“¿Usted, compañero, compañera, ya está aportando a la conciencia colectiva? ¿Ya está convocando al trabajo de nombrar la palabra necesaria para hacer el camino? Ayer era demasiado tarde. Nos estamos haciendo falta. No podemos dejar sin futuro a la vida. En el tejido vivo de nuestras conciencias está la unidad y el futuro”.

 

En las distintas fases de la historia hay momentos en los que hace crisis el modelo social y económico predominante y aparece la necesidad de que surja otro modelo. Sucedió con el feudalismo y está sucediendo con el actual capitalismo y su modelo neoliberal. Pero hoy nos afecta mucho más que una crisis del modelo, estamos en crisis el sistema-mundo. Si la civilización que conocemos continúa su rumbo actual, no tenemos futuro. Es una crisis civilizatoria. El deterioro de la Madre Tierra, el derrumbe de los mercados de todo el mundo, la explotación de millones de seres humanos para beneficio de unos pocos son algunos indicadores de la actual crisis. Si no encontramos la manera de transformar lo que hoy aceptamos, el futuro cercano es el suicidio, al que inevitablemente nos llevan los que tienen el poder de decidir, como quedó a la vista en Copenhaguen.

 

Existen diversas posibilidades para transformar el sistema-mundo y nadie puede predecir lo que vendrá, pero hay dos tendencias que se asoman en el panorama como las más evidentes. Una de ellas es la transformación del sistema actual en uno más autoritario basado en la violencia. Esto permitiría a los dueños del mundo continuar siéndolo gracias a la utilización de poderosos instrumentos que acaben con la vida de mucha gente que les estorba y les sobra para satisfacer sus intereses: epidemias, guerras, hambrunas, sequías, etc. Para que el sistema económico actual se sostenga es necesaria la desaparición de millones de vidas, eso es lo que buscan y están trabajando para que se cumpla.

 

La segunda posibilidad es construir un modelo distinto en el cual no predomine la acumulación de la riqueza para unas pocas manos sino la construcción de equidad para todas y todos en armonía con la Madre Tierra desde abajo. Pero la construcción de ese modelo enfrenta desafíos sobre los cuales es necesario reflexionar.

 

Ningún cambio va a suceder automáticamente ni se va a dar de un día para otro. Transformar una realidad en otro mundo diferente es un trabajo que implica cambiar desde adentro el territorio del imaginario para ir transformando la realidad. Tener una nueva forma de ver y entender y vivir el mundo, transformar nuestra manera de aceptar lo que sucede para no solamente saber que no es imposible un cambio sino que, por el contrario, lo imposible es continuar sin realizarlo.

 

Para pensar en un cambio es necesario que una mayoría de gente en Colombia y en el mundo alcance un nivel suficiente de conciencia en el que no acepte el mundo como es. Que no acepte que haya unos pocos poderosos y una mayoría con hambre, que no acepte que esos pocos que controlan el mundo para extraer recursos exploten y despojen a los demás. Mientras la gente no asuma la tarea de encontrar una manera de vivir distinta a esta, simplemente una minoría, cada vez más poderosa y agresiva va a decidir por la mayoría y no habrá transformación; o será para peor. Estamos enfrentando un momento histórico en el que la conciencia de la mayoría va a decidir el futuro. O hacemos la historia para vivir con dignidad y dejamos de aceptar la destrucción, la explotación y el despojo como costumbres y hechos normales, o la historia hecha por unos pocos nos destruirá y acabará con la vida.

 

Si la conciencia de la gente es el camino, la comunicación desde y entre los pueblos es el desafío que enfrentamos para proyectar esa conciencia. No podemos lograr un verdadero cambio si estamos solas y solos. Si vamos a sobrevivir en el planeta nos necesitamos mutuamente. Sin protagonismos ni exclusiones. Lo que importa es que desde la unidad de lo diverso, construyamos una historia distinta y esa transformación depende de nuestra conciencia colectiva.

 

De poco nos sirve que haya unos pocos que entiendan y sepan mucho mientras la mayoría no sabe o no entiende lo que sucede en su territorio. Desarrollar colectivamente una conciencia que nos permita entender la realidad para transformarla, es indispensable para derrotar al sistema más poderoso que se ha creado en la historia y que nos está llevando al suicidio y a la destrucción del planeta por la codicia en la que se basa.

