No puedo hacer silencio ante el dolor que les afecta, ni ante la amargura, la ira y la impotencia que suscita este hecho terrible en el que tres niños indígenas son gravemente heridos por un artefacto de guerra, por una bomba homicida, en un colegio.

 

Familiares, amistades, compañeras y compañeros de
Jean Carlos Cuetia Fernández
Eivar Yadir Pacho Cuchillo
Tiberio Dagua Quitumbo
Compañeras y compañeros de Jambaló.
Comunidades indígenas del Norte del Cauca

Queridas y queridos todos:

No puedo hacer silencio ante el dolor que les afecta, ni ante la amargura, la ira y la impotencia que suscita este hecho terrible en el que tres niños indígenas son gravemente heridos por un artefacto de guerra, por una bomba homicida, en un colegio. Nadie puede hacer silencio. Nadie podría permanecer distante ante esta terrible situación. Mi afecto y sentimiento van a las familias, a las amistades, profesoras y profesores y a las y los demás estudiantes, comuneras y comuneros.

Me enteré de la noticia, precisamente, a través de la corresponsalía que desde allí vienen haciendo, entre varios compañeros del Tejido de Comunicación, el padre de una niña asesinada por otro artefacto de guerra, Abel Coicué, padre de Maryi Vanessa. Abel nos convocaba ante la pérdida de su hija, a movilizarnos para expulsar la guerra del territorio. Reclamaba entre lágrimas que la muerte de su hijita tendría que servir, por lo menos, para detener este horror, para impedir que la masacre de niñas y niños continuara en una guerra contra los pueblos que se justifica a nombre de liberarlos o de defenderlos. Ni buscan liberarlos, ni quieren defenderlos. Los asesinos, vengan de donde vengan con sus armas, proyectos, promesas y discursos, son enemigos del pueblo, de la infancia, de las comunidades y de la vida. Solamente le sirven a quienes acumulan con la guerra, el terror y el dolor.

Pero estos actos de horror persisten, empeoran, duelen cada vez más y no se detienen. Esa es una verdad que hay que enfrentar en medio de la amargura, precisamente porque no hacerlo es permitir que sigan matando con total impunidad. Al decir que esto seguirá sucediendo hoy, cuando se vive la angustia por la supervivencia de estos tres niños, solamente señalo desde mi propia impotencia una verdad desesperante: mientras no generemos lo que haga falta para detener a los agentes de la muerte que sirven a la codicia a nombre de cualquier pretexto; Que matan y matan para que se beneficien unos pocos que explotan el dolor y la muerte. Mientras no se pongan todos los esfuerzos para hacerle Minga a Resistir la guerra y sus causas, se hacen muchas cosas, pero de poco sirven a la mayoría y de mucho a unos pocos que cada vez más calculan beneficios con la sangre que se sigue regando.

No digo esto desde la arrogancia. Lo digo compartiendo la tristeza y la ira. Acompaño en el dolor a las familias. Reitero mi compromiso unido al de todas y todos y reclamo, nos reclamo, dejar de lado todo eso otro que confunde, enferma y mata y sumarnos a sacar los actores de la guerra, los beneficiarios de la codicia, sean quienes sean y poner como prioridad resistir desde los mandatos del proceso y la sabiduría ancestral, para no encontrarnos con la dolorosa realidad de saber que mientras es cada vez mayor el terror y la ambición del opresor, es cada vez más débil la resistencia.

Obligado a la distancia y al destierro, por lo menos me queda hoy este grito de dolor y afecto que les hago llegar desde esta muerte permanente y lenta que es el exilio.

Con afecto

Manuel Rozental