El día sábado 20 de abril se dio inicio al Congreso de Paz en la Universidad Nacional de Bogotá, después de haber recibido a miles de participantes durante el viernes, quienes acamparon en los potreros húmedos de la misma universidad. Llegaron delegaciones desde todas las regiones, organizaciones, colectivos y movimientos compuestos por obreros, estudiantes, indígenas, afros, campesinos, artistas, maestros, sindicalistas, activistas, entre otros.

 
La instalación del evento empezó con los saludos a las decenas de organizaciones por parte del Congreso de Paz, así como saludos de unas organizaciones y movimientos con el objetivo de plantear las diferentes expectativas con las cuales llegan a participar del evento. En las diferentes intervenciones se buscó plantear la necesidad de una paz desde abajo, desde los pueblos, que tiene que ser el producto de una reflexión y una construcción popular con mandatos populares.
 
Para los miembros del sector campesino del Nororiente, y no son los únicos, la paz no se puede lograr en el marco del sistema económico actual, en particular si no se da un alto a las políticas de locomotora minera. Por ejemplo, en el Catatumbo, se está aumentando el desarrollo de la locomotora minera con la explotación de 80.000 hectáreas de minas de carbón a cielo abierto. El cese, también a la minería es un tema clave para una paz con justicia social, pues es parte del modelo de economía capitalista liberal que se implanta cada vez más en el país, para dar paso a las transnacionales, apoderarse de las riquezas naturales y esclavizar a los pueblos.
 
La paz no se puede construir sin hacer un análisis de contexto que recoja la lógica del modelo económico y  político del país, relacionándolo con lo que se está moviendo al nivel mundial.  Dentro de este modelo caben muchas temáticas denunciadas por las diferentes organizaciones, como son la justicia y los crimines impunes por parte de todos los actores armados; la represión y de los presos políticos; la criminalización de los cultivadores de coca y la fumigación de los cultivos; el respeto y el cuidado de la Madre Tierra, entre otros… también se reiteró la necesidad de unidad entre los pueblos y los diferentes sectores.
 
Recordamos que el Congreso de los Pueblos es hijo de la Minga de Resistencia Social y Comunitaria del 2008, que nació con una agenda 5 puntos, proclamando “No al TLC porque representa un modelo económico de despojo y un “proyecto  de Muerte”. Rechazando y exigiendo la derogatoria  de las reformas constitucionales y legales que sirven a los intereses del modelo económico y a la codicia transnacional. Denunciando el terror y la guerra como estrategias de despojo que en Colombia se implementan a través del Plan Colombia y la política de Seguridad Democrática. Convocando al pueblo colombiano a establecer mecanismos propios de soberanía, paz y convivencia en una agenda de los pueblos que permita reemplazar la institucionalidad ilegítima del Estado que se nos impone, por una institucionalidad legítima tejida desde nuestro dolor y experiencia compartida”(I).  Desde ahí se soñó y se intentó hacer realidad la idea de unidad entre los diferentes sectores del pueblo colombiano para construir juntos una agenda desde y para los pueblos.
 
También vinieron a participar y apoyar delegaciones de otros países, como Venezuela, Brasil (Movimiento de los Sin Tierras), Centro América, Ecuador, México, Honduras, delegaciones de Europa y de Medio-Oriente, entre otros. Como dice un indígena del pueblo Wayuu de Venezuela, “nosotros fronterizos nos preocupa lo que pasa en Colombia, como lo que pasa en Venezuela, igual tenemos que estar al tanto a lo que pasa y de lo que hay que aportar, porque somos vecinos”. Y es cierto que la guerra que vive Colombia tiene que ver con las políticas que se desarrollan al nivel mundial, según el sistema capitalista y el orden de dominación imperialista.
 
Desde Honduras, una portavoz, vino a “reconocer y saludar la fuerza del movimiento social” y recuerda que las voces de Colombia son indispensables para la paz con justicia social al nivel del continente y en otras partes del mundo. Nos desea que “este espacio sea un espacio de creación colectiva, un espacio articulador y que surjan las propuestas de paz integral, desmontando las diversas formas de dominación llámense capitalismo, patriarcado o racismo”. Llamó a acabar con el negocio mundial de la guerra y a echar para atrás “el proyecto golpista internacional y de las transnacionales”.
 