 

La comunicación desde los pueblos debe servir para analizar y descubrir en los medios masivos las mentiras que inventan para explotarnos y embrutecernos. También para poner como prioridad en la opinión pública los temas críticos que afectan a la mayoría del pueblo Colombiano: la presencia de transnacionales, el TLC, el robo de los territorios, la privatización del agua, el plan Colombia, la minería. Estos temas y muchos otros tenemos que estudiarlos desde nuestra mirada para construir resistencias y alternativas.

 

No se puede cambiar un mundo que no entendemos. Hay que tratar de entender a fondo temas que estemos viviendo en nuestras comunidades para poder resistir. Mientras los capitalistas acumulan experiencia de todos los países y la aplican en otros, nosotros debemos recoger las experiencias de lucha de otros lugares y sumarlas a las propias para aplicarlas en nuestro contexto actual. Aunque la codicia ha sido la constante a través del tiempo, los contextos cambian y es necesario reconocer esos nuevos contextos, los cambios del sistema que oprime, las estrategias para engañar, someter y extraer riquezas. Para las comunidades indígenas, por ejemplo, antes la prioridad era recuperar la tierra, ahora proponen ir más allá para liberarla del capital transnacional que la somete y la destruye.

 

En algún momento este sistema nos enseñó que soñar despiertos en un mundo mejor es un privilegio de los más ricos del mundo que viven en sitios distantes. Que a nosotros no nos queda ni siquiera la libertad de soñar entre todas y todos en un mundo como lo queremos porque tiene dueños que están en otra parte. Que mientras estemos vivos tenemos que obedecer para conseguir un puesto así sea de militar para obligar a nuestros propios hermanos a someterse a los poderosos.

 

La responsabilidad que tenemos es soñar y construir a conciencia, el mundo como debe ser, como necesitamos que sea. Discutir, reflexionar entre todos y todas para ver si tenemos razón y encontrar salidas. Empezar a elaborar el sueño colectivo, no en la noche cuando estamos durmiendo sino en el día cuando estamos despiertos. Hablando con compañeras y compañeros, informándonos sobre el funcionamiento del sistema para desarrollar estrategias conjuntas que busquen objetivos concretos. A un ejército poderoso no se le puede enfrentar directamente en sus términos de fuerza destructiva, sino desde ideas inteligentes convertidas en acciones atrevidas que lo inutilicen, que desmantelen en la conciencia y en el territorio, el oficio absurdo de someter y matar obedeciendo.

 

Los resultados de las últimas elecciones en Colombia muestran la indudable urgencia de crear conciencia. No es posible creer que 9.004.221 colombianos escojan conscientemente la continuidad de un modelo que está entregando los recursos, la mano de obra y la dignidad del país al capital transnacional. Que los pobres escojan con conciencia el modelo que en nombre de la democracia los envía a matarse entre ellos para justificar la seguridad de quienes se enriquecen con la guerra. Que los excluidos decidan su propia exclusión, aquella que les exige obedecer al asesino que los somete al trabajo sin derechos para ganar sueldos de miseria.

 

Llegó la hora de la verdadera unidad nacional. No aquella que promueve la distribución de la cuota burocrática para silenciar la oposición sino la que convoca la articulación de todos los pueblos y procesos para tejer el camino que nos merecemos. No es responsabilidad de un solo organismo o comité, es una tarea colectiva para beneficio común y nadie puede dejar de hacerla. Cada quién desde su casa, barrio, ciudad, vereda o región. Todas y todos en la tarea de comunicar para la verdad y la vida, para defender y proteger los bienes que son comunes y esenciales; para crear y promover la conciencia necesaria que nos libere del terror de este sistema que se hunde y que nos hunde con el. ¿Usted, compañero, compañera, ya está aportando a la conciencia colectiva? ¿Ya está convocando al trabajo de nombrar la palabra necesaria para hacer el camino? Ayer era demasiado tarde. Nos estamos haciendo falta. No podemos dejar sin futuro a la vida. En el tejido vivo de nuestras conciencias está la unidad y el futuro.