A propósito de la conmemoración de los 31 años sin la presencia física de nuestro Nasapal Álvaro Ulcué Chocué, compartimos una breve reseña publicada en Lucha Indígena el año pasado.

Fotografía del CECIDIC, Toribío Cauca, publicada durante el Encuentro Cultural Álvaro Ulcué Chocué
“… Álvaro sí era un líder arraigado al territorio, pues no se acomodaba sino que se apropiaba de los espacios necesarios como Nasa para luchar desde allí en camino a la liberación.

No como muchos de nosotros que todavía nos dejamos engañar por los malos gobiernos, por los partidos políticos, por las agencias, por la institucionalidad y a veces por nuestro interés individual, olvidando el camino de la palabra que él nos marcó, insistiendo que desde el más pequeño tuviera la capacidad de analizar y de no tragar entero, entonces siempre repetía: “Enséñeles a leer y no a firmar su propia suerte. Aprender a leer, atreverse a pensar es empezar a luchar. Sólo es libre el que sabe a dónde va”. En el contexto actual, en el que el enemigo es más grande por su poder transnacional, que se ha instalado una política de despojo y extermino global contra los pueblos, que además penetra el territorio de nuestros imaginarios, confundiéndonos con codicia y pragmatismos politiqueros y que nuestro Cxab Wala Kiwe (territorio del gran pueblo) sigue siendo víctima de la guerra, precisamente por su digna lucha y resistencia a la mercantilización de la vida toda, para que “su semilla nunca muera” y su asesinato no nos condene de nuevo a la obediencia al despojador, tenemos que nacer muchos más Álvaros, hombres y mujeres que vemos, pensamos y actuamos en la libertad del territorio”.
 
Álvaro Ulcué Chocué: Alumbrando seguirá
 
 
[…]Su semilla nunca muere,
más Álvaros nacerán
el camino de la lucha
alumbrando seguirá”
Himno del pueblo Nasa (Colombia)
 

 
“Mataron a Álvaro Ulcué. Mataron a Álvaro Ulcué”, fueron las voces sollozantes de mi mamá y de mi abuela, al escuchar la terrible noticia por la radio, mientras dialogaban y preparaban los alimentos al calor del fogón esa fría mañana del 10 de noviembre 1984 en las montañas de Jambaló Cauca. En ese momento, con escasos cinco años de edad, no entendía lo que significaba ese asesinato para mi pueblo, pero sí alcanzaba a sentir el dolor tan grande y la desolación que había dejado en mi familia.
 
Nuestro Nasa Pal (sacerdote), Álvaro Ulcué Chocué (1943- 1984), se había convertido en la luz de nuestras comunidades, precisamente porque se apropió de la palabra de Dios y la caminó casa por casa, vereda por vereda, comunidad por comunidad, justamente para procurar la liberación del pueblo oprimido, y no para inculcar resignación ante el despojo, la muerte y la injusticia de los poderosos. Fue el primer sacerdote indígena que no sólo empezó a realizar misas en Nasayuwe, nuestro idioma, sino que se dedicó a alimentar nuestras consciencias para luchar por nuestros derechos y para construir una comunidad nueva, en la que no sintiéramos vergüenza de ser indígenas y nos organizáramos, pues como bien decía: “El gobierno siempre se pone de parte de los poderosos defendiendo sus intereses, pero los intereses de los pobres los tiene que defender la propia comunidad organizada”.
 
Dicen quienes lo conocieron que antes de ser asesinado se soñaba con un perro negro que lo perseguía a todas partes, y ese perro negro de la codicia de los terratenientes fue el que le arrancó la vida hace 30 años en Santander de Quilichao, Cauca. ¿Por qué?, pues porque Álvaro Ulcué estaba logrando que nuestro pueblo levantara la cabeza ante el despojador y además de revitalizar nuestra cultura en todos sus ámbitos, no nos dejáramos engañar por los “blancos” que a cambio de ser padrinos de nuestros hijos, nos arrebataban la tierra. Él con sus propias prácticas nos abrió el pensamiento para que nos re-conociéramos en nuestro arraigo a Uma Kiwe (madre tierra) y la defendiéramos en palabra y acción.
 
En los 80 cuando las recuperaciones de tierra continuaban en el Cauca y la respuesta del usurpador sólo era la muerte, él celebró misas en nuestro idioma y respaldó a las comunidades en esas tierras liberadas. Por todo eso, se convirtió en una piedra en el zapato no sólo para los terratenientes sino también para las diversas líneas ideológicas que dominaban a nuestros pueblos, entonces las amenazas venían de todas partes, justamente porque Álvaro nos inculcó que primero éramos indígenas, antes que ser liberales, conservadores o comunistas.
 
Álvaro sí era un líder arraigado al territorio, pues no se acomodaba sino que se apropiaba de los espacios necesarios como Nasa para luchar desde allí en camino a la liberación. No como muchos de nosotros que todavía nos dejamos engañar por los malos gobiernos, por los partidos políticos, por las agencias, por la institucionalidad y a veces por nuestro interés individual, olvidando el camino de la palabra que él nos marcó, insistiendo que desde el más pequeño tuviera la capacidad de analizar y de no tragar entero, entonces siempre repetía: “Enséñeles a leer y no a firmar su propia suerte. Aprender a leer, atreverse a pensar es empezar a luchar. Sólo es libre el que sabe a dónde va”. En el contexto actual, en el que el enemigo es más grande por su poder transnacional, que se ha instalado una política de despojo y extermino global contra los pueblos, que además penetra el territorio de nuestros imaginarios, confundiéndonos con codicia y pragmatismos politiqueros y que nuestro Cxab Wala Kiwe (territorio del gran pueblo) sigue siendo víctima de la guerra, precisamente por su digna lucha y resistencia a la mercantilización de la vida toda, para que “su semilla nunca muera” y su asesinato no nos condene de nuevo a la obediencia al despojador, tenemos que nacer muchos más Álvaros, hombres y mujeres que vemos, pensamos y actuamos en la libertad del territorio.
 
Respetar el mandato de nuestro pensamiento:
 
“La palabra sin acción es vacía
la acción sin palabra es ciega
la palabra y la acción por fuera
del espíritu de la comunidad
son la muerte”.

 
Autora: Vilma Almendra
Fuente: Lucha Indígena