Un niño de seis años descubrió cómo mantener el fuego encendido por largo tiempo. Cuarenta años después su invento puede alumbrar la educación de la comunidad.

La luz del monte: Hace algo más de 40 años, un niño de apenas seis, por andar de inquieto y  accidentalmente, se le cayó una semilla de higuerilla al fuego de la cocina de su abuela. Cuál no sería su sorpresa al ver que esta pequeña pepa se encendió. ¡Fuego!, debió pensar el pequeño, cosa maravillosa. Este elemento presente en la tierra desde siempre, maravilló al ser humano desde las cavernas y aún lo sigue maravillando. ¿Quién de nosotros, de niño, no jugó con las candeladas, las fogatas o acabó la caja de fósforos de la cocina jugando con este fascinante espíritu? Sin lugar a equivocarme, creo que todos.

Eso fue lo que le sucedió a Felipe Júlicue, comunero de la vereda El Flayó, en el municipio de Toribío, jugando logró descubrir la manera de alumbrase y alumbrar la casa de su abuela que hasta ese momento era el tizón el que les proveía de lumbre en la oscuridad.

Ahora, después de 40 años, conocemos este maravilloso invento, la velas de higuerilla, que con el paso de los años, como es apenas obvio, ha sufrido transformaciones para mejorar su uso. Comenzó con unas cuanta pepitas ensartadas en una astilla y ahora, trituradas en el metate de sus mayores,  se yergue orgullosa ayudada por un trozo de algodón  cultivado por él mismo.

De las propias palabras de Felipe, este invento le ha permitido economizar anualmente cerca de 600.000 pesos,  y orgulloso nos hace las cuentas:

“Consumiendo las velas de parafina, al año me gastaría 400 velas de 200 pesos, para 800.000 pesos; pero estas velas de higuerilla solo me representan un gasto de 50 pesos por cada vela, para 200.000 al año”. Parece increíble, pero es verdad.

La vela de higuerilla mezclada con algodón.
El equipo del wët wët fxizenxi, quedó sorprendido ante este pequeño gran invento creado por la inquietud y la capacidad de observación de un niño.

 

La higuerilla es una planta silvestre.
Pero esto va más allá, no es solo la economía que representa sino también el hecho de ser un elemento natural, renovable y totalmente amigable con la madre tierra. La higuerilla, ya en desuso, no requiere de cuidados especiales, no produce olores y no emite contaminantes que puedan afectar nuestra salud o el medio ambiente.

Este es otro de esos casos que en este recorrido nos muestra la capacidad de crear de nuestro pueblo nasa. Es un claro ejemplo de la necesidad de impulsar la educación propia en nuestra comunidad. Educación propia para la economía, para la autonomía, para el wët wët fxizenxi… Comuneros como Felipe son los motores que nos impulsan a alcanzarlo. Desde los montes de El Flayó, una luz alumbra para toda la comunidad.

      

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