“Nos dimos cuenta en Centro-América que después de firmar la paz no hay paz compañeros” advirtió ella, “no se puede hacer procesos de maquillaje, hay que tocar las causas estructurales”.
 
La comunidad de la base que vino a participar del evento, también tiene claro que una verdadera paz no se logra solo con el cese al fuego y la negociación entre los que hacen la guerra, sino con transformaciones estructurales que toquen ese modelo que aún sigue intacto en las actuales negociaciones de paz. En ese camino, desde el Tejido de Comunicación dimos la palabra y escuchamos las reflexiones, los análisis y las propuestas de los participantes desde diferentes procesos. Para Daniel Enado, vocero del proceso nacional Pizaron Rebelde, un movimiento de jóvenes de segundaría, se debe buscar garantías de justicia social, en el cual el papel de la educación es fundamental para construir sujetos y sujetas participativos, para la vida digna. “La paz no es solamente el silenciamiento de los fusiles, no es solamente reducirlo a los actores armados, sino que también es la población, todos los sujetos que hacemos parte de los territorios. Un conflicto también cultural, un conflicto también político”, plantea el vocero. “La paz se construye desde esa nueva generación, sobre cuál es el país que se piensa, es importante conocer la historia”, añade.
 
Camila, del Colectivo Insurrectas, cuenta del diagnóstico que vienen realizando con sus compañeras y lo que les trajo al Congreso: hacer una propuesta sobre la realidad de las mujeres, las cuales se ven excluidas de los escenarios de la vida pública aunque están inmersas en todos los procesos de transformación. Quieren abrir el camino hacia una educación anti-patriarcal, a través de diversas actividades como el gráfico corporal y las acciones para el bien-estar de las estudiantes. El colectivo Insurrectas viene al Congreso de Paz con unos planteamientos claros, frutos de las discusiones que se dieron de manera colectiva ente sus miembros: “Para nosotras la paz empezamos entiendo-la porque son cambios estructurales, el conflicto no es solo armado sino que es un conflicto político y social – explica – la paz la venimos construyendo desde el momento en el cual nos hemos pensado como un proceso transformador de la realidad en la que estamos. Entonces nosotras vemos más el escenario de hoy como una manera en la que tal vez podamos hacer más contundente esa construcción de paz, que nos permita tal vez unir más fuerzas al nivel nacional para ir caminándola. Pero ya la venimos construyendo desde nuestros procesos ya que son propuestas de cambio de las realidades en las que estamos”.
 
La paz en sí es una concha vacía mientras no se tome en cuenta los procesos populares que se vinieron construyendo a lo largo de los años, caminando la palabra desde sus lugares y sus luchas. Como nos lo demuestra Camila, porque no se va a construir la paz del día a la mañana en este Congreso de paz, sino que se trata de dialogar entre los diferentes pueblos para compartir las experiencias, unir las palabras y construir una agenda propia y común desde la diversidad. Por otra parte, y como ya lo hemos analizado, ella destaca que “a pesar de que se llegan (o no) a desmovilizar los grupos armados que existen, pues estos surgieron por las mismas condiciones que tal vez los obligaron a encontrar esa manera para luchar. En esa medida, el hecho de que ellos desparezcan, realmente no va a solucionar los problemas que tenemos porque más de la mitad del país está en concesionado a las multinacionales, por ejemplo.”
 
De esos colectivos de jóvenes, lo que se espera es sobretodo reflexionar para decidir y actuar: “de lo que nosotras consideramos que va a salir de este Congreso para la Paz es cómo empezamos a generar disputas con todas estas propuestas hegemónicas que han venido avanzando en los territorios. Por ejemplo, es lo mismo aquí en la manera en que se ordenan las ciudades, que es con el plan de ordenamiento territorial, que digamos por ejemplo, para la zona centro el objetivo es como intentar volverla una zona totalmente turística, entonces se está empezando a desplazar gente al interior de la ciudad.”
 
