He leído con atención y cuidado la carta de la ACIN, dirigida a las FARC, titulada ACIN: Rutas para la Paz en Colombia. Es, a mi juicio, un documento único, histórico, invaluable. Es decir, debería serlo. No precisa comentario alguno frente a lo que allí se dice de manera explícita y contundente. Reitera una posición sin ambigüedades y con la contundencia que tiene la verdad de una posición que es vivencia, vida y camino. 

Pero hay mucho más en la carta, de lo que solamente me parece urgente resaltar un aspecto. Señala contradicciones que han causado dolor y muerte. La carta sintetiza tanta injusticia, tanto abuso, tanto maltrato, tanto dolor y sin embargo, su tono es firme, pero abierto al diálogo. Señala abiertamente contradicciones que constituyen crímenes y al hacerlo exige que se reconozcan, que se aborden, que se superen de la única manera viable, es decir, en el diálogo que las ponga frente a todas y todos para verlas de manera ineludible. Muestra la forma en que los errores y abusos nuestros, requieren de la memoria y de la palabra de las víctimas de estos para no ser distorsionados, manipulados, justificados, encubiertos de manera que se pueda reincidir.
 
Señalo esto porque, aunque dirigida formalmente a las FARC, la carta está dirigida a todas y todos en Colombia. El Estado y el régimen, claro. Pero también a organizaciones y partidos, sectores, tendencias e individuos. La carta es, a mi juicio, un llamamiento a enfrentar contradicciones. A señalárnoslas y a abordarlas con autonomía y respeto, claro, pero sin que sea posible eludir con pretextos armados o desarmados, con discursos y maniobras, el señalamiento que nos hacemos unas y unos a otras y otros abierta y francamente. Desarmar las contradicciones. Es una convocatoria indispensable para la paz. Ineludible, pero siempre evadida. Una consecuencia directa de la guerra y de las intenciones de quienes se sirven de esta cínicamente para diversos propósitos, empezando por el primero, el de acumular, por parte del régimen, es que cada cual adquiere la capacidad sofisticada y precisa, para señalar las contradicciones del otro, de los otros. Para eludir las propias. Se convierte la guerra en una competencia a muerte entre contradicciones armadas que justifican la destrucción del otro. El teatro de operaciones militares. El Campo de Exterminio en el que se ha convertido el país en todos sus ámbitos, requiere de una legitimación imposible para la eliminación del otro. 
 
La carta de la ACIN, exige otra ética. Señala abiertamente y al hacerlo, necesariamente se abre, expuestos sus argumentos, a ser señalada. A señalarse a sí misma. Es con y desde el ejemplo que invita a desarmar contradicciones para dejar sin argumentos de discurso al odio y a las intenciones de destrucción e imposición autoritaria.
 
Bienvenida esta exigencia y que las contradicciones, armadas o no, queden sobre la mesa, para que la fuerza de los argumentos con o sin balas, no siga aplastando la verdad y nuestro derecho y obligación de mirarnos en el espejo que teja el país. Para que sacar ventaja e imponer los intereses de unos sobre todos, dentro y fuera de los procesos, no pueda escudarse en discursos coherentes que, en últimas, se sirven de verdades para irlas torciendo en mentiras con las que se mata y se elimina en las guerras militares y las otras.
 
Yo agradezco la carta y ojalá, nos ayude a comenzar a deshacer nuestra capacidad de maniobrar argumentos para encubrir intenciones otras.
 
Emmanuel Rozental
Para Pueblos en Camino: Tejiendo autonomías entre pueblos y procesos

 
 
COMENTARIOS: 
 
 
Comparto y agradezco el comentario. La carta tiene una dimension que va mas alla del remitente y del destinatario. Creo que es una buena sintesis de lo que deseamos y exigimos de todos los actores en contienda: el respeto hacia los no combatientes. Ademas este mensaje hace resonar en mi conciencia mis profundas raices mestizas donde lo negro, lo indigena, lo zambo, lo blanco y sus diferentes tonalidades se entrelazan dando origen al Colombiano. Esta carta no es solo del ACIN, ni va dirigida solamente a las FARC. Esta es una carta de todos y para todos. Que cada uno asuma sus responsabilidades es lo que se exige.
 
Alvaro Luna Porras