El pacto del Frente Nacional (1958-74) fue hecho por los partidos liberal y conservador para repartirse la burocracia y la corrupción por partes iguales: Todos comen en el mismo plato al mismo tiempo o se turnan y nadie le ladra a nadie, como perros amigos. 
 

 
Carlos Lleras (1966-70) será el último de las reformistas sociales, gran estadista de fortuna modesta, el último, y su reforma agraria es sepultada con la tesis de Alfonso López Michelsen (1974-78), retomada del Pacto de Chicoral (1974), de que los campesinos no necesitan tierra sino capital. Julio César Turbay Ayala (1978-82) se atraviesa con su facción latifundista liberal a la última oportunidad de reelección que tenía Lleras, y la corrupción queda reducida a sus justas proporciones: Hablan de honradez con la boca llena.
 
La llamada “Apertura”, en Colombia empezó con el gobierno liberal de Virgilio Barco (1986-90), bajo el esquema de “gobierno de partido y partido de oposición”. Sigue el gobierno liberal de Cesar Gaviria (1990-94), se profundiza la liberalización comercial y financiera, los aranceles se reducen al 9-11%; se reforma la Constitución Política de Colombia, en la cual se establece la independencia del Banco de la Republica (funcional al dominio del capital financiero y bancario); se privatizan las carreteras, los puertos y los activos del estado; se promulga la ley 100, en la que se privatizan las pensiones y la salud, mientras el sistema de prima media (ISS) se va erosionado. Surgen las AFP y las EPS, dos grande negocios financieros. El lema de Gaviria, “bienvenidos al futuro” fue el regreso al siglo XIX: un modelito librecambista no muy diferente al de Florentino González, conspirador septembrino.
 
Entre 1994-1998, en el gobierno liberal de Ernesto Samper, a pesar del discurso crítico antiaperturista, se profundiza el modelo, nada cambia. Entre 1998-02, al gobierno de Andrés Pastrana le tocó la crisis económica engendrada en los años previos, baja inflación, alto desempleo y bajo crecimiento, negativo en 1999. En seguidilla vienen los dos gobiernos de Alvaro Uribe (2002-10), antiguo liberal que trata de hacerse a otros logos partidistas. La confianza inversionista, la cohesión social, y la seguridad democrática profundizan la liberalización económica y el desarrollo de la gran minería; se hace la reforma laboral de Juan Luis Londoño, en Colombia la noche laboral comienza a las 10 pm; se favorece a los grandes capitales con los descuentos tributarios por inversión en capital fijo, y se otorgan contratos de estabilidad tributaria; se firman los TLC para abrir los mercados de América, Asia y Europa, con el “olor de la guayaba” porque la industria desaparece, y la infraestructura vial da grima. Los industriales que quedan se hacen ensambladores de partes importadas con un dólar barato. Finalmente, el gobierno de Santos profundiza el modelo, pensiones, salud (¿?), y la locomotora minera atropella a las comunidades y al medio ambiente; se promete la tierra a los millones de desplazados, fenómeno que viene desde mediados del 90. Si al menos se lograra un acuerdo real y genuino con las Farc, los colombianos nos quitaríamos esa pesadilla de nuestras noches y días.
 
¿Resultados? El Gini, coeficiente que mide la desigualdad en la distribución del ingreso aumenta de 0.47 a 0.58, entre 1990 y 2011. También aumenta el Gini en la distribución de la tierra de 0.70 (1980) a 0.86 (2010), revelando la innegable existencia del latifundio, que se expande con violencia y sin tregua. La manufactura pasa de 25% en el PIB en 1990 a 11% en 2012, el país se desindustrializa, mientras el sector financiero alcanza el 21%. El sector financiero no es servidor del sector productivo, es su señor. Crecen los empleos en servicios y bajos salarios, crece la informalidad hasta el 70%, y el salario promedio nacional se acerca al mínimo.
 
Desde 1990, el peso se revalúa en todo el período, exceptuando el gobierno de Pastrana, y los aranceles son licuados. El esquema cambiario del “gota a gota”, ley 444 de Carlos Lleras, tan exitosa, fue cambiado por el esquema cambiario de libre flotación con intervenciones, para sintonizar el país con la libertad de movimientos del capital. En 2003, un dólar valía casi 3000 pesos, hoy está por debajo de 1800 pesos. Se pierden empleos en industria y agricultura. En consecuencia, los bancos se apropian de una proporción creciente del PIB y hoy invierten a chorros en todo Centroamérica. ¿Por qué no se devalúa? Las transnacionales pierden sus ganancias, los grandes grupos nacionales también, y sus planes de expansión internacional se limitan ¿Devaluar en Colombia? El BdelaR no está interesado, son economistas serios de la U de los Andes.
 
Las reformas tributarias que se han hecho no ponen a tributar a los ricos-ricos. Un “riquito” de El Poblado (Medellín) paga por su apartamento un predial más alto que el de una gran finca en la costa atlántica. Las mineras no pagan regalías, las descuentan de sus impuestos: “por cada 100 millones que pagan de impuestos reciben dadivas por 200” (LG Garay). Los inversionistas no pagan impuestos a las ganancias, doble tributación, y el resto busca los paraísos fiscales: Interbolsa es un ejemplo. Todo esto es resultado del “modus vivendi” entre la elite colombiana y los partidos políticos. Proyecto nacional no hay. Hay un remedo de país. No hay ejecutivo, legislativo ni judicial. Pero los colombianos soñamos…
 
Guillermo Maya, El Tiempo, mayo 23 de 2013