Se calcula que por sequía de 5 meses, 20.000 chigüiros, 3.000 reses, venados y tortugas han muerto.

“El olor a muerte es tan fuerte que ya no se puede andar sin tapabocas”.

De esta manera Eduardo Martínez, propietario de la reserva La Esperanza, un hato ubicado bien adentro de los llanos del Casanare, describe la tragedia que viven chigüiros, venados, galápagas (como llaman a las tortugas hicoteas), osos palmeros, cachicamos (armadillos) y reses por causa de la prolongada sequía.

Martínez, de 48 años y de piel curtida por el sol, es un llanero típico, de cotiza y sombrero, que recorrió esta semana las desérticas sabanas del sector de Caño Chiquito, una de las zonas afectadas, que se encuentra a unos 110 kilómetros del perímetro urbano de Paz de Ariporo, a unas 4 horas de Yopal, la capital del departamento.

Al igual que la mayoría de habitantes de esta vasta región, estima que han muerto de sed unas 3.000 reses y cerca de 20.000 chigüiros, especie que ha resultado más golpeada, toda vez que este roedor gigante pasa la mayor parte de su vida dentro el agua, y eso es lo que precisamente escasea en la zona. (Vea aquí fotos)

Corporinoquia, la CAR de Casanare, calcula que la población de chigüiros muertos puede ascender a 8.000 o 10.000, pero advierte que el número seguirá creciendo si las lluvias no llegan pronto.

“Hay animales muertos a lado y lado de los caminos. Cada 100 metros se ven cadáveres y hasta montones de 15 y 20 chigüiros”, le dijo a EL TIEMPO el finquero, quien con motobombas intenta llevar agua a los reservorios que hay en su hato y donde las pérdidas aún no han sido cuantificadas.

Todos los animales han muerto deshidratados porque llevaban días sin beber agua y los pocos esteros que aún quedan son lodazales, en los que se encuentran cuerpos sin vida de bagres, babillas y reses que quedaron atrapadas.

El verano completa cinco meses y afecta especialmente a esta zona de sabanas inundables (que la mayor parte del año permanece anegada) y cuya extensión se calcula en 200.000 hectáreas, de las cuales Martínez apenas tiene 1.400.

“Es un hato pequeño –afirma su esposa, Libia Parales–, si se compara con los vecinos, que tienen 4.000, 10.000 y 20.000 hectáreas”.

Parales, que junto con su esposo y sus siete hijos estableció un proyecto de conservación de fauna y flora, cuenta que por el camino hacia la reserva muchas veces tuvieron que parar la camioneta en la que viajaba para permitir que los esqueléticos chigüiros pasaran lentamente. “Ya no tienen fuerzas para correr”, dice la mujer.

El mayor desastre
Como ninguna otra zona de Colombia, en las sabanas casanareñas hay varios campos petroleros, pero pese a su riqueza aún no llegan los operadores celulares. Por eso sus habitantes deben darse cita en la noche en algún sitio donde se coge la señal o subir a las copas de árboles para poder comunicarse con el resto del mundo. Esto les ha impedido contarle al país su actual tragedia.

Migsy Pérez, hija del propietario del hato La Victoria, también en Paz de Ariporo, asegura que esta región está pasando por su peor tragedia. En el 2000 tuvieron otra mortandad de animales silvestres, pero “nada comparado con la de ahora”, sostiene. En ese año se estimó que al menos 10.000 roedores y muchas otras especies sucumbieron ante la sed.

“Es que en una poceta de un metro cuadrado había más de 100 chigüiros, unos encima de otros, tratando de refrescarse”, dice Migsy, quien también es testigo del dantesco panorama.

“En el recorrido tuvimos que sacar vacas que se habían quedado atrapadas en pozos y encontramos un cementerio de pescados, de bagres de buen tamaño, y un grupo de entre 200 y 300 tortugas, casi unas sobre otras”, cuenta Pérez.

De acuerdo con esta casanareña, el intenso verano y las altas temperaturas también están afectando a las poblaciones de chigüiro y de ganado en las sabanas de los municipios de Hato Corozal, Trinidad, San Luis de Palenque y Orocué.

