En cinco años de debate sobre el TLC con Corea nunca nadie se atrevió a decir que a Colombia le iría bien en la competencia industrial, hasta que apareció Cecilia Álvarez, flamante ministra de Comercio. Y nadie lo hizo porque son muy conocidas la fuerte competitividad de la industria coreana y la debilidad de la instalada en el país, hasta el punto de que la balanza comercial industrial colombiana –sin café ni refinerías de petróleo– va a ser negativa en unos 35.000 millones de dólares en 2014 (http://bit.ly/1ERvjnqhttp://bit.ly/1ERvjnq)
Además de sus sorprendentes afirmaciones sobre la capacidad industrial de Colombia, doña Cecilia se sumó al puñado de ilusionistas que defiende un tratado leonino por el supuesto aumento de las exportaciones agrarias, teorías las dos que no tienen ni una cifra en qué sustentarse. Siguen con el mismo cuento, manido de 25 años, de que Colombia exportará por el simple hecho de que otros países exportan, ocultando que lo principal que despachamos al exterior son productos mineros, que no necesitan de TLC para venderse.
Sacrificar la industria a cambio de una ganancia agropecuaria –aun si fuera cierta, que no lo es– condena a Colombia al atraso y la pobreza, dado su papel insustituible en el desarrollo científico y tecnológico, las bases de todo progreso. Y como en las ventas del agro nacional pesa bastante la capacidad de compra del trabajo urbano e industrial del país, por ese lado también constituye un absurdo aplaudir la quiebra de las fábricas que sobreviven y del desempleo que viene con ella.
Los publicistas del TLC con Corea recurren al sofisma de afirmar que como ese país importa unos 26 mil millones de dólares en productos del agro, entonces Colombia venderá una porción significativa de esa suma. Sobra decir que no dan ni una prueba al respecto. Y ocultan que ese mercado no está libre ni a la espera de que lleguen los colombianos a coparlo, porque les pertenece a las principales potencias agrarias del mundo.
Nueve países controlan el 73 por ciento de las exportaciones agropecuarias a Corea. Tres venden el 96 por ciento de la carne bovina, cinco el 100 por ciento de la leche en polvo, también cinco el 84 por ciento del azúcar, China exporta el 95 por ciento de las hortalizas, Filipinas el 97 por ciento del banano y Malasia e Indonesia el 99 por ciento del aceite de palma. El 90 por ciento de la carne de pollo es de producción interna y el 10 por ciento restante lo ponen Brasil y Estados Unidos. ¿A quién vamos a desplazar en proporciones de importancia? Den un nombre, una prueba, algo.
La demagogia sobre las flores es ridícula, porque el consumo coreano es muy bajo, de apenas 14 millones de dólares, de los cuales China exporta el 51 por ciento y Colombia el 27 –cuatro millones–, participación relativamente alta que incluso en el caso improbable de aumentarse en algo no generaría nuevas ventas de importancia en dólares.
Colombia exporta café a Corea desde hace décadas, y sin TLC. Hoy vende 48 millones de dólares, el 13 por ciento del mercado, porcentaje de cierta importancia porque el 95 por ciento del consumo es de instantáneo, que se produce principalmente con variedad robusta, que no se cultiva aquí y cuyas ventas las controlan nada menos que Brasil y Vietnam. Nuestro grano se exporta verde porque el negocio de tostarlo es de los coreanos. Y las pocas exportaciones a Corea de este tipo de café corren por cuenta de Estados Unidos, Italia, Japón, Suiza y Brasil. ¡Y tienen el descaro de decir que como el arancel del grano verde irá del dos al cero por ciento, un pequeño cambio, Colombia disparará sus ventas!
En conclusión, el TLC con Corea no se da porque le sirva a Colombia sino porque no le sirve, pues se tramita a favor de las trasnacionales coreanas, en mucho controladas por las norteamericanas. Y también ganan los intermediarios criollos en el territorio nacional.
Ante el desgaste que los hechos les provocan a sus falacias, porque además la caída del precio del petróleo desnudó el origen de las relativas vacas gordas de los últimos años en Colombia, andan desesperados. Que se sepa la verdad los irrita. Y la ministra cree que apelando a un tercer truco, el matoneo, ganará el debate. Otro error. Porque esa práctica también resultará estéril.
Jorge Enrique Robledo, Bogotá, enero 2 de 2015
http://www.moir.org.co/Con-absurdos-defienden-el-TLC-con.html
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