Mientras caminaba por la calles de El Porvenir en Suacha, un barrio que guarda en la entrañas de su memoria las luchas cívicas de los desterrados que llegaron en los 70`s buscando un techo, Heiner Gaitán fue hostigado por policías que, con la excusa de solicitarlo para una revisión de antecedentes en el CAI, lo cercaron, esposaron y dejaron caer sobre él el peso aplastante de la maquinaria autoritaria del Estado. El ataque contra Heiner, militante de la Unión Patriótica y vocero de la Red Juvenil de Suacha que articula a varias organizaciones y colectivos en el territorio, fue ejecutado por un dispositivo policiaco que no logró intimidar a la comunidad de El Porvenir, que salió a la calle para defender a uno de sus vecinos más conocidos, de probada honradez y lucidez política: ¿cuántos serán que no han vuelto de estas capturas extrajudiciales?, ¿cuántos serán los que han desaparecido en los CAI y caballerizas del ejército?, ¿Cuántos serán los que no pudieron sentir el abrazo fraterno de una comunidad agotada no del abuso de autoridad, porque no hay autoridad legítima cuando el único resorte político es el ejercicio autoritario de la violencia, sino de la mano armada que pretende acallar las voces de quienes piden un mundo mejor, posible?

 
Se nos ha dicho que la paz está cerca, que la sombra de tantos años de guerra está por terminar, pero solo falta observar con detenimiento los movimientos que desde arriba anuncian una nueva guerra contra el movimiento social, contra la izquierda organizada, contra las alternativas históricas al modelo dominante. Desde arriba la coyuntura nacional siguen siendo las disputas entre el santismo y el uribismo en torno a la Jurisdicción Especial de Paz, sin embargo la matriz de opinión ha sido ocupada ya por los grandes medios masivos de comunicación que construyen el relato dominante según el cual la impunidad para los comandantes guerrilleros es el mal necesario para desbrozar el camino a la paz: cuando sus tribunales actúan es justicia, cuando la justicia indígena castiga a un agente de inteligencia infiltrado es barbarie y secuestro; cuando sus jueces indultan es una concesión misericordiosa a quienes no lo merecerían, cuando el pueblo organizado se moviliza es caos y terror; cuando es reclutamiento forzado llamado servicio militar obligatorio es un acto patriótico, cuando los jóvenes se organizan para demandar empleo digno y educación es violencia e inmadurez; según ellos, la guerra inicio cuando les fue declarada hace 50 años, no cuando el pueblo la sufrió dividido por la dirección liberal-conservadora hace 180 años. 
 
Abajo la coyuntura es otra, la de siempre pero más aguda, el gobierno y el poder “realmente existente” parecen decididos a desencadenar otro ciclo de represión contra el movimiento social y la izquierda, obstinados en su intención de desarticular en las calles lo que no fueron capaces de lograr con la guerra abierta, empecinados en repetir la historia de Guadalupe Salcedo, de la Unión Patriótica, en fortalecer como en los 50`s, los 80`s y los 90`s, el aparato paramilitar para impedir el avance, así sea por vías electorales, de una propuesta alternativa de país. Y es que ante nosotros se dibujan las geografías de la represión y la barbarie: 13 jóvenes organizados en el Congreso de los Pueblos fueron capturados en julio en brutales operativos trasmitidos en horario triple A; ese mismo mes inicio el despliegue militar en el Catatumbo, región donde los campesinos han avanzado en formas organizadas de administración de sus comunidades de cara a la movilización coordinada por la Cumbre Agraria; en occidente, desde el 2 de septiembre, hacen presencia por lo menos 200 paramilitares en la región del Bajo Atrato chocoano, según denuncian los pobladores los paramilitares ingresaron por el río Truandó en 6 embarcaciones e instalaron retenes. Los paramilitares también han hostigado a los líderes de los Consejos Comunitarios Menores para que se reúnan con ellos y dejaron panfletos en las casas de Riosucio en los que indican que “quien no esté de acuerdo con ellos debe irse”, todo ello en medio de una fuerte presencia militar y policial.
 
