En el Resguardo de Tacueyó se viene preparando desde semanas el Día de la Mujer, o más bien de Las Mujeres, ya que las mujeres somos muy diversas en nuestras identidades y sin embargo parecidas en nuestras condiciones.
En el polideportivo del casco urbano de Tacueyó, el 8 de marzo de 2013, se concentraron cerca de 2000 mujeres, mayoras, madres, jóvenes, niñas, la mayoría indígenas… y a la vez campesinas, docentes, estudiantes, amas de casa, administradoras, comunicadoras, educadoras, tejedoras, etc. Tantos papeles y funciones que se suman y caracterizan a las que son las dadoras de vida, como lo plantea el pensamiento indígena.
La comunidad está de fiesta. Repartieron “lechona” (comida típica, este plato está compuesto por carne de cerdo y arveja frita), torta y jugos Finxe. También convocaron a los alumnos de la escuela de música para que tocaran en el evento.
Sin embargo el 8 de marzo no es solo una fiesta, no es un día para regalar flores, flores que al otro día se marchitan, y regalos que se olvidan en los tormentos del cotidiano. El día de las mujeres tiene sus raíces en las manifestaciones de mujeres a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, quienes reivindicaban condiciones de trabajo digno y en igualdad con los hombres en Estados Unidos y Europa. Si en 1910 se instituyó en la Segunda Internacional Socialista de las Mujeres el “Women’s day”, un día internacional de las Mujeres, el 8 de marzo como fecha fija e internacional hace referencia a hechos más tardíos: el 8 de marzo de 1917 las mujeres rusas dan lugar al primer día de la Revolución Rusa de Febrero (marzo en el calendario gregoriano), marchando en las calles de San Petersburgo, denunciando el estado de pobreza en la que se encuentra la sociedad rusa.
El Día de las Mujeres es un día de resistencia. Un día de lucha, que recuerda las luchas que las mujeres han dado en todo el mundo. Y desde mucho antes de que se declare ese día internacional, las mujeres indígenas han venido luchando y resistiendo al lado de los hombres, frente a la conquista y la colonización que aún no ha terminado. Como dice en su discurso Miller Correa, ex-gobernador de Tacueyó: «Nuestras comunidades también han vivido su propia historia, en relación con la mujer». Las mujeres han recuperado las tierras, han puesto sus muertas, han sufrido en sus cuerpos la guerra, pues los cuerpos de las mujeres indígenas son territorios que siempre han querido colonizar los conquistadores, los ejércitos y las multinacionales.
En este evento, en Tacueyó, se quiere también reflexionar sobre el papel de las mujeres en la Historia y en la actualidad. Pensar juntos el camino para cambiar ese modelo de sociedad patriarcal que impide a las mujeres desarrollar sus capacidades y decidir al igual que los hombres, un trabajo de cambio social y radical que se debe implementar desde la comunidad entre hombres y mujeres. Frente a las mujeres convocadas al evento, Miller Correa hace un recuento del acompañamiento de las mujeres al movimiento indígena y plantea : “Es importante que nosotros, cada uno de los que hacemos parte del territorio resaltemos hoy, y no solamente hoy sino cada uno de los días, a nuestras mujeres, y no solo en los espacios políticos, sino también en los espacios de la casa, en nuestra comunidad, porque hay muchas mujeres que no se conocen pero que están aportando mucho».
Las autoridades locales y zonales, dieron un saludo a las mujeres y subrayando su importancia en el proceso organizativo indígena, en las comunidades y en las familias. Pero, como dice el ex-gobernador: «Es importante es que estas palabras se vuelvan acciones».
Luego se da un espacio a las mujeres de la comunidad para que expresen sus análisis, sus opiniones y den sus recomendaciones. El programa Mujer de la ACIN quien acompaña el evento da a conocer su comunicado y sus palabras a las participantes. Yoli Astrid Chantre, docente del Resguardo se para en el estrado. Ella habla fuerte, con determinación y su discurso convence a más de una. Le pedimos una entrevista. Para ella celebrar el Día de las mujeres es: «Reconocer este trabajo tan importante que ha cumplido la mujer desde la historia hasta la actualidad, ese proceso, y hoy es una actividad de compartir, de unidad, de recordar esos hechos que han atropellado nuestras madres, nuestras mujeres, recordar, pero para aprender y seguir caminando y seguir resistiendo”. Las mujeres ya han recorrido un camino largo, y todos lo reconocen, como dice Yoli: «A nivel regional y nacional, hoy la mujer ya está reconocida. Antes la mujer casi no tenía derecho a hablar, no había mujeres líderes».
