A pesar de que los hechos demuestran que Colombia es un perdedor neto en el libre comercio, el presidente Juan Manuel Santos y su gobierno insisten en acordar más Tratados de Libre Comercio, los cuales le darán el golpe de gracia al sector productivo agrario e industrial, con pésimas consecuencias para el empleo y el bienestar de los colombianos.
Tras más de dos décadas de políticas de libre comercio la experiencia ha demostrado que en Colombia ellas significan el reemplazo de la producción y el trabajo nacional por el de los extranjeros, tanto en el sector agropecuario como en el industrial, que han sido avasallados por el gran poder de las trasnacionales y los enormes subsidios de la potencias económicas. Y esto ha ocurrido con un agravante: las exportaciones de Colombia que financian las mayores compras de bienes extranjeros no provienen del crecimiento de las ventas agrarias e industriales sino de los productos mineros, que se venden con muy poca transformación por parte del trabajo nacional, cuyas tasas de desempleo son las peores de América. Ningún país puede sobrevivir en buenas condiciones a una política económica que lo obliga a especializarse en minería, mientras le impone comprar en el extranjero casi todos los bienes industriales y una porción enorme de los agropecuarios.
Como se sabe, el TLC con Corea del Sur es especialmente lesivo para los intereses nacionales. Las industrias automotriz, de autopartes, electrodomésticos, electrónica, petroquímica, textil y confecciones, que generan más de 165 mil empleos directos, serán empujadas hacia su ruina, porque tendrán que competir en desigualdad de condiciones con la poderosa industria surcoreana y los grandes subsidios oficiales de ese país. Y nadie puede demostrar, porque no es cierto, que las grandes pérdidas en la industria serán compensadas con el aumento de las exportaciones agrícolas colombianas al mercado de Corea.
Las economías más desarrolladas del mundo se encuentran en una crisis sin precedentes, que muestra el fracaso del libre comercio como manera de atender las necesidades de la humanidad. Y para enfrentar esa crisis, vienen recurriendo a cada vez más medidas proteccionistas, entre ellas la de depreciar sus monedas, lo cual nos significa a los colombianos la revaluación del peso y nos hace todavía más difícil competir. Mientras esto ocurre, el gobierno de Colombia desprotege el agro y la industria nacional, hecho que además de arruinar incontables empresas y generar más desempleo y pobreza en el país, lo sume en un mayor atraso científico y tecnológico.
Las centrales sindicales de Colombia, unidas en torno a la defensa de la producción y el trabajo nacional, manifestamos nuestro total desacuerdo con la suscripción de un TLC con Corea del Sur. Exhortamos al Congreso de la República a no votar favorablemente la aprobación de dicho tratado. E invitamos a los trabajadores y a los empresarios, a los partidos políticos y a los colombianos sin excepciones, a que elevemos nuestro reclamo al gobierno nacional para que no ratifique un acuerdo en el que el país tiene demasiado que perder y nada para ganar.
Centrales Obreras CUT, CGT, CTC Y la CPC
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