Fotografía de Jesús Abad Colorado
 
En este contexto, las FARC reiteran su decisión de mantener una tregua unilateral y ahora, en la carta anexa dirigida a Juan Manuel Santos, insisten en que se den a conocer verdades que han surgido gracias a las negociaciones de La Habana. Algunas de estas exigencias que expresan las FARC han sido planteadas desde comunidades, procesos e individuos de manera reiterada: De una parte, que asuma por fin su compromiso real con la historia y con el fin de la guerra y se defina. 

 
No puede seguir el Presidente dándole la vuelta al mundo hablando de paz y cediendo cada vez ante las exigencias de quienes quieren perpetuar la guerra. Este es el momento de la verdad: ¿está Santos con la paz o con la guerra? No puede seguir jugando a dos bandas. De otra, le exigen hacer públicos documentos esenciales: los archivos de Estado en relación con la guerra y el documento redactado por la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. Pero además, es indispensable que la estrategia paramilitar del régimen se conozca, para que pueda ser desmontada. Esta no es solamente una exigencia de las FARC. Es una necesidad, un imperativo impostergable de toda Colombia. Acuerdos de Paz insurgencia-estado con paramilitares equivale al establecimiento del terror permanente al servicio de la acumulación privilegiada y mafiosa. Son verdades que debe conocer el país y es justo que sean expuestas y difundidas. Los hechos de la vereda La Esperanza en el que fueron emboscados soldados y fueron asesinados 11 militares deben investigarse y esclarecerse. Que se sepa qué pasó y si las FARC asesinaron a soldados en condición de indefensión, que asuman su responsabilidad, así como unos y otros deben asumir los crímenes que han cometido una y otra vez contra poblaciones (y combatientes) impotentes. ¿Cuántos padres y madres de niños y niñas asesinados por “valientes combatientes” de uno y otro lado cuyas muertes justifican o ignoran comandantes y gobernantes pueden sentir respeto por ustedes y confiar en sus palabras y acuerdos entre asesinos? Acá debería ir la lista interminable y el dolor insufrible que ustedes han infringido y no asumen mientras no cesen en su masacrar acompañado de palabras mentidas de libertad y justicia y sus actos de terror. ¿Donde Estamos? Pueblos en Camino,
 
Una condición impostergable desde los pueblos
Con Fotografías de Jesús Abad Colorado
 
Alcanzar acuerdos de paz para el cese definitivo y permanente del conflicto armado entre las FARC-EP y el Gobierno de Colombia requiere que los juegos y maniobras que se sirven de la guerra y de la negociación para lograr objetivos estratégicos, no puedan servirse de la guerra y, además, que las verdades vayan superando la propaganda y la manipulación, elementos constitutivos de una guerra permanente. 
 
La cultura institucionalizada en Colombia es, precisamente, la de la violencia y la maniobra con fines estratégicos. Cultura forjada por y desde el régimen y reproducida por opositores sometidos a la misma. De allí que, para entender los hechos, hay que ignorar una y otra vez lo inmediato y aparente, fácilmente manipulado y manipulable y buscar las respuestas en quienes obtienen beneficios sea cual sea el acontecimiento (sin que esto quiera decir, ignorar responsabilidades, derechos y justicia). Así las cosas, de no desplazarse activamente la dinámica hacia dejar atrás las acciones de terror y guerra y empezar a decir verdades, la desconfianza justa seguirá creciendo, como es el caso actual, y con ello, los acuerdos que se logren, si es que no son impedidos de antemano por estos juegos patriarcales de guerra, no tendrán credibilidad alguna: ¿quién puede creerle a maestros y magos en mentir, maniobrar y matar con discursos que señalan al otro mientras se reclaman a sí mismos justos y víctimas sabiendo que no lo son? 
 
Fotografía de Jesús Abad Colorado
 
El fin de esta guerra entre la insurgencia y el estado debería obedecer a un mandato de toda Colombia, real pero reiteradamente negado y aprovechado: la gente no cree en los actores armados, no cree en la guerra, no cree en sus discursos y está empozada en sangre y lágrimas consecuencia de discursos que justifican y explican la guerra en beneficio de quienes son sus víctimas. En otras palabras, Colombia ya no quiere más ni cree sus mentiras y maniobras y sabe que ustedes, a bala y plomo hablan mientras sus palabras son para encubrir o promover terror. Siendo así, que lleguen a un acuerdo, depende en gran medida de que escuchen y respeten a la gente: a Colombia. 
 
