ha podido exportarle un ala de pollo a Estados Unidos. Simplemente, no lo dejan por razones sanitarias.

Esto del libre comercio no es un juego ni hay fair play. No es que Estados Unidos nos diga: colombianos, exporten lo que sea y si nos ganan en el libre comercio, nos ganan y todos tan amigos. No. Así no funciona el libre comercio. Esto es una guerra a muerte. Y la acaba de declarar Obama. Acaba de anunciar, y por eso se desempantanó el TLC, que van a inundar el mundo de productos agrícolas e industriales norteamericanos, pues no van a dejar que su economía se siga hundiendo sin ellos aumentar primero las exportaciones. Y están emitiendo dólares todos los días, mejor dicho, falsificando dólares, y en solo revaluación, entre el 2006 y esta fecha, ha perdido Colombia el 20% de la competitividad. Le pregunté a un empresario: “Cuánto es 20% en competitividad”, y me respondió: “Eso es toda la competitividad del mundo”. Pedirle a un arrocero, a un maicero, a alguien de los pollos que, para compensar la revaluación, mejore su competitividad en 20%, es condenarlo de antemano. Y aun si la mejora, los gringos le van a devaluar todavía más el dólar, porque que lo inundan, lo inundan. Desde antes de llegar al Senado tengo documentada la decisión de Estados Unidos de tomarse el mercado arrocero colombiano.

Vienen por todo. A Estados Unidos le crece su agricultura mucho más de lo que le aumenta su capacidad de consumo. O sea, tienen que aumentar sus exportaciones. No es un juego. Si mejoramos la competitividad en uno por ciento, ellos la mejoran en dos. Tienen todos los recursos para hacerlo. No es como nos lo quieren presentar, una competencia entre las hermanas de la congregación de la Madre de Calcuta, no, esto es a muerte. Y si nos pueden liquidar, nos liquidan. Y Estados Unidos nos dice como gran gracia, bueno, ahí les queda la minería, hagan lo que puedan. La minería es otro ejemplo del desastre al que ha sido llevada la producción nacional.

Hace 20 años estoy oyendo decir que vamos a inundar a Estados Unidos y a Europa con productos colombianos y la última cifra, de hace tres meses, es que, según el DANE, el 93% de las exportaciones de Colombia a Estados Unidos está compuesto por bienes primarios, increíble la cifra, ministro, usted sabe lo que significa. Que solo exportamos minería, banano, café y prácticamente nada más. Colombia no ha mejorado en nada su competitividad. Un país especializado en productos primarios, agrícolas y mineros es la peor economía del mundo. En eso es en lo que estamos.

Que al senador Robledo no le gusta el libre comercio. No. Lo que no me gusta es que se lo apliquen a Colombia, porque este país no sobrevive, no puede competir. En estos días a Alberto Carrasquilla lo entrevistan en el periódico El Tiempo y la periodista le dice: quedé sorprendida, doctor Carrasquilla, de la lista de lo que vamos a exportar a Estados Unidos porque es de poquísimos productos. ¿Usted qué opina? Y Carrasquilla explica: lo que pasa es que la estadística no tiene en cuenta el desarrollo de nuevos productos de exportación. O sea, ¿qué vamos a exportar? Algún día veremos, algún día aparecerá un producto de exportación, esa es la explicación del exministro de Hacienda. Y cuando yo digo que no estoy de acuerdo, entonces el doctor Alejandro Gaviria, el decano de economía de los Andes, sale y me mete una vaciada en el periódico El Espectador y el señor Guillermo Perry me mete una insultada, porque ya hasta se cayó en la vía de la ofensa personal. Pero silencian los dos que uno es de la junta directiva del Bancolombia y el otro ha sido un hombre de los gringos toda la vida, como que ha trabajado con el Banco Mundial desde hace veinte años.

Y entonces estoy planteando otra cosa que va a irritar: que todos los que hablan de TLC digan qué intereses representan. Porque aquí no puede ser que unos pocos hemos puesto todas las cartas sobre la mesa, yo soy del Polo, por ejemplo, a nadie se lo niego, pero aquí vemos unos supuestos técnicos que representan intereses económicos de gente a la que le va a ir muy bien con el TLC y que se nos presentan como académicos. Ustedes recordarán que aquí Echeverri, el ministro de Hacienda, me regañó un día porque yo lo controvertía con alguna rudeza cuando él era un académico. Y después descubrimos que tiene negocios con por lo menos seis trasnacionales. Hay en este momento un artículo en The Economist, que trata sobre una reunión de la más importante asociación de economistas norteamericanos, exigiendo lo mismo: que quienes se llaman académicos en el debate económico, digan qué intereses, además de los de la academia, representan. Porque no puede ser que nos vistan como intereses académicos lo que está lleno de intereses individuales, personales, particulares. El que trabaja para Carrefour que lo diga, el que trabaja para la banca que lo diga, el que trabaja para los importadores que lo diga y que cada quien vaya aclarando lo que representa, porque no puede ser que esto se nos vuelva un debate en las alturas, cuando es un debate en el capitalismo. Aquí hay unos que ganan, así el país se acabe. Y las cifras son elocuentes. Informa la ONU: Colombia es el país número tres en la peor desigualdad social en la Tierra. En América solo nos gana Haití, una vergüenza mundial. Y es el resultado de veinte años de libre comercio, ¿o no? Si no, ¿qué es lo que es? Y claro, a quienes nos tienen de campeones en ese desastre les parecerá que el libre comercio es por completo maravilloso.