Y es que en el calendario de arriba la represión de las expresiones electorales de fuerzas políticas alternativas hace parte del esfuerzo criminal por descabezar la perspectiva estratégica del movimiento popular, la violencia no se limita a sacar del camino a la competencia electoral presentada por la izquierda, sino a desarticular a toda una nueva generación de activistas, líderes y comunidades organizadas que están en el centro del fortalecimiento político de la movilización social. Así se ciernen sobre la Unión Patriótica amenazas, intimidaciones y atentados directos como lo que sufrieran Hugo Sanchez, candidato a la alcaldía de Palmito, Sucre; Didier Quinayás, hijo del candidato a la Alcaldía de Sucre, Cauca; hecho violentos a los que ahora se suma el acto intimidatorio contra Heiner Gaitan, en Suacha.
 
¿Por qué? 
¿Cuántos más?
¿Hasta cuándo?  
 
El delirio represivo...
 
El momento político es un síntoma de la agresividad de los poderes realmente existentes, tan estúpidamente burda y peligrosa, que exige de la insurgencia abandonar las armas mientras se prepara para transitar, una vez más, a una de guerra de movimientos contra el pueblo colombiano, que calza mucho mejor en la matriz ideológica de la policía nacional y las fuerzas militares- acostumbrados ya a demostrar su patriotismo a través de la guerra de baja intensidad- que el discurso oficial del posconflicto, y serán esos los linderos del tablero político que tratara de imponerse desde arriba sobre las expresiones más organizadas de movilización popular: o acepta la cooptación disfrazada de democratización y apertura institucional o sufre las violentas consecuencias de su convicción ética, su creatividad política y su disciplina organizativa hacia una Colombia que no cabe en los límites de ese tablero de juego ni de cualquier formación política basada en una economía de la acumulación y la ganancia.
 
Por supuesto los medios de comunicación son una pieza clave en la cobertura hegemónica y en la movilización de opinión pública en torno a las perspectivas dominantes del posconflicto. La intimidación operada por agentes de policía en El Porvenir, en Barbosa –donde Carlos Morales, dirigente campesino de CAHUCOPANA, fue detenido ilegalmente-, en Caloto y Corinto –donde el ESMAD arremetió el pasado 24 y 25 de septiembre contra las comunidades que adelantan la Liberación de la Madre Tierra- y en muchas otras geografías, es completada en HD durante la emisión de la noche por Caracol y RCN con un enorme: ¡ESTAN ADVERTIDOS!, vendiendo la mediocridad periodística de Séptimo Día para posicionar el desprecio racista contra las comunidades Nasa del norte del Cauca y su trabajo de Liberación, que sirvió como antesala de la captura arbitraria de Feliciano Valencia y de las calumnias contra Julio Tumbo, indígenas que probaron su solidez política en el proceso organizativo y las jornadas de movilización de la Minga de Resistencia Social y Comunitaria que entre 2002 y 2008 enfrentaron la arremetida paramilitar, desarticularon la legislación de despojo levantada por la parapolítica y crearon un clima social de inconformidad organizada contra el militarismo autoritario de Álvaro Uribe. 
 
Mientras exista un atisbo de organización, alegría y resistencia de los pueblos el poder realmente existente seguirá en guerra, más aun si el ejercicio criminal de la violencia le representa enormes dividendos económicos. A nuestra generación le ha correspondido asumir el reto histórico de enfrentar la posibilidad de un eventual acuerdo de paz y la realidad efectiva de un modelo de desarrollo económico que sigue demandando la utilización de violencia para abrir los territorios, despojando y despoblando. La resistencia y la rebeldía constituyen la tarea política del momento, fueron estos pueblos los que resistieron la arremetida paramilitar y asumieron la iniciativa política que le abrió paso a experiencias de organización como la Minga Social y Comunitaria, la Comunidades de Paz de San José de Apartadó, el Congreso de los Pueblos, la Marcha Patriótica y todas las expresiones regionales que construyen desde la organización y la movilización de las comunidades una alternativa de país: Feliciano, Paola, Julio, Carlos, Hugo, Heiner son los hombres y mujeres corrientes que hacen parte de los mejores dividendos de esta generación.
 
Su dolor es nuestro, su resistencia es nuestra esperanza, acompañarlos es también nuestra causa.
 
Tejido de Comunicación