En las casas como en las escuelas de los procesos indígenas de los Andes colombianos, se cuenta la historia de la heroína Gaitana, Cacica de Timaná, en el siglo XVI. Se celebra su valentía y la resistencia indígena empujada por esta gran mujer guerrera, hasta que la lucha que encabezó contra los colones españoles se volvió un mito nacional. La historia nacional redujo a la Gaitana a un cuento, ocultando la realidad de una lucha mayor contra la colonización y el despojo, pintando los retratos de una guerrera que, por ser mujer, solo puede ser un mito. 

 
Sin embargo la Gaitana no es un mito. Todas las mujeres indígenas son como la Gaitana. Todas estuvieron luchando al lado de los hombres desde siglos. 
 
En el Cauca, en el Sur-Occidente de Colombia, las mujeres indígenas Nasa empujaron los picos y los bastones para recuperar las tierras en los años 1970. Ellas participaron de la fundación del Consejo Regional Indígena del Cauca – CRIC, fueron la médula substancial del proceso organizativo: presentes en las acciones, partícipes en las asambleas, caminando, cocinando, cuidando a los niños… en el frente y en el fogón.
 
Mujeres guerreras milenarias silenciosas 
 
altNo obstante, el papel de las mujeres en el proceso indígena fue silenciado, hasta que ellas mismas, con mucha determinación, impulsaran el Programa Mujer en 1993, como Mandato del IX Congreso del CRIC. Desde entonces las mujeres Nasa emprendieron una labor para el reconocimiento del papel de las mujeres en el proceso organizativo y con el fin de que lograran conocer la historia del proceso y de las lideresas. En la zona Norte, en 1994, cuando se conformó la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca-ACIN,  se concretó el Programa Mujer al nivel zonal. 
 
Las mujeres indígenas del Norte del Cauca, en el marco del Programa Mujer, llevaron a cabo procesos de capacitación y de formación política de las mujeres. En el 2000, se creó la primera escuela de formación de liderazgo para mujeres indígenas, en Huellas-Caloto, en la cual ingresaron mujeres autoridades y coordinadoras del Programa. “Esta escuela tenía este enfoque: perder el miedo y concientizar a las mujeres, capacitarlas” cuenta Margarita Hílamo Mestizo, coordinadora del Programa Mujer y autoridad indígena en esta época, “yo tenía mucho temor de hablar el tema de mujeres, pararme en público y hablar, pero quería perder el miedo, y así como yo manifesté habían muchas mujeres que decían ‘yo quiero ser líder, yo quiero conocer pero tengo miedo’”.  
 
En un proceso aunque milenario, las mujeres tenían todavía miedo por estar despreciadas por los hombres, condición en común con todas las mujeres del mundo. Pero estas mujeres guerreras milenarias superaron el temor para empezar a hablar, aprender sobre la participación de las mujeres, sobre el tema del género, sobre los derechos humanos, la planificación y la salud sexual. Porque sin mujeres no hay gobierno propio, no hay autonomía, ni unidad. Porque ellas son parte del proceso y sin ellas el proceso no existe. Retomar la voz como mujeres fue una de las tareas más grandes del Programa Mujer. “Aprendí a ponerme en los zapatos de las otras mujeres” explica Margarita, quien estuvo orientando y escuchando a las demás mujeres, cuando los hombres las criticaban, teniendo temor de que ellas sobresalieran. 
 
El camino del Programa Mujer en el marco de la ACIN y del proceso indígena es profundamente político: es un trabajo de concientización, de formación, pero también se trata de liberar la palabra y analizar lo que pasa en las casas, las relaciones intra-familiares, de las violencias de las cuales son víctimas las mujeres, tanto por el maltrato como por el conflicto armado. Un trabajo de hormigas que se viene desarrollando en los 19 Resguardos indígenas de la zona Norte que cuenta, hoy en día, con 14 coordinadores del Programa Mujer. Creando diversos espacios de capacitación, desde lo político hasta lo económico (Escuela de Mujer, Territorio y Economía), las mujeres se reivindicaron no solo como mamás, sino también como educadoras, tejedoras de verdad y de vida. “Las mujeres hacemos de todo y nada nos queda grande” dice Margarita. 
 
Mujeres víctimas de violencia, mujeres frente a la guerra
 
altAdemás de la formación política, las mujeres Nasas han estado desarrollando el acompañamiento a las mujeres víctimas del conflicto social y del conflicto armado, teniendo en cuenta que las indígenas tienen que enfrentar muchos tipos de violencias físicas como morales  (maltrato, violaciones, inasistencia alimentaria, etc.), en el cotidiano, a las cuales se suman las violencias generadas por la guerra. 
 