La agenda interna es un engaño

Cuando empezamos el debate, aquí mismo, hace unos años, no se me olvida, la bandera del gobierno anterior fue que no me preocupara, que con la agenda interna iban a arreglar el problema. Hablaron años de la agenda interna y apenas quedó aprobado el TLC, en el 2006, nunca más volvieron a hablar de agenda interna. Y ahora que viene otra vez el TLC, otra vez la agenda interna por aquí y por allá, la manera de engatusar a la gente y hacerle creer que va a sobrevivir, cuando no va a ser así. Y a propósito de agenda interna, estoy recomendando un artículo del profesor Guillermo Maya ( http://bit.ly/vlKRvo ), profesor de la Universidad Nacional, en la sede de Medellín, de muy alto nivel y muy interesante, ojalá toda la Comisión lo lea, que habla sobre la agenda interna de Inglaterra, de Alemania, de Estados Unidos, de Corea. ¿Qué fue allá la agenda interna? Modernizar de verdad, es decir, volver a cada país una potencia industrial. Porque, y usted lo sabe mejor que yo, ministro, porque aquí el economista es usted, no yo, país que se quede en la producción de materias primas, agrarias y mineras, se somete para siempre a la pobreza. No hay salida. País que se quede en las ventajas comparativas se condena a la pobreza para siempre. Está en todos los textos de economía.

Haciendo referencia a Colombia, dice entonces Guillermo Maya con toda razón: ¿cuál agenda interna? ¿Puede serlo si el gobierno se limita a hacer unas cuantas vías y a todas las llama del TLC, a todas las llama de la prosperidad? No tapan los huecos, hay 2.600 puntos colapsados en las carreteras colombianas, informa el ministro, pero resulta que con unas cuantas vías dizque vamos a salir del subdesarrollo. Alejandro Gaviria decía en estos días que esas vías malas, y son malísimas, se refería particularmente a las troncales, en cierto sentido protegen la economía nacional. Si lo que hubiera fueran mejores vías, peor serían las cosas, porque las troncales son las de la importación, como lo han venido denunciando todo el tiempo los agricultores. Vale menos el flete Buenaventura-Bogotá que el de Bogotá-Villavicencio, y la vía de la importación es la de Buenaventura.

¿Y qué va a pasar con las vías terciarias? A nuestros agricultores y ganaderos los van a poner a competir, ellos sacando sus productos por vías infernales y los importadores entrando los suyos por las mejores carreteras de Colombia. Aquí también hay que hacer un debate, ministro Cardona, y otro día lo hacemos. Para qué son las vías, por ejemplo, la del Túnel de la Línea. Qué es lo que el país va a exportar o importar por allí. Lo he dicho aquí y lo repito. Más del 60% de lo que mueve el puerto de Buenaventura es mercancía de importación y la mayor parte de lo que el país exporta por Buenaventura se produce al otro lado del Túnel de la Línea con respecto a Bogotá. O sea que si me pongo un poquito malpensado, llego a la conclusión de que el Túnel sirve es para abaratar las importaciones hacia Bogotá, el principal mercado de Colombia. Cuando el gobierno les dice a los arroceros que se propone mejorar la vía Buenaventura-Bogotá, no les está diciendo propiamente que les quiere mejorar la competitividad a los arroceros del Meta, Tolima y Huila, sino que les va a entrar más barato el arroz que acabará a arruinándolos. Luego esto requiere un debate de detalle.

¿Que se va a mejorar la navegación por el río Magdalena? Pregunto: qué va a exportar Bogotá por el río Magdalena, qué. Pero yo sí les puedo decir qué se va a importar en un momento dado por ese río. No me opongo a que se mejoren las vías, simplemente le llamo la atención al país de cómo el tema es bien complejo. Entonces, quien monta el cuento de que adecuarnos al TLC es mejorar las vías, expresa un nivel de ignorancia o de incomprensión o de astucia supremamente grande. Porque puede ser, dependiendo de qué vías sean de las que estemos hablando. Son las realidades que nunca se plantean.

