La comunicación está presente en todos los ámbitos del territorio, por eso es fundamental para nuestras familias, comunidades, procesos organizativos, resistencias y Planes de Vida. La comunicación inicia desde el vientre, desde cuando sentimos las tristezas y alegrías de nuestra madre. Desde cuando nos alimentamos con los primeros frutos de nuestra Madre Tierra. Desde cuando cruzamos miradas, señas y sueños alrededor del fogón. 

Nuestra comunicación natural nos identifica como seres colectivos, porque siempre estamos intercambiando, dialogando, sintiendo y expresando en comunidad. La comunicación está presente cuando le ayudamos a nuestros padres y madres a sembrar, a cosechar, a encender el fogón, a desgranar el maíz, a cocinar los alimentos. Cuando masticamos la hoja sagrada y fumamos tabaco. Cuando nos comunicamos con los espíritus, con el agua, con el fuego, con el viento, con las plantas, con los animales y con todos los hijos de nuestra Madre Tierra. Cuando escuchamos las memorias de nuestros abuelos y nos tejemos a ellas. Cuando participamos en las mingas comunitarias, en las asambleas, en las juntas directivas, en las reuniones de los cabildos, en las ritualidades de nuestra comunidad. Cuando reflexionamos y danzamos en nuestros encuentros de palabra y acción constantes en el territorio. Cuando recorremos nuestros resguardos escuchando y recogiendo la palabra de las comunidades. Cuando nos armonizamos con nuestros guías espirituales. Cuando caminamos la palabra de los pueblos en defensa de la vida y del territorio. Todos, cada uno de los anteriores y los que se quedan sin nombrar, son espacios de aprendizaje, de saberes, de conocimientos, de prácticas propias, de comunicación: de palabras que se caminan y de caminos que se hacen palabra palabrandando. 
 
Palbrandando llegamos hoy a este momento; a este encuentro. Palabrandando reconocemos tres asuntos que queremos abordadar. 1. El camino de nuestros saberes ancestrales resulta indispensable para salvar la vida toda ante el suicidio irremediable hacia el que vamos. 2. El saber indígena que se camina y se debate y se reflexiona colectivamente no es la cárcel de las costumbres sino el fundamento del tejido colectivo de futuro y 3. Como carecen de argumentos para negar las verdades que nos hacen indígenas, o sea, comunicadores de la Madre Tierra y para ella,  nos niegan los recursos para asfixiar el saber y el camino. Esos son nuestros desafíos políticos y éticos para comunicarnos y ser indígenas.
 
Todo lo que se teje alrededor de estos espacios son saberes para defender la vida. Saberes amenazados por un proyecto dominante, por un modelo económico moderno, conquistador y ahora transnacional de codicia que a través de múltiples estrategias como el terror y la guerra, la legislación del despojo, el sometimiento ideológico y la cooptación, convierte a nuestra Madre Tierra en negocio y mercantiliza la palabra. Un modelo de agresión que insiste en romper nuestros tejidos vida y nuestras resistencias. Modelo que puede representarse como máscara y cadena. Máscara que nos obligan a usar para re-presentarnos como no somos y relacionarnos como cosas, como objetos, mientras los objetos se nos roban la vida convirtiendo todo en mercancía. Como cadenas que nos arrastran por un camino ajeno al de nuestros pueblos y territorios y a las que resistimos o nos acostumbramos a llevar como prendas de uso diario. En ese contexto, nuestro reto mayor es recuperar, recrear, replicar y tejer esos saberes para defender la vida y el territorio desde nuestros procesos políticos organizativos. Si nosotros y nosotras no encontramos la forma de superar la manera en que hacemos todo orientados por la codicia y seguimos distanciándonos de la Madre Tierra, vamos a morir. Quitarnos las máscaras y arrancar las cadenas, para reconocernos de nuevo en el gesto y la palabra que han estado ocultos y en el camino que nos han impuesto. 
 