Si a las mujeres les tocó duro por ser mujeres, indígenas y pobres, es decir, sufrir una triple discriminación, étnica, económica y de género; les dolió aún más enfrentar la situación de guerra que se está viviendo en el Cauca, donde permanecen y combaten los diferentes grupos armados legales e ilegales. 
 
Desde el 2009, el Programa Mujer tiene un área de acompañamiento a las mujeres y niñas víctimas, con el propósito de brindar atención y generar justicia, en coordinación con el Tejido Justicia y Armonía.  Con el incremento de la presencia de los grupos armados en la zona, son las mujeres las que resultan más afectadas.
 
Son las que, cuando amenazan o les asesinan al esposo, al padre, o a los hijos, se ven desplazadas y viven con el dolor, la discriminación y el 
cargo de sostener solas a su familia. “Las mujeres tienen sueños para sus hijos pero que no se cumplen, porque amenazan a los papás, se van para la guerrilla o para el ejército” explica Lida Emilse Paz Labio, coordinadora del Programa Mujer desde el 2012.
 
Son las que pierden a sus hijos, cuando el ejército y la guerrilla combaten en medio de las viviendas y matan a los civiles, como ocurrió con Efraín, muchacho de 15 años asesinado el 21 de agosto de 2012 por una granada del ejército. 
 

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Son las utilizadas y señaladas por los actores armados como informantes, presas de una guerra particularmente masculina. En efecto, los actores armados usan estrategias para vincular a las mujeres, “una de esas es el enamoramiento” explica Nelson Ferney Pilcue, integrante del Tejido de Justicia y Armonía, “por el cual utilizan las mujeres para conseguir información de un grupo o de otro”. Así pasó en 2010 con Zuleima Coicué, de 21 años, originaria de Tacueyó, quien, en su tiendita, vendía minutos a los militares por lo cual la guerrilla la raptó, la torturó, la violó y la mató, con la justificación de que pertenecía a una red de informantes. En el mismo Resguardo, a Aleida Campo, de 16 años, la enamoraron los soldados. Días después, los guerrilleros la torturaron, le cortaron los senos y la tiraron al río. Así se acabaron dos vidas, dos seres femeninos, dos flores apenas ofreciendo los colores de sus jóvenes pétalos a los rayos del sol. “Cada vez que matan a una mujer, la matan de una forma muy brutal” analiza Celia Umenza Velasco, tejedora de Justicia y Armonía y acompañante del Programa Mujer, “le hacen todo lo que se puede hacer, en el cuerpo”.
 
Ya sabemos que la violación es una estrategia de dominación de los territorios por los actores armados, quienes convierten a las mujeres en botines de guerra. Lo que aún tiene más sentido en el pensamiento Nasa, en el cual “las mujeres somos Tierra” evidencia Emilse. “En su guerra para el control del territorio, los armados violan a las mujeres, violan a la Mamá Kiwe (Madre Tierra), siembran semillas de terror y desarmonizan el territorio y la comunidad Nasa”.   
 
Son las que, cuando llegan a tener un cargo, enfrentan amenazas más agresivas, por atreverse a sobresalir como mujer, a resistir a los grupos violentos y a asumir responsabilidades políticas reservadas a los hombres. Lo cuenta Melba Guetio, ex-gobernadora del Cabildo de Cerro Tijeras: cuando, bajo su mando, capturaron unos paramilitares y les aplicaron el remedio, según la justicia propia, fue ella la que recibió amenazas por parte de los paramilitares y también de la guerrilla. A Melba Guetio le tocó salir de su territorio, desplazarse con sus hijos. “Cuando a uno lo sacan de su territorio es como si arrancaran un árbol que está grandote, bonito y con frutas y se vuelve a sembrar donde el árbol ya se vuelve un chamizo que ya no tiene vida” confía Melba. 
 
