Entre el 17 y 25 de septiembre grafiteros de Colombia y México borrarán las huellas de la guerra en este municipio del norte del Cauca y plasmarán en las paredes la resistencia de los indígenas nasa. Esta es la historia de un Toribío que se prepara para el posconflicto.
En todo el municipio de Toribio, Cauca existen más de 250 murales, muchos de ellos pintados por la imaginación de los propios muralistas nasa. Minga Muralista Nasa
“Menos bazuca y más yuca”, se lee en un grafiti pintado en las paredes de una vivienda en ruinas que está cerca a la estación de Policía de Toribío, Cauca. Fue sacudida por la onda explosiva de la chiva bomba que las Farc estrellaron contra el cuartel el 9 de julio de 2011. Ahí murieron tres personas, destruyeron 460 casas y resultaron 103 heridos. Dos años después, los rastros de sangre fueron borrados por muralistas de México, Ecuador y Colombia, quienes durante una semana dibujaron la resistencia de los indígenas nasa en las paredes del municipio más atacado en la última década. (Vea galería de murales)
Hoy, cuando ya se puede ver sin miedo a la balas cómo se oculta el sol detrás del cerro El Berlín, cuando parece que por fin los fusiles se callarán, del 17 al 25 de septiembre terminarán de pintar el territorio de los colores de la naturaleza, buscando dibujar la memoria y repintar la resistencia. Será la segunda minga de muralismo del pueblo Nasa, en la que intervendrán 40 murales en este territorio del norte del Cauca, compuesto por tres resguardos: Tacueyó, San Francisco y Toribio.
“Con la guardia indígena hemos hecho un trabajo de marcar muchos lugares para ir desplazando imágenes que no hacen parte de nuestra identidad. Hemos retirado propaganda alusiva a grupos armados legales e ilegales. Todo eso se ha ido desplazando para posicionar la imagen del pueblo Nasa”, dice Breiner Ortiz Yule, del equipo de trabajo del Centro de Educación Capacitación e Investigación para el Desarrollo Integral de la Comunidad (Cecidi), institución organizadora de la minga muralista.
“Resistencia”, se lee en otro mural que cubre la fachada de una vivienda del casco urbano. Está dibujado el rostro de un indígena nasa con una pañoleta que tapa la mitad de su cara. Al lado, un bastón de mando, con el que la guardia indígena defiende el territorio, y al final de la pared un mensaje: “Minga de resistencia de los pueblos. Porque otro mundo es posible”.
En el esqueleto de cemento de otra casa, en un muro solitario se ven a dos indígenas (madre e hija), abrazadas eternamente. “Sin ejército existiría la paz”, se lee. “Por el momento coyuntural en el que estamos se está trabajando mucho en el tema de la paz territorial. Queremos mostrarle a Colombia y al mundo que Toribío no solo es conflicto, también tiene cosas buenas, entre ellas, la fuerza de resistir, de no dejarnos desplazar del territorio. Es mostrarle al mundo la imagen de paz de nuestro pueblo”, explica Ortíz Yule.
Frente al parque central está la iglesia y enseguida la Casa Cural. En la segunda, las paredes tienen los colores del arcoíris. Hay retratos de indígenas nasa con flauta traversa y tambor, y niños mirando cómo sus mayores recorren un territorio de ensueños. Un territorio lleno del verde vital y libre de grupos armados.
Es la casa del padre Ezio Guadalupe Roattino, un sacerdote europeo que ha vivido 33 de sus 80 años en un Toribio en guerra. Nunca se quejó del caminar que le tocó en tiempos de enfrentamientos para defender a la población civil. Al cerro El Berlín subió en 2012. Con bastón y a las 5 de la mañana. Subió a mediar en la confrontación que se desató luego de que la guardia indígena, en un hecho de buscar respeto para los lugares sagrados, expulsó a los soldados del sitio.
En el patio de la Casa Cural hay otra pared pintada con los líderes indígenas que han caído. El padre Álvaro Ulcué Chocué, asesinado por terratenientes en la lucha por la recuperación de tierras en el norte del Cauca; Cristóbal Secue, asesinado por las Farc; Aldemar Pinzón, líder del resguardo indígena de Huellas, Caloto; y Marben Betancourt, una mujer emblemática para Jambaló, Cauca. Hay muchos que han dado la vida en este conflicto. Tantos que no alcanzarían las paredes del pueblo para pintarlos. Sin embargo, no se han borrado de la memoria de los pobladores, porque son la fuerza para seguir.
