Estimado señor Serrano: Le escribimos desde el Chxab Wala Kiwe, el territorio ancestral del pueblo Nasa. Lugar donde murió su hijo quien piloteaba el avión Super Tucano que se estrelló el miércoles pasado.

Tal vez usted nunca haya pisado nuestra casa pero sentimos desde la distancia que es nuestro hermano. Somos hermanos de sangre, del derramamiento de sangre. Podemos ver que sus ojos muestran el dolor de un padre que espera aún el regreso de su hijo a casa.  Es el mismo sentimiento de impotencia y desarraigo que tiene nuestro pueblo después de siglos de invasión, muerte y despojo.
 
Nuestros hijos también han sido arrebatados por una guerra que muchos afirman es una guerra sin sentido. Nosotros, al contrario, creemos que tiene un sentido muy claro y perverso: engañar al pueblo para que se mate a sí mismo y justificar así, su desplazamiento y su exterminio. Y mientras esto sucede, la propaganda oficial nos embrutece haciéndonos creer que existen 2 bandos, uno de héroes y otro de villanos. Ambos, a fin de cuentas, son hijos de un mismo pueblo que se emplea en la guerra para defender los intereses de los amos que desde la distancia se lucran con la muerte.
 
Andrés, su hijo, murió en Loma Larga, una vereda en donde hay toda una comunidad desplazada que contempla la lluvia de las balas desde el amanecer hasta el anochecer. Ellos, vieron caer el avión y acudieron inmediatamente para ayudar a su hijo. Esta comunidad, que no puede descansar por el sonido de las balas y las bombas y que apenas puede conseguir su alimento para el día, arriesgó su propia vida para proteger la de su hijo. Sin embargo, fue demasiado tarde.
 
Dicen que la Madre Tierra lloró tras la caída del avión porque una fuerte lluvia se sintió en todo el territorio. Nosotros así lo creemos porque la tierra llora a cada uno de sus hijos, sin importar  si es combatiente o no.  A nuestro pueblo también le duele cada víctima porque sentimos el dolor del otro. Conocemos cada uno de sus dolores porque nos ha tocado vivirlos. Nuestras mujeres han tenido que enterrar el fruto de sus vientres y privarse del derecho sagrado de ver a sus hijos crecer. Nuestros padres han entregado a la vida niños y niñas sanos que han regresado a sus hogares mutilados o muertos.
 
Por eso sentimos de cerca su tristeza. Compartimos su llamado para que la solución a tantas balas no sean más balas. Usted invita al presidente Santos para que utilice la palabra y no las armas en la solución de este conflicto. Él responde enviando cada vez más tropa  a combatir en nuestra casa. Nosotros llamamos a los pueblos para que se sumen a la defensa de los territorios. Para que todos desde los campos y las ciudades nos juntemos en la construcción de un modelo de vida en el cual no nos engañen para matarnos entre nosotros. Para que no nos hagan creer que la seguridad es la presencia de mayor número de armas. Para  que volvamos a trabajar juntos como lo que verdaderamente somos: hijos de la Madre Tierra.
 
Señor Serrano,  ahora nos une el dolor de los padres que han perdido a sus hijos. Pero nos une además la conciencia para entender que la paz solamente se consigue con el poder de la palabra. Nos sumamos a su voz para decir también que nuestros pueblos se merecen una verdadera paz, aquella que se construye sin Tratados de Libre Comercio, sin leyes en contra de la tierra, sin proyectos al servicio de la acumulación desmedida.  Ya es hora de que nos juntemos en una sola voz por la defensa de las vidas que aún no se ha perdido. Es el momento definitivo. Se lo debemos a cada uno de nuestros seres queridos que han sido asesinados en esta guerra con sentido.
 
Tejido de Comunicación – ACIN