El Programa Mujer resaltó 25 casos emblemáticos del conflicto armado, pero son muchas más las mujeres víctimas directas o indirectas del conflicto armado que se han reportadas (270 casos en la zona Norte), y aún más las que quedaron calladas, por el miedo. Los integrantes del Programa Mujer, acompañados por sicólogas, mayores y abogados llegan hasta los Resguardos a brindar una asistencia desde lo sicosocial, lo jurídico (el Derecho Propio y la justicia ordinaria) y desde lo cultural, con los mayores. La medicina tradicional, como acompañamiento integral desde lo espiritual y lo material, tiene un papel importante en la concepción Nasa y permite la armonización de la familia, de la comunidad y del territorio, para lograr el Equilibrio necesario a la Armonía. Para lograr este acompañamiento, el equipo del Programa Mujer trabajó por etapas, investigando sobre las relaciones de género (hombres y mujeres), concientizando a las mujeres y a las autoridades indígenas para coordinar rutas de acompañamiento a las mujeres y niñas víctimas del conflicto armado. En tres años, se notaron muchos logros, pues se investigaron más casos, se llevaron a cabo más denuncias y demandas. Sin embargo,  el camino está largo todavía para que los crímenes no sigan impunes: las autoridades indígenas como el Estado, no prestan siempre atención a estas víctimas, por ser mujeres e indígenas. “Hay un problema para entender la importancia de la mujer” observa Nelson “todos los cabildos no están preparados para enfrentar estos casos […] se necesita crear rutas para mejorar el acceso a la justicia propia”. 
 
En la situación de conflicto armado que se vive en el Cauca, el apoyo a los equipos de acompañamiento a las mujeres por parte de los cabildos es aún más necesario. “Con eso, ellos están demostrando que pueden acabar con la organización” explica Celia, “si nosotros nos metemos así sin el apoyo de las comunidades, de las autoridades, seriamos también objetivo militar”. 
 
Reconocer a las mujeres y buscar la igualdad desde el Ser Nasa
 
alt¿Reconocer a las mujeres? Reconocer su condición de víctimas sicosocial y económicamente, su capacidad de liderazgo político, su trabajo y su papel tanto en el público como en el privado, es lo que piden ellas. Por lo tanto, organizaron en junio 2011 un Reconocimiento simbólico a cerca de 600 mujeres por su papel de tejedoras, lideresas, trabajadoras, guardias, mamás, docentes, víctimas, etc. “Reconocernos en vida”, porque ya basta de reconocer a las muertas.  Avanzar también en el proceso de Justicia, presentando 10 casos emblemáticos a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. 
 
Otro propósito de las mujeres Nasas involucradas en el Programa Mujer es investigar el género desde la cosmovisión indígena, para que las mujeres indígenas tengan su lugar en armonía con los hombres. La igualdad de género, entendida como una relación en la cual las personas tienen el mismo valor independiente de su sexo (femenino o masculino), se busca desde el concepto de la complementariedad, donde el hombre y la mujer forman un equilibrio. Según la cosmovisión Nasa, todo es par, el Sol TAY es hombre, y el agua UMA es mujer, la mujer es dadora de vida y el hombre sembrador de semillas de vida, cada uno tiene su lugar y actúa con reciprocidad y solidaridad. “El género en la cosmovisión es supremamente radical, es muy bien asentado” explica Celia “y se tiene que respetar las particularidades de cada género”. Reconocer el valor de las mujeres, como el acompañamiento integral a las víctimas por los médicos tradicionales, permiten esta relación de reciprocidad y de equilibrio. “Existe la armonía y equilibrio también en las comunidades, cuando por ejemplo, en las relaciones de pareja, cada hombre, cada mujer aportan de manera justa en la construcción de la familia y en la crianza de los hijos y las hijas” (cartilla “Derechos de los pueblos Indígenas, Derechos Humanos, Una mirada desde las mujeres indígenas, Programa de la Mujer, ACIN, 2005”). 
 
Las mujeres indígenas retoman su voz, su cultura y resisten. “Las mujeres siempre llevamos los principios del movimiento indígena, la unidad, la autonomía, la territorialidad, la cultura” plantea Emilse. Son mujeres autónomas, capaces de tomar decisiones y resistir. “Para que hoy tengamos ese pequeño posicionamiento en el movimiento indígena, nos ha tocado, a nuestras mayoras, nos ha tocado guerrearla” relata Celia, “las del Programa Mujer son unas mujeres muy entregadas, muy berracas, […] están siempre ahí, han estado siempre en la Guardia que es una resistencia milenaria”. Este 24 de agosto de 2012, las mujeres lo han demostrado otra vez, levantándose en Minga de Resistencia de las Mujeres y recorriendo el Resguardo de Huellas-Caloto, colocando carteles en las vías, en rechazo a la guerra, hartas de que les mataran a sus niños, ya que en estos últimos días han matado a seis menores de edad en el territorio. El espíritu de la Gaitana camina en el corazón de estas mujeres, luchando contra el despojo, la dominación económica neo-colonial y la guerra a su servicio.   
 
Camille Apostolo, en colaboración con el Tejido de Comunicación y el Programa Mujer de la ACIN