Desde el movimiento indígena también surgen reflexiones y opiniones críticas frente al proceso de paz que se está negociando en la Habana, entre el Gobierno y las guerrillas,  dejando por fuera a la sociedad civil y los procesos populares. Para Jorge Humberto Palomino, miembro y ex-coordinador del Movimiento Juvenil de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte, el gobierno trata de solucionar la guerra “solo con dinero” y con el propósito de convertir a los actores armados en actores políticos. Así, una vez desmovilizada la mitad de las FARC se va a quedar con cargos políticos, con poder de decisión, pero la otra mitad va quedar suelta, con las armas. Seguirán siendo actores armados como una forma de sostenerse, pues si no hay políticas de salud, educación, de empleos hacia los diferentes sectores de la población,  los armados no van a querer soltar las armas para quedarse en la miseria.
 
Otro tema preocupante para Jorge Palomino, ahora integrante del Tejido de Defensa de la Vida de la ACIN, es el tema de la justicia y la impunidad. Para él, firmar la paz es absolver los crímenes cometidos por los militares y los guerrilleros, mantener un sistema de impunidad que están consolidando en la Habana, para que las partes acepten las Paz. Entonces ¿Después de firmar la paz va a haber paz? “Después de esa guerra viene otra guerra”, nos advertía un mayor indígena del Resguardo de Cerro Tijeras, cuando compartíamos en la noche. “Ya pasó con el M-19” recuerda, “les dieron plata y se la gastaron toda en tragos y carros, y cuando se acabó, desterraron las armas y emprendieron el camino de la delincuencia común”. “El gobierno les va a dar tierras”, asegura, “y eso va a ser un nuevo problema”.
 
Para Jorge Palomino, y como ya lo señaló Camila, después de la paz – o después de ese conflicto armado – con seguridad continuarán la minería y las políticas de despojo y de infiltración de los pueblos para controlarlos y neutralizar sus autonomías. “Hay una iniciativa desde el gobierno, es que hoy en el país las ONG que estaban apoyando están saliendo […] y otras cuentan con recursos mínimos, y está quedando en algo que pareciera una trampa: hoy quien financia y tiene recursos son estas ONG que destruyen el territorio. Uno recuerda por ejemplo, que en los proyectos mineros, vienen unas empresas grandísimas y prometen empleo a tantas personas y la comunidad por necesidad los acepta, se deja engañar. O uno podría recordar cuando venía el proyecto de la USAID [una ONG de Estados Unidos], que venía con el tema de infraestructuras, para construir casas, arreglar puentes, pero más venía con el tema de los proyectos, a decirle a la gente “Ud qué necesita según su clima y ármese su proyecto agrícola o agropecuario”. Uno sabe que por un lado, podríamos decir que es una ONG que no trabaja directamente con la minería pero que la apoya. Que le permite a uno decir “yo necesito plata para trabajar este proyecto”, pero por el otro lado, da una gran cantidad de plata para el conflicto armado”.
 
Así, como nos explica el ex-coordinador del movimiento juvenil, por un lado le dan plata a los indígenas, a los campesinos, a los afros, etc. por medio de proyectos, y por otro lado, al Ejército para que haga guerra. Algunas ONG se aprovechan del negocio de las armas y de la minería, sectores que garantizan fructuosas ganancias. Por medio de las ONG, el Gobierno entra en los territorios, construyendo puentes, carreteras para que lleguen las empresas de turismo, las multinacionales y otros agentes del comercio internacional. Y eso no pasa solo en los territorios rurales, sino también en las ciudades, como lo demuestra el testimonio de la integrante del Colectivo Insurrectas.
 
 “Después de firmar la paz no hay paz”, pues ahora mismo tampoco hay. Así lo ilustra el terrible caso de Mireya Beltrán Rodríguez, que con seguridad representa a esta Colombia violentada, concesionada, saqueada, encarcelada, amordazada y en silencio. Así sigue la guerra del capital y de la oligarquía nacional y transnacional contra los pueblos. Es la guerra del Modelo de capitalismo liberal que hay que combatir, la que hace sonar los fusiles, pero también el ruido de fondo de las máquinas de extracción, el tchu-tchu de la locomotora minera, el rumor de los mega-proyectos, la algazara cotidiana de la explotación y de la sumisión de los pueblos.
 
Frente a este alboroto des-armonizador, caminemos la palabra de los pueblos y fortalezcamos los cinco puntos de la Minga Social y Comunitaria
 
Tejido de Comunicación ACIN
 
Referencias:
(1)  ¿Qué palabra camina la Minga?  Revista  Deslinde http://deslinde.org.co/IMG/pdf/MINGA.pdf) Página 1