Sin embargo, todavía hace falta caminar mucho, subir lomas, pasar curvas, deslizarse, caerse y volver a pararse. «Las mujeres somos capaces de muchas cosas», afirma la docente, pero «unas cosas [nos] hacen sentir incapaces».
Por ejemplo, hoy en día no hay ninguna mujer en la consejería de la ACIN, y, si es cierto que hay más y más gobernadoras, no obstante las mujeres se quedan con el sabor amargo de la ausencia cuando hacen las cuentas. Para Yoli Astrid Chantre, «Con todos los espacios de capacitación que se están dando en la organización a nivel del cabildo, a nivel de la zona y a nivel de la regional, nosotras nos debemos incluir, incluir en estos espacios, para empezar a asumir los cargos, por ejemplo de autoridad, la consejería; porque las mujeres somos capaces, lo que pasa es que nos ha dado miedo enfrentar esta situación y de pronto por eso muchas mujeres no participan en estos espacios».
Esos cambios pasan por la educación, plantea la maestra, no solo en la escuela, sino en todos los espacios comunitarios, que son espacios de educación propia, y también porque las mujeres son educadoras y que los niños son los que darán estos cambios en las relaciones entre hombres y mujeres, tanto en lo privado como en lo público.
En un rinconcito de la asamblea, están sentadas unas mayoras. Tienen los rasgos marcados, los ojos húmedos y parece que el dolor se ha apoderado de sus cuerpos. Son las madres de Gargantillas. Hace dos años, el 26 de marzo, en horas de la madrugada, la policía nacional bombardeaba un campamento de las FARC en la vereda de Gargantillas, resguardo de Tacueyó. En este campamento se encontraban muchos jóvenes y niños recién reclutados, muchos apenas habían llegado esta misma noche, convidado a comer un sancocho e incitados a quedarse a dormir ahí, mientras Don Pacho, el jefe del campamento guerrillero, los denunciaba insidiosamente a la fuerza pública. Al otro día, a esas mujeres pobres, trabajadoras del campo, les entregaron sus hijos e hija muertos, y ellas no se lo podían creer, no entendieron como había sucedido esa masacre cuando ellas solo pensaban en conseguir la comida del día siguiente. «Para mí era un sueño, y hasta ahora», nos dice una madre de Gargantillas, entre sus lágrimas. Ese 8 de marzo también es un homenaje a ellas. A todas aquellas que dan la vida, y que ven a sus hijos reclutados de manera forzada a cambio de un sancocho, de un celular o una moto. Todas aquellas que paren hijos que son asesinados en el conflicto armado y conflictos vinculados con el despojo de los territorios indígenas y la economía extractivista. «Las mujeres viven una situación de atropello» dice Yoli, y «los actores armados aprovechan de las mujeres para involucrarlas en la guerra». Con respecto a la masacre de Gargantillas, ella cuenta: «uno ve toda la parte psicológica, como quedan marcadas estas mujeres, las dudas, el miedo, las amenazas, después de lo que ocurrió». Hoy y todos los días, «recordamos a las madres de gargantillas porque fue un tema muy duro, donde les mataron a los hijos…».
Pasaron dos años y no hubo nada. La masacre de Gargantillas se quedó en el silencio de la impunidad y estas madres nunca obtuvieron justicia y reconocimiento como víctimas. «Nos sentimos golpeadas, atropelladas, nosotras como mujeres no parimos hijos para la guerra, pero como que nos toca». Así terminaron el recuento de su historia las madres dolidas de Gargantillas.
El evento termina, la guardia indígena reparte los almuerzos y un grupo de música se instala para regalar un toque. En los pensamientos de las mujeres quedó el llamado a que se organicen, llamado planteado en las ponencias, en particular por Miller Correa, para quien este día nos sirve para recordar «la búsqueda de condiciones justas, y de los derechos que aún les son negados a las mujeres, y si hoy en día a nivel de las diferentes políticas del gobierno, si hoy hay un reconocimiento por las comunidades por las mujeres, también tenemos que reconocer que aún falta mucho más. Venimos de un proceso de invisibilización de las mujeres, y que hoy se van reconociendo”.
Añade «no se reconoce porque un hombre lo haya dicho, si hoy existen cosas es porque las mismas mujeres las han ganado, las han exigido y las han peleado».
Como dicen las mujeres indígenas zapatistas, hay que “cambiar permaneciendo y a permanecer cambiando”. Un cambio desde lo propio.
Tejido de Comunicación – ACIN
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