Fotografía de Jesús Abad Colorado
 
En este contexto, las FARC reiteran su decisión de mantener una tregua unilateral y ahora, en la carta anexa dirigida a Juan Manuel Santos, insisten en que se den a conocer verdades que han surgido gracias a las negociaciones de La Habana. Algunas de estas exigencias que expresan las FARC han sido planteadas desde comunidades, procesos e individuos de manera reiterada: De una parte, que asuma por fin su compromiso real con la historia y con el fin de la guerra y se defina. No puede seguir el Presidente dándole la vuelta al mundo hablando de paz y cediendo cada vez ante las exigencias de quienes quieren perpetuar la guerra. Este es el momento de la verdad: ¿está Santos con la paz o con la guerra? No puede seguir jugando a dos bandas. De otra, le exigen hacer públicos documentos esenciales: los archivos de Estado en relación con la guerra y el documento redactado por la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. Pero además, es indispensable que la estrategia paramilitar del régimen se conozca, para que pueda ser desmontada. Esta no es solamente una exigencia de las FARC. Es una necesidad, un imperativo impostergable de toda Colombia. Acuerdos de Paz insurgencia-estado con paramilitares equivale al establecimiento del terror permanente al servicio de la acumulación privilegiada y mafiosa. Son verdades que debe conocer el país y es justo que sean expuestas y difundidas. Los hechos de la vereda La Esperanza en el que fueron emboscados soldados y fueron asesinados 11 militares deben investigarse y esclarecerse. Que se sepa qué pasó y si las FARC asesinaron a soldados en condición de indefensión, que asuman su responsabilidad, así como unos y otros deben asumir los crímenes que han cometido una y otra vez contra poblaciones (y combatientes) impotentes. ¿Cuántos padres y madres de niños y niñas asesinados por “valientes combatientes” de uno y otro lado cuyas muertes justifican o ignoran comandantes y gobernantes pueden sentir respeto por ustedes y confiar en sus palabras y acuerdos entre asesinos? Acá debería ir la lista interminable y el dolor insufrible que ustedes han infringido y no asumen mientras no cesen en su masacrar acompañado de palabras mentidas de libertad y justicia y sus actos de terror. 
 
Fotografía de Jesús Abad Colorado
 
La gente hace mucho tiempo está cansada y con razón, del desangre y las mentiras en una guerra en la que 7 de cada 10 víctimas no han sido miembros de las fuerzas confrontadas. Retórica para la muerte y el terror que somete a un pueblo a no poder luchar por sus derechos y a no poder vivir. La guerra, venga de donde venga, le sirve al modelo de despojo y privilegio, tanto o más, en el caso de Colombia, que la paz del modelo. Para que el fin del conflicto armado entre insurgencia y estado y el cese al fuego definitivo y permanente entre las FARC y el gobierno abran espacios reales para la paz de los pueblos sin dueños, las voces, memorias, experiencias y exigencias de un pueblo deben sentirse y escucharse de manera cada vez más fuerte y clara y deben empezar a respetarse, porque, hasta ahora, no las respeta nadie que porte un arma o comande ejércitos o guerrillas. Esta es la condición para la paz. Tregua, cese definitivo de acciones agresivas, cese al fuego bilateral y apertura de espacios y mecanismos para que se sepan verdades y que las verdades reemplacen los trucos, las propagandas y las maniobras. No hay paz sin verdad y  sin pueblos autónomos, así como no hay guerra que los respete. Debe reconocer el gobierno y la insurgencia de las FARC que llegaron a un punto en las negociaciones que, planificado o no, les guste o no, les obliga a respetar a Colombia y a subordinar por lo menos los objetivos estratégicos más evidentes de intereses particulares, a derechos y exigencias colectivas como estos planteados. Que ustedes pierdan posiciones implica que las gana Colombia. De ello dependen los acuerdos y la credibilidad que merezcan. Sigan en su empeño de ganarle a Colombia con las negociaciones y si ganan pasará exactamente eso: Pierde Colombia
 