Nuestro conocimiento indígena es fundamental para la vida, porque sin este no hay supervivencia. Sin una convivencia armónica y equilibrada con la Madre Tierra, no encontraremos nuestra paz. Tenemos la obligación de escuchar la palabra de la Madre Tierra. La crisis actual está matando la vida, pero los caminos del saber para defenderla  están entre los pueblos indígenas con otros pueblos y procesos que luchamos por otros mundos posibles y necesarios. Retomar la esencia de los caminos del saber para defender la vida y recorrerlos, nos hace más comprometidos y responsables para tejer con otros pueblos y procesos. Esto no quiere decir que nos podemos encerrar en la cárcel de las costumbres, porque ser indígena en el contexto actual no sólo recoge el pasado de nuestros ancestros. Sino que es futuro. Somos futuro. Nuestro compromiso es  convertir nuestros principios en saber, en camino y en futuro para defender la vida. Tener la esencia del saber ancestral no significa saber y tener soluciones para todo. Significa seguir aprendiendo, construyendo y tejiendo desde lo indígena con otros pueblos y procesos organizativos. Los fundamentos del saber ancestral, únicamente sirven cuando se renuevan ante los desafíos del presente, no cuando nos encadenan nostálgica y autoritariamente al pasado. Los principios de nuestras raíces, como el tejernos a la vida y reconstruir el equilibrio y la armonía solamente tienen validez en tanto nos sirvan para reconocer y tirar las máscaras y las cadenas. Ser indígenas, originarios, de la tierra, es ser futuro, libertad, propuesta, desde las raíces, hacia la libertad en armonía. Por eso, ser indígenas y comunicarnos caminando nuestra palabra de futuro, no es para nuestras comunidades; es el regalo de nuestros pueblos e historias a otros pueblos y nuestra retribución a Mama Kiwe. No pedimos que nos den caridad ni que nos ayuden. Exigimos que nos permitan detener el rumbo que nos lleva al suicidio en el afán de convertirlo todo en basura y codicia. Comunicamos para caminar en Minga. Exigimos porque tenemos derecho a compartir y entregar: a tejernos. 
 
En ese camino, y pensando en la política de comunicación diferencial que debemos seguir construyendo desde nuestras comunidades, nuestra claridad debe partir de entender que el mecanismo principal de que se sirve la conquista y el régimen para silenciarnos es limitar los recursos que nos reconocen. Que estamos exigiendo lo mínimo que necesitamos para poder seguir movilizando nuestros tejidos de comunicación para la verdad y la vida desde nuestros territorios y muchas otras cosas importantes para nuestra pervivencia y convivencia con nuestra Madre Tierra. Debemos entender que nos asfixian con cosas meramente económicas para negarnos el derecho a comunicar. Ellos, quienes manejan los recursos no pueden ni deben orientarnos, les agradecemos que participen con respeto, bajo condiciones que tenemos derecho de definir, mientras cumplan con reconocer y respetar nuestros derechos. Que nos apoyen con los recursos que merecemos y exigimos para hacer nuestro proceso: retomar la esencia de la comunicación y nuestros saberes para que haya vida; transformar la cárcel de costumbres en caminos para que haya futuro. También, los recursos esenciales para realizar este proceso y para comunicar: técnicos, humanos, legales, económicos, pedagógicos, deben ser identificados y no son negociables, ni son mercancías. Porque si el régimen continúa con su codicia insaciable va a lograr la destrucción de nuestros caminos del saber para defender la vida; porque convertir nuestras costumbres en cárcel es autodestruirnos y el desafío debe ser liberarnos; porque la sociedad y en su nombre el Estado debe garantizar todos los recursos necesarios para continuar con nuestro compromiso ético de consolidar tejidos de comunicación  y de palabra digna en todo el Abya yala.
 
Así la comunicación desde nuestros territorios y nuestros procesos políticos organizativos, tiene que ser para caminar nuestros pensamientos. Como nos dijo una mayora en Caldono antes de salir a la Minga de Resistencia Social y Comunitaria en el 2003: “Si no tenemos palabra para caminar, mejor no salgamos”. Una palabra tejida a la vida para defender nuestros pueblos, una palabra en armonía con la Madre Tierra.  
 
Tejido de Comunicación ACIN y Pueblos en Camino