Miles de ciudadanos y ciudadanas se movilizaron frente a la Alcaldía de Toronto, Canadá, para protestar contra el Alcalde, Rob Ford, quien presentó un presupuesto para la ciudad que recortaría los más elementales e imprescindibles servicios a la comunidad.

 

Dicho presupuesto anuncia recortes de los servicios que se prestan especialmente en centros comunitarios, como por ejemplo: programas para jóvenes y niño/as, deportes, piscinas públicas, cursos de artes, bibliotecas, parques, guarderías infantiles comunitarias, hogares de refugio para la tercera edad y para mujeres víctimas de violencia, servicios para inmigrantes y gente con discapacidades físicas, entre otros servicios que han caracterizado a Toronto y al Canadá como social democracia con una red de seguridad social pública. Es evidente que las nuevas medidas del Alcalde son fundamentalmente un ataque contra los más vulnerables y afectarán directamente no solamente a la población de más bajos recursos en la ciudad, quiénes no podrán pagar por los servicios que hasta hoy no son solo gratuitos sino un derecho de la población, sino a inmigrantes y trabajadoras/es, cuyos recursos son insuficientes para mantenerse en una de las ciudades globalizadas más caras del mundo. Vivir en Toronto y en Canadá, para la mayoría de sus pobladores es viable gracias a un enorme y eficiente sector público que se ha financiado a través de políticas tributarias que generan recursos para la prestación de servicios y la garantía de derechos. Esta política redistributiva y de seguridad social es la que ha garantizado un nivel de bienestar social para la población Canadiense. Los gobiernos liberales y conservadores, bajo la doctrina del “Libre Comercio”, se han dedicado, en lás últimas dos a tres décadas, a desmantelar políticas tributarias redistributivas, a reemplazarlas por impuestos regresivos como el IVA y equivalentes y a privatizar recursos e instituciones públicas. La resistencia se ha hecho sentir hasta el momento, pero el gobierno Federal bajo el control del partido conservador y a las órdenes del poder corporativo (minero-energético) transnacional y financiero; y el gobierno local, de Toronto, bajo el recientemente electo alcalde Ford, han presentado reformas legislativas que dejan en el abandono a la población, imponen el ajuste estructural y favorecen los intereses de acumulación por desposesión de la clase transnacional de Toronto y del Canadá.

 

Ante este amenazador panorama y sabiendo que en la Alcaldía estaba reunido Ford con los concejales votando el presupuesto de ajuste, miles de ciudadanos salieron a protestar. Durante todo el día hicieron presencia frente a la Alcaldía y por las avenidas aledañas.  Las y los manifestantes tienen claro que, de aprobarse el nefasto presupuesto, todo lo que aún es servicio y derecho para la comunidad tendría que ser pagado por el usuario. La amenaza es grande, porque los servicios que maneja la ciudad, serán eliminados de un tajo y un mínimo restante será privatizado, de modo tal que los costos, no solo de estos servicios, sino de supervivencia, serán  inalcanzables para el bolsillo de los trabajadores y jubilados. Es el modelo que se ha implementado en América Latina, en África, en Asia y ahora en Grecia, España, Italia, Portugal y el resto de Europa, que se impone en Canadá y llega a Toronto a pesar del rechazo de la ciudadanía.

 

Teniendo claro que salir a protestar es un derecho fundamental de la democracia Canadiense que se exhibe y exporta al mundo entero como ejemplo, ciudadanos y ciudadanas salieron a ejercer este derecho, exigiendo que el Consejo de la ciudad vote en contra del proyecto de presupuesto presentado y presente otro que tenga en cuenta las necesidades sentidas de las mayorías. Mientras el Consejo debatía el articulado al interior de la alcaldía, miles de manifestantes presionaban un cordón policial exigiendo entrar al Consejo y expresar su desacuerdo de manera pública. Haciendo uso de una táctica establecida, grupos de policías antidisturbios, seleccionaban manifestantes y los capturaban de manera violenta en el propósito de amedrentar a los demás y provocar violencia. La gente mantuvo la presión de manera pacífica, mientras desde dentro, un grupo de personas abría las puertas y gritaba “Déjelos entrar”. Jess Lyons, con su hija Ruby, de 10 meses en brazos, se unió a la protesta. Su marido Jonah acababa de ser capturado violentamente por la policía, sin haber cometido ningún delito, en el momento en el que se acercaron las periodistas de diversas cadenas de televisión a entrevistarla y les manifestó con una serenidad ejemplar:

 

“No tengo miedo. No siento ningún temor. Estoy contenta de estar acá con mi hija. Estoy muy orgullosa por todo lo que está pasando aquí. Orgullosa de toda la gente que ha salido a expresarse, a manifestarse, a exigir que su voz sea escuchada. Eso es todo lo que veo. Gente que exige a un gobierno local que los niega, que los respete y los escuche. Eso no me da miedo, me llena de orgullo y fortaleza. Lo único a lo que hay que temer es al gobierno de Ford y a sus cómplices, lo mismo que a la policía cuyos abusos son contrarios a su mandato. No somos tontos ni idiotas. Entendemos perfectamente lo que está pasando acá. El alcalde le está entregando lo que es nuestro a intereses privados. Es el ajuste el que está mal y luchamos para resistirlo. Nos hemos dado cuenta del engaño. Yo si creo que hay que ajustar y recortar dramáticamente un programa en Toronto. El único programa que debe ajustarse y reducirse drásticamente es la financiación de la policía. Si creo que debe hacerse un recorte, pero a la Policía que no sirve más que para amenazar, generar violencia y perseguir a quienes defendemos nuestros derechos…”

 

Además de Jonah Gindin, activista e investigador que ha trabajado desde América Latina con procesos populares, otras 6 personas fueron violentamente capturadas durante las protestas de anoche en las que la única violencia provino de la policía y de los guardas de seguridad de la alcaldía.

 

No solo por la presión de las y los manifestantes y de toda la gestión legal que se activó de inmediato por parte de los mismos, pudo demostrarse en unas horas que no había ningún cargo contra las y los detenidos y la Policía tuvo que dejarles en libertad. Pese a la tensión que se vivió por la exagerada reacción de la Policía y de la Seguridad de la Alcaldía, que iban arrestando a quienes seleccionaban a dedo y a quiénes gritaban más duro, quedó demostrado que en Toronto no todo es propaganda y espectáculo mediático como estrategias para someter la democracia a intereses de lucro, sino que hay miles de personas conscientes dispuestas a luchar por sus derechos como pueblo, porque ni los mismos concejales que normalmente actúan con espíritu de cuerpo en torno del Alcalde Ford y de los intereses y grupos económicos que lo orientan, estuvieron de acuerdo con su presupuesto. Tras revisar las cifras se dieron cuenta de la inviabilidad de la propuesta y artículo por artículo, fueron rechazando varias de las medidas drásticas en contra de la comunidad a través de mociones de reforma que, en la práctica, invalidaron la mayor parte de la ley de ajuste de Ford. La reestructuración neoliberal seguramente seguirá impulsándose en Toronto y en el Canadá, así como las corporaciones transnacionales canadienses, con el apoyo del gobierno, imponen el despojo y la destrucción con el mismo ajuste en nuestros territorios. Pero en las calles y en los campos, está la gente que tanto allí como en el resto del mundo ha comprendido que en esta guerra contra los pueblos, el camino es la resistencia y el tejido de nuestras solidaridades por la vida.

Manuel Rozental y Vilma Almendra (Reporte para el Tejido de Comunicación para la Verdad y la Vida)