Fotografía de Jesús Abad Colorado
 
Para transformar una cultura de mentiras y engaños establecida para obtener beneficios y encubrir el terror, se requiere que este tema salga a la superficie y deje de ser ignorado. El día en que sientan, que les hagamos colectivamente sentir vergüenza a los que mienten para ganar y conseguir y a nombre de las mas nobles de las causas persiguen los más repugnantes beneficios con el terror y la guerra, ese día tendremos futuro y estaremos en camino hacia la paz. Será el día en que este modelo de la acumulación basado en la mentira y el engaño haya quedado supeditado al del respeto a la vida y al bienestar colectivo. Estamos muy lejos de ese día. Ni siquiera podemos decir que vamos en esa dirección, pero, si a estas alturas de las negociaciones de La Habana, por lo menos, la guerra deja de ser un medio para embusteros y tácticos y deja de serlo por exigencia y por respeto a un país despreciado que está absolutamente saciado de matones con discurso fácil; si eso sucede, habrá una posibilidad de que los acuerdos se logren y que no sean letra muerta que nadie crea y todos abusen. En este contexto es bienvenida esta carta de las FARC-EP y sus exigencias respaldadas por la decisión de mantener el cese al fuego unilateral. El gobierno debe entregar los documentos, cumplir con lo acordado y responder al cese al fuego con cese al fuego y fin de acciones ofensivas. No es por las FARC ni por el Régimen. Es por Colombia, la Colombia de los pueblos de la que se han servido y se sirven para acceder, acrecentar o usurpar un botín desangrando.
 
con Fotografías de Jesús Abad Colorado
Abril 25 de 2015
 
 
 
En el discurso de instalación de la última sesión del Consejo Nacional de Paz el señor Presidente Santos manifestó que por los hechos acaecidos el 14 de este mes en la vereda La Esperanza, municipio de Buenos Aires, Cauca, la pelota queda del lado de las FARC. Esto seguramente, refiriéndose a que los comandantes guerrilleros se deben manifestar y actuar. Eso suponemos.
 
A este respecto fuimos claros al manifestar con motivo de la terminación del ciclo 35 de las conversaciones de La Habana, que lo acontecido había sido un tragedia.  “Y lo fue (lo afirmamos), porque la guerra es una enorme tragedia. En nuestra patria una tragedia de más de medio siglo. Precisamente por esto nos encontramos en La Habana”. Y pusimos de presente de manera serena tres interrogantes: “¿Qué sucedió? ¿Por qué sucedió? ¿Cómo sucedieron los hechos del 14?” (Leer comunicado fin de ciclo 35) Esto con la intención de manifestar que situaciones de guerra de la naturaleza que se dieron, hay que evitarlas a toda costa. Por eso a renglón seguido insistimos en reiterar la decisión de mantener el cese unilateral e indefinido de fuegos y hostilidades. Ya el país pudo constatar los beneficios de esa iniciativa nuestra, que para desgracia de la nación, fue recibida por algunos como “una rosa llena de espinas”. Frase que desde un comienzo nos hizo entender que cualquier situación crítica de guerra que se pudiera dar en el camino, habría de ser cobrada sin consideraciones de tiempo, modo y lugar. Sin embargo, seguimos sosteniendo la decisión política-militar ya tomada. Pero en el lógico entendimiento de que suspendido unilateralmente el fuego sin haberse solucionado aún el conflicto, se mantiene el natural derecho a la legítima defensa. Al que está quieto hay que dejarlo quieto.
 
Jesús Abad Colorado
 
Bien ha anotado el Presidente Santos que “es fácil, muy fácil, seguir hablando de guerra sentados en un escritorio o desde las trincheras de las redes sociales”. Magnífica frase para ser tenida en cuenta cuando cualquier contratiempo que se presenta en el magno proyecto de la paz lleva a los enemigos agazapados y no agazapados de la reconciliación, y a los sabios de última hora en temas desconocidos para ellos, a rasgarse las vestiduras y a pedir que se mantengan sus comodidades a precio de litros de sangre ajena.
 
Las FARC-EP han sido claras al manifestar que la paz es un imperativo. Y que está en La Habana para cumplir con lo acordado con el gobierno el 26 de agosto de 2012. Su contenido es claro. Está al alcance de quien lo quiera conocer o repasar en los medios electrónicos de comunicación social. Y lo ponemos de presente porque comentaristas de oficio y varios burócratas, más afanados en agregar tiempo a su carrera hacia la jubilación que en buscarle soluciones al conflicto, pontifican teniendo en cuenta su propio parecer sin ni siquiera evaluar lo sucedido en nuestra patria en los últimos sesenta años. 
 
El proceso de paz hay que sacarlo al otro lado. Y rápido. Sin recurrir a artilugios mañosos y sin dilaciones injustificadas. El Acuerdo General para la Terminación del Conflicto es claro. En la Agenda se encuentran los instrumentos requeridos para llegar a la meta deseada. Ya que el balón está de nuestro lado, al decir del doctor Santos, se propone que aceleremos el proceso en el entendido sí, de que hay tiempos que no se pueden obviar. La consecución de la paz no se logra con cronómetro en la mano, sino evacuando temas. Si de celeridad se trata, desde el ciclo 34 de conversaciones tenemos todas las propuestas referidas a víctimas sobre la mesa.  Dicho esto, consideramos entonces que se deben adelantar algunos pasos que precipiten la terminación del conflicto, para lo cual hay que dejar la subjetividad a un lado y ser prácticos.
 