En el pasillo está la estructura de hierro de la chiva bomba que une las dos llantas delanteras y que entró por el techo de la Casa Cural. Está adornada con flores. Al frente tiene 26 piedras que forman un círculo. El padre Ezio las pintó de blanco y le puso nombre a cada una. Se llaman como alguna victima que cayó en los años aciagos de la guerra en Toribío. Hoy lo cuenta como parte de la historia de resistencia que vivieron estas comunidades para confinarse en su tierra a pesar de las adversidades.
Los bastones también se ven plasmados en las calles de Toribío. Son el símbolo de paz de la guardia indígena. En octubre de 2014, justo cuando algunos comuneros de la guardia quitaron un pasacalle de las Farc alusivo al aniversario de la muerte del máximo comandante de esa guerrilla, alias Alfonso Cano, fueron asesinados a mansalva Manuel Antonio Tumiñá, coordinador de la Guardia indígena del resguardo de Toribío y Daniel Coicué, integrante de la guardia del resguardo de San Francisco. En memoria de ellos, este año los artistas pintarán sus retratos en las paredes de otro resguardo: Tacueyó.
En la pared de un puesto de salud ancestral hay un pájaro enredado en una serpiente. Está tomando impulso para coger vuelo porque logró resistir a la fiera. “Este año vamos a intervenir más de 40 murales, sobre todo en lugares públicos, instituciones educativas, cabildos, puestos de salud, hospital, casa de la justicia, casa del proyecto nasa, bibliotecas, casa de la cultura municipal. Vamos a desplazar artistas a algunas veredas que fueron golpeadas por el cruce de las balas. Los corregimientos de Tacueyó y San Francisco, y otras instituciones aledañas al casco urbano de Toribío”.
En Tacueyó han vivido hasta falsos positivos con bombardeos. En la operación Damasco del 26 de marzo de 2011 las bombas de los aviones Súper Tucano de las Fuerzas Armadas sobrevolaron la zona y a las 2:30 de la mañana se produjo un incendio que desapareció dos campamentos guerrilleros. Al día siguiente el presidente Santos destacó la muerte de “los rebeldes que hacían parte de las fuerzas especiales de las Farc”. Sobre el suelo de los campamentos quedaron los 16 cuerpos dispersos, pero también el rastro de los uniformes escolares de cuatro indígenas de 14 y 15 años, quienes fueron engañados y llevados a la zona campamentaria de la insurgencia. Murieron, pero no en su ley.
En todo el municipio de Toribio existen más de 250 murales. Muchos han salido de la imaginación de los propios muralistas nasa que aprendieron la técnica en el Cecidi, el proyecto educativo del pueblo Nasa, dentro del cual está el área del arte que tiene una escuela en honor a la diosa del arte de esta comunidad: la diosa Chapik.
Los murales son una estrategia que también busca rescatar la identidad cultural. “Recopilar con los mayores los nombres ancestrales de los lugares de este territorio, como se llamaban antes. El mismo Toribio ha tenido un nombre más ancestral: Tunillo, pero yendo más allá, en nasa traducido al castellano se llamaría ombligo del sol.
En la minga de 2013 participaron artistas de Italia, Alemania, Ecuador, Chile, México y muchos nacionales de Bogotá, Cali, Popayán, que hicieron 104 murales pintando un solo mensaje: “Toribío no es como lo pintan, es como lo pintamos”. “No teníamos muchos recursos, solo el apoyo del material. Llegaron por sus propios medios al aeropuerto de Cali, donde les colocamos unas chivas para traerlos al territorio y luego llevarlos”, dice Yeins Santos Poto, coordinador político del Proyecto Nasa.
Este año, en la minga participarán 30 artistas nacionales y dos mexicanos. Su objetivo será plasmar imágenes imborrables del nuevo ombligo del sol: “paz territorial, la memoria de las víctimas, recuperar los nombres ancestrales de los lugares y fortalecer ahí mismo la lengua propia, el Nasa Yuwe”, es la consigna.
En una esquina del casco urbano de Toribío hay una campesina vendiendo empandas. Son las más baratas del pueblo. Ella apuntaló su casa con bigas de madera después de que empezó el proceso de paz. A la vuelta, a 30 metros está la estación de Policía que a la entrada tiene una tumba de baldosa brillante con un grafiti: Luis Alberto Fernández. Julio 9 de 2011. “Doloroso y triste fue tu partida, tu misión en este mundo fue interrumpida por la violencia. Nos llenó de dolor y desconcierto pero tu ideal vivirá en nosotros, la paz por la que luchaste. Beto, de tus compañeros de la Policía”.
Fuente: el espectado
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