Una minga de 200 nasa llegó hasta el lugar del siniestro, desarmó el avión y se lo llevó. Luego hicieron riegos y despejes en el lugar, para apaciguar los espíritus de los muertos.
Si a alguien le quedaba duda sobre la osadía de los indígenas que esta semana desafiaron a la Fuerza Pública, al Estado y a la guerrilla de las Farc al exigirles que se vayan de Toribío y Jambaló, Cauca, la acción que desarrollaron este viernes no deja dudas sobre hasta dónde pueden llegar para que sus demandas sean oídas.
Pese a las advertencias de las Fuerzas Militares de que no se acercaran a la zona en la que cayó el avión Supertucano de la Fuerza Aérea Colombiana, siniestrado el miércoles y minado por la guerrilla, 200 indígenas de la familia nasa llegaron hasta el lugar y desarmaron el avión. (Ver galería).
Esta inesperada acción la realizaron con la condición de que se llevaran de inmediato esa aeronave a la que asocian con las desgracias que padece la región por cuenta del conflicto armado. Acto seguido, hicieron rituales para despejar el lugar, pues allí murieron los dos tripulantes del Supertucano, y consideraban necesario limpiar espiritualmente el área.
Las autoridades indígenas, encabezadas por el coordinador del plan de vida de Jambaló, Marcos Pechené; el coordinador de la guardia indígena, Javier Güegüé, y los dirigentes del cabildo, Hermes Pilcué y Saulo Mestizo, fueron las que convocaron la minga hacia la vereda San Antonio de este municipio.
En la mañana, la guardia y las autoridades indígenas, junto con los dirigentes comunales, se habían reunido para decidir las acciones de hecho que tomarían frente a los fuertes combates que se vienen presentando en Jambaló entre las Farc y el Ejército por el control de la zona tras la caída del avión. “Nuestro objetivo es limpiar el territorio, no queremos tener artefactos militares aquí. Esto se convirtió en una competencia por ver quién llega primero a sacar el aparato y es la comunidad la que está en riesgo”, dijo Marcos Pechené, alentando a la comunidad a salir en grupo a retirar los restos del avión de guerra.
Según lo relataron a El Espectador miembros de la comunidad que vieron el siniestro, dos aviones Supertucano sobrevolaron la zona rural del municipio, a las 2:50 de la tarde del miércoles, apoyando a las unidades del Ejército que enfrentaban a las Farc desde el 3 de julio, cuando la guerrilla tumbó la torre de comunicación por celular para aislar a la región.
“Acabábamos de almorzar y estábamos en asamblea cuando el avión bajó como para echar la bomba y de pronto vimos una ráfaga que salió de la montaña y luego el avión cayó”, dijeron los indígenas que, justamente, están refugiados en una escuela de la vereda Lomalarga, resguardándose de los fuertes combates.
A esa misma hora el presidente Juan Manuel Santos dirigía un consejo de ministros y uno de seguridad en el casco urbano de Toribío, a hora y media de camino (por carretera destapada) del sitio donde fue impactada la aeronave de fabricación brasileña.
Los combates persistieron hasta la noche del jueves, según reportes de la población. Ese mismo día, al caer la tarde, tropas de la brigada móvil 28 llegaron hasta el lugar y aseguraron la zona. Se esperaba que ayer una comisión de técnicos de la Fuerza Aérea Colombiana, que incluye a un especialista de la empresa fabricante del avión, Embraer, llegara al sitio para evaluar el estado de los supuestos explosivos enterrados con el fuselaje del avión. Sin embargo, el mal tiempo en la zona impidió el aterrizaje del helicóptero que los transportaba.
“Les insistimos a las autoridades indígenas en que corrían un alto riesgo al manipular los restos del avión, porque esta es una aeronave de combate que tiene material de guerra alojado en el fuselaje, pero ellos no quisieron escucharnos”, dijo el cabo Segundo Emery, encargado de controlar esa zona. No obstante, los dirigentes indígenas no hicieron caso a las advertencias y bajaron por la montaña con 200 pobladores.
Armados con sus bastones de mando y con manilas, los miembros de la guardia indígena lideraron las labores de extracción, mientras los demás miembros de la comunidad esperaban para cargar, pedazo por pedazo, los restos del avión hasta la carretera, a unos 150 metros, donde los recogería una camioneta. Los hierros retorcidos serían luego llevados a un punto de la zona rural donde no causaran problema a la población. Se esperaba que este fin de semana fueran entregados a una comisión humanitaria.
* Nombre cambiado.
Por: Gloria Castrillón/Enviada especial, El Espectador y Cromos, Jambaló, Cauca
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