1- Le sugerimos al señor Presidente de manera comedida, que el papel que viene asumiendo de activista de la paz y hacedor de la guerra corresponda más a su deseo de allanar el camino hacia una solución posible de reconciliación y menos a su necesidad de encenderle una vela a dios y otra al diablo. La política local no debe alterar su ruta. Reconocemos que viene siendo azuzado (para emplear un término ya utilizado por nosotros) y retado desde columnas de opinión, micrófonos, salones sociales, escenarios políticos y aún desde oficinas públicas como la Vicepresidencia, desde donde se han atrevido a indicarle cómo debe proceder. Es indispensable el mantenimiento de su serenidad.
 
2- No hemos logrado entender por qué en La Mesa se dilatan o posponen decisiones que se han debido evacuar hace meses. Exigimos apresurar la marcha cuando se trata de asuntos de total obviedad. Desde que pusimos a consideración la creación de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas hasta la fecha de su integración, transcurrió un año y tres meses. Y una vez entregado el informe, ha sido imposible darle trámite a sus conclusiones. El desgaste para lograr algo tan importante para el país y para el fin del conflicto, es inexplicable. Mucho más cuando expresidentes, el propio Jefe de Estado y quienes saben de historia de Colombia, reconocen que el conflicto se ha extendido por más de cincuenta años. Lo afirman y lo reiteran.
 
No existe quien conociendo los informes de los comisionados -todos ellos venidos de procedencias dispares y de origen ideológicos contrapuestos-, no concluya que se da una responsabilidad del Estado por acción o por omisión, por la tragedia surgida hace décadas y que aún persiste. De allí que se hable de un número significativo de victimarios procedentes de sectores diversos de la sociedad colombiana.
 
Así las cosas proponemos al país:
 
a) Que se difunda masivamente el informe aludido. Imperante esta necesidad. Urgente. Debe enviarse a todos los rincones del país para su estudio y consideración. A las universidades, colegios, normales, para que así se contrarreste el hecho de que el país retiró de su pensum de formación académica la historia de Colombia. Si no se conoce lo que ocurrió en la patria en los últimos cincuenta o sesenta años, no se puede crear una conciencia y una cultura de la paz.
 
b) Que el señor Presidente conozca de manera detallada dicho documento denominado Contribución al Entendimiento del Conflicto Armado en Colombia, (Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas), de febrero de 2015, e invite a su gabinete ministerial y funcionarios con capacidad de decisión a que se ocupen de su lectura y estudio.
 
c) La integración inmediata por la Mesa de una comisión de evaluación de los resultados del informe y del estudio de los alcances para la paz, de la responsabilidad del Estado. Urge hacerlo para establecer precisamente responsabilidades jurídico-políticas derivadas de su fundado contenido.
 
d) La integración inmediata de una comisión que conduzca al cumplimiento del subpunto 7 del punto 3 de la Agenda sobre terminación del conflicto que dice así: “7. En el marco de lo establecido en el Punto 5 (Víctimas) de este acuerdo se esclarecerá, entre otros, el fenómeno del paramilitarismo”. La comisión que se cree para informar sobre el fenómeno del paramilitarismo debe ser integrada en la próxima ronda sin dilación alguna.
 
e) No se ha dado un proceso de paz en el mundo en el que no se haya conocido la verdad de lo ocurrido antes de la firma del acuerdo final, para lo cual, sin excepción que se conozca, se han abierto previamente los archivos de los diversos regímenes. Por esto, pensando en las víctimas y en el derecho nacional e individual a la verdad, solicitaremos todos los días y seguiremos insistiendo cada vez que nos encontremos con los plenipotenciarios del gobierno, en que se abran los archivos. Se deben dar a conocer las actas de los consejos de ministros que desde los años veinte del siglo pasado se guardan en secreto como si la historia fuera necesaria taparla para que no se juzgue. Que se abran los archivos de la policía secreta, de los agentes de inteligencia del Estado (SIC, DAS, fuerza pública en general, Ministerio de Guerra, hoy de Defensa, en lo relacionado al conflicto interno, y de Gobierno, hoy del Interior). ¡Que se abran los archivos! Le pedimos a los plenipotenciarios del gobierno y al Presidente Santos que en momentos en que buscamos conjuntamente la paz, no le tengan temor a la verdad. Que se abran los archivos.
 
SECRETARIADO DEL ESTADO MAYOR CENTRAL DE LAS FARC-EP
Abril 24 de 2015