“Esto es una catástrofe”, manifiesta el alcalde de Paz de Ariporo, Édgar Bejarano. “La verdad es que el agua se agotó, la sabana se está convirtiendo en un desierto y se puede llegar al punto de que no tendremos animales silvestres”, insiste el mandatario local.

Soluciones son paliativos
Pero más allá de la emergencia sanitaria que acaba de declarar el municipio de Paz de Ariporo, para contrarrestar la posibilidad de epidemias, no es mucho lo que se puede hacer de manera urgente para reducir la mortalidad de animales.

Alexis Duarte, secretario de Agricultura de Casanare, culpa de la intensa sequía al cambio climático y dice que fuera de enviar maquinaria a la zona para hacer reservorios de agua, no ve una solución urgente a la mano. Argumenta que “faltan recursos y logística”.

Hasta ahora han sido los propios dueños de los hatos quienes intentan contener la muerte de especies silvestres y de ganado con motobombas y, pese a la prohibición de Corporinoquia, perforar pozos profundos. Pero estos trabajos son paliativos, porque abarcan una mínima extensión de esas sabanas.

“Es increíble que nos prohíban a los ganaderos hacer pozos profundos, cuando las petroleras cada 50 metros perforan hasta 20 m de profundidad para realizar sísmica, convirtiendo la tierra en una coladera”, dice el diestro llanero Eduardo Martínez para explicar algo que tiene inquietos a todos los habitantes de estas sabanas: el nivel freático se ha bajado.

Los pronósticos de los mismos baquianos indican que las lluvias no aparecerán en menos de un mes, y mientras tanto el olor a muerte seguirá viajando con el viento por todos los rincones de lo que eran hace unos meses verdes praderas y ahora son un vasto cementerio donde los chulos se dan un extraordinario banquete.

Minambiente asume la emergencia ambiental
La ministra de Ambiente, Luz Helena Sarmiento, anunció ayer que trasladará desde el próximo martes su despacho a Yopal para afrontar desde allí la emergencia por falta de agua en la zona de sabanas inundables.

Sostuvo que se podrían instalar aljibes y otras alternativas de abastecimiento que están en estudio para llevarles agua a los animales afectados.

Sarmiento también explicó que la muerte de los animales se produjo, en parte, porque ya no tienen sombra en morichales y otra vegetación de la zona, que ha sido talada por la ganadería extensiva.

‘La solución es a largo plazo’: Gobernación
Alexis Duarte, secretario de Agricultura de Casanare, manifiesta que la posibilidad perforar pozos profundos para llevar agua a los esteros y reservorios puede resultar contraproducente para el ecosistema de sabanas inundables.

Esta opinión la comparte Ricardo Combariza, profesional de Fauna Silvestre de Corporinoquia, quien dice que cualquier solución implica llevar agua “en cantidades extremas”, pero ese recurso no está cerca y “extraerlo de pozos profundos crearía un desbalance hídrico”.

Sin embargo, el alcalde de Paz de Ariporo, Édgar Bejarano, pide que se permita a los finqueros dragar los sedimentos de los esteros y volver a antiguas prácticas llaneras, como lo era la “tapa” (crear diques en caños y quebradas) para garantizar el agua durante todo el verano.

“Que se hagan las inversiones necesarias y hacer estudios para determinar la forma de llevarles agua a estas comunidades”, señala Bejarano.

Sin embargo, Duarte advierte que cualquier solución debe pasar por concientizar a las comunidades de la necesidad de conservar y proteger los recursos naturales.

Y agrega que es necesario declarar los humedales “áreas de estricta protección ambiental”, con lo que estarían “vedadas para actividades agrícolas, ganadería intensiva, minería y actividad petrolera”.

“La Gobernación propone crear el nodo para el cambio climático y para empezar a hacer una planeación de actividades de corto y mediano plazo, que propendan a mitigar el impacto del cambio climático”, insiste Duarte.

Guillermo Reinoso Rodríguez
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