Una mirada desde la Región del Pacífico Nariñense. Esta es la tercera parte de una serie de informes que hemos venido ofreciéndoles sobre nuestra realidad muchas veces realmente dolorosa en la Costa de Nariño y el precio que nuestro pueblo ha venido pagando ante la ola de violencia que ya desde hace 64 años envuelve a Colombia y que no parece tener todavía un desenlace feliz.

 
Los diferentes actores como puede verse tienen diversos planteamientos en sus objetivos que no coinciden entre sí y por tanto el camino de la paz no se vislumbra. Dentro de este panorama siempre serán los más pobres y débiles los que llevarán la peor parte sin que se llegue a la verdadera solución del conflicto.
 
Siendo las comunidades indígenas y afrodescendientes las más pobres, son por la misma razón las más afectadas, las que en definitiva ponen las víctimas, las que son despojadas de sus bienes ancestrales y las primeras que deben desplazarse y emigrar a otras latitudes.
 
El cultivo de la coca, a pesar de la toma de conciencia creciente en toda la población de que tal cultivo no genera riqueza lícita ni constructiva de una sociedad sana, sigue siendo un factor de conflicto y enfrentamiento entre diversos actores que quieren obtener el dominio de este mercado y sigue siendo el nutriente de los grupos armados.
 
Su eliminación por fumigaciones o erradicaciones manuales ha sido factor de destrucción y conflictos. En muchos casos estos cultivos son desarrollados por colonos que se insertan dentro de los resguardos indígenas tratando de tomar posesión de esas tierras y con miras a lograr algún día esa propiedad. Se ve por tanto la necesidad de que tanto las comunidades afrodescendientes e indígenas no permitan que sus tierras sean invadidas por tales grupos de personas y menos que se dediquen a cultivos indebidos.
 
El conflicto también por su misma violencia involucra en su ambiente las nuevas situaciones nacionales y extranjeras que surgen en el campo económico y social mundial. En esta ocasión tenemos el tema de la minería que ha entrado violentamente en nuestra costa con muertes, desplazamientos y expropiaciones. La llamada “locomotora del desarrollo” que ha sido saludada como nueva estrategia salvadora ha llegado a ser más bien como una ola destructora a nuestras tierras para arruinar la ecología y dejar inutilizados nuestros campos bien sea en forma ilegal o legal. El tema es más grave aún si se considera que la extracción minera se hace sobre recursos naturales no renovables, lo cual significa que el deterioro que sufren ahora nuestros campos será para siempre. Finalmente, aunque no se tienen confirmaciones serias al respecto, se habla de la posible riqueza de hidrocarburos de la región pacífica. Igualmente como con la minería ante los hidrocarburos se tiene la misma posición descrita ya que se trata de la explotación de recursos no renovables que en el futuro ya no existirán.
 
Es de considerar en este conflicto la situación dolorosa de la mujer. Se ha podido constatar que en todos los casos siempre es la mujer tanto indígena como afrodescendiente la que de una u otra manera entra como víctima y como la persona más afectada. Se ve la necesidad de que tanto las leyes como los comportamientos de todos los ciudadanos tengan presente el respeto y cuidado de la mujer como promotora de una sociedad más justa y en paz. Por su misma contextura tiene la mujer la capacidad de educar en la paz y la concordia a su familia y debe por tanto recibir el respeto y cuidado de la sociedad.
 
Igualmente en los análisis realizados se ve urgente proteger a los niños y a los jóvenes y saberlos educar en los valores humanos y sociales para que sean en el futuro los promotores de una sociedad que cultive los valores morales y ciudadanos. En esta sociedad en conflicto y corrupta son los niños y los jóvenes las primeras víctimas porque son los que primero viven tal situación y de una u otra manera terminan por asumir comportamientos malos y malas orientaciones que no les permiten en el futuro ser personas de bien. De allí la importancia de una muy buena educación para las generaciones que surgen de tal manera que puedan evitar las malas consecuencias del proceso que se vive y superar esta realidad que nos aflige e interpela. En esta tarea todos podemos colaborar y así alcanzar abundantes frutos para la paz de nuestro país.
 
GUSTAVO GIRON HIGUITA OCD, Obispo de Tumaco
 
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