Concluyo diciendo que no es que algunos colombianos pierden y otros ganan. Eso no sería lo grave. Lo grave es que pierde el país como un todo y ganan unos pocos colombianos. Ese es el debate. ¿Colombia como un todo gana o pierde? Creo que pierde y ganan unos cuantos compadres conectados con los intereses de las trasnacionales. Esas compañías de importación –las Trading Company– tienen otro sentido. Creo que apuntan a convertir a los productores de pollo en importadores del pollo. El exministro Rodrigo Llorente, alguien a quien usted conoce, acuñó el término “empresarios hermafroditas”, un nombre curioso que les puso a unos empresarios que se volvieron importadores de los propios productos que les arruinaban sus empresas y que pasaron de ser empresarios de la producción industrial a meros importadores. Fácilmente estas compañías de las que hablamos, por lo menos en el caso de los pollos, pueden orientarse a convertir en importadoras de pollo a las mismas firmas que hoy son productoras. Y eso tal vez salve a esos empresarios, llamémoslos hermafroditas, y solo a ellos. Pero pregunto: qué les pasa a los pequeños productores, qué les pasa a los trabajadores, qué les pasa a los campesinos, qué le pasa a la gente que no puede separarse de esta tragedia. Porque al final en Colombia no van a quedar sino dos tipos de colombianos, los pocos que lograron atar su suerte personal a la suerte de Estados Unidos y de las grandes potencias económicas, a quienes les va a ir de maravillas, como les está yendo hoy, y los que no pueden separar sus intereses personales de los intereses de la nación y se van a arruinar. Creo que a estos segundos pertenece casi todo el país.

El TLC ¿irreversible?

Y entonces me dicen: senador Robledo, es que la discusión ya no vale la pena, porque usted puede tener razón, pero a lo hecho, pecho. Pues no. Porque para mí a lo hecho, pecho, es, ministro, que le seguiré poniendo el pecho a esta brisa diciendo que no debe haber TLC. Porque no me pueden pedir que me ponga de acuerdo con un Tratado que va a ser tremendamente dañino para Colombia. Ni les pueden pedir el día de mañana a los arroceros, a los ganaderos, a los lecheros y a todos los que se van a arruinar con el TLC que sonrían para la foto y que, yéndose a la quiebra, digan que es así como ellos van a hacerle una contribución al progreso de Colombia. ¿Nos cruzamos de brazos porque a dos o tres personajes muy importantes, vinculados con los intereses de Estados Unidos, se les ocurrió afirmar que aquí ya no hay nada que hacer? No. Me seguiré oponiendo y si soy el último colombiano que se sigue oponiendo, lo seguiré haciendo.

Los TLC no son, como nos quieren señalar aquí, procesos irreversibles. Todo tratado contiene una cláusula de denuncia o, en otros términos, Colombia unilateralmente puede decirle al gobierno de Estados Unidos que no va más, y se acabó el asunto. Así se pongan muy bravos en Washington, esa posibilidad legal existe. Y si aquí las cosas se confirman, como creo que se van a confirmar, que con el TLC va a sobrevenir la destrucción de este país, la nación tiene que entrar en la actitud sensata de decirles a los tres o cuatro intermediarios que busquen otro oficio, que se ganen la vida de otra manera, que aquí hay mucho en qué trabajar y hasta en qué enriquecerse, pero que no sea haciéndole huecos al casco del barco en el que todos navegamos. El oficio de intermediario de la ruina nacional tiene que estar prohibido en Colombia. No se puede permitir entonces que sigan haciendo daño esos tres o cuatro personajes que se la pasan todo el día taladro en mano haciéndole huecos al barco, porque ellos tienen chalecos salvavidas, lanchas rápidas y helicópteros y viven como reyes en Nueva York o Miami.

Entonces, creo que la lucha sigue y el debate sigue. Y ya veremos qué dicen los hechos. Y si los hechos confirman lo que algunos estamos advirtiendo, lo inteligente y lo honrado para todos los habitantes de este país es darle la razón a quien la tenga y echar para atrás ese adefesio, otorgándoles además el derecho a oponerse a él a arroceros, a ganaderos, a lecheros y a todo el mundo. Porque aquí se está diciendo que nos vamos a adecuar en un año. Y pregunto: con esos plancitos de cuatro pesos, ¿se van a adecuar? Paja. Les van a decir a los lecheros que los van a modernizar en un año. Por favor, si lo único que le falta a mucha leche en Colombia para salir a los mercados de gran consumo es montarla en tigre y en culebra, cuando los monopolios extranjeros van a entrar en conteiner y en superbarcos con todo tipo de facilidades.

En lo que a mí respecta, entonces, el debate sigue abierto y lo voy a seguir haciendo. Y me tienen que convencer, dar razones, argumentos, números. Decía en estos días Alejandro Gaviria: como el senador Robledo y otros que son reaccionarios están en contra del TLC, entonces yo por principio estoy a favor y no doy números. ¿Qué tal? El decano de economía de la Universidad de los Andes aduciendo que él no da números, que no tiene que demostrar sus afirmaciones. Y Carrasquilla, por otro lado, diciendo que algún día aparecerá un producto de exportación. Y Perry, insultándome. Dónde están las razones, los argumentos. Repito, señor presidente, y espero que usted no se ponga muy triste, pero aquí en esta Comisión va a tener debates sobre el TLC, por lo menos, los próximos tres años.

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