Dos semanas después de sus inicios, el movimiento de los “Indignados” griegos hace desbordar las plazas de las ciudades del país por enormes multitudes que gritan su cólera y hacen temblar al gobierno Papandreu y a sus apoyos locales e internacionales.
Ya no se trata de una simple protesta, ni incluso de una movilización de amplitud contra las medidas de austeridad. Desde ya, es una verdadera revuelta popular que está barriendo toda Grecia. Una revuelta que grita a los cuatro vientos su rechazo de pagar “sus crisis” y “su deuda” a la vez que abominan el bipartidismo neoliberal cuando no el conjunto de un personal político en situación desesperada.
¿Cuántos estaban el domingo 5 de junio de 2011, en la Plaza de Sintagma (plaza de la Constitución) en el centro de Atenas, justo en frente del Parlamento? Es difícil decir, ya que una de las particularidades de estas reuniones populares es que, a falta de discurso central o de concierto, hay un ir y venir permanente de manifestantes. Pero, si tenemos en cuenta a los responsables del metro de Atenas, que saben cómo calcular el número de sus pasajeros, ¡hubo al menos 250.000 personas que confluyeron a Sintagma en esta memorable noche! En suma, varias centenas de miles si a ello se agregan las multitudes “históricas” reunidas en las plazas centrales de decenas de otras ciudades griegas.
En este momento se impone sin embargo una interrogante: ¿cómo es posible que tal movimiento de masas que, además está haciendo tambalear al gobierno griego, el centro de interés europeo, haya pasado bajo completo silencio para todos los medios de comunicación occidentales? Prácticamente ni una sola palabra, durante sus 12 primeros días, ninguna imagen de estas multitudes sin precedentes que gritaban su cólera contra el FMI, la Comisión Europea, la troika (FMI, Comisión Europea y Banco Central Europeo) y también contra la Sra. Merkel y el gotha neoliberal internacional. Absolutamente nada. Salvo de cuando en cuando, algunas líneas sobre las “centenas de manifestantes” en las calles de Atenas, al llamado de la CGT griega. Extraña predilección por esqueléticas manifestaciones de los burócratas sindicales totalmente desacreditados desde el momento en que a algunas centenas de metros más allá enormes multitudes manifiestan hasta muy tarde pasada la medianoche desde hace dos semanas…
Se trata, aunque parezca mentira, de una censura de dimensiones desconocidas hasta el día de hoy. De una censura política muy organizada y metódica, motivada por la preocupación de bloquear el contagio de este movimiento griego, de impedirle extenderse como una mancha de aceite en Europa. Frente a esta nueva arma de la Santa Alianza de los tiempos modernos, habrá que reaccionar todos juntos, tanto para denunciar este escándalo como para encontrar los medios de eludir esta prohibición de informar a la opinión pública, mediante el desarrollo de la comunicación entre los movimientos sociales de toda Europa y la creación y reforzamiento de nuestros propios medios de comunicación alternativos…
Volviendo a los Indignados griegos (Aganaktismeni, en griego), hay que notar que se trata de un movimiento cada vez más popular o incluso plebeyo, a la imagen de una sociedad griega habituada tras 25 años de dominación absoluta de la ideología (neoliberal) cínica, patriotera, racista e individualista que ha transformado todo en mercancía. Es la razón por la que la imagen que surge es a menudo contradictoria, mezclando lo mejor y lo peor en las ideas como en los actos de cada uno de los manifestantes. Como por ejemplo, cuando la misma persona manifiesta de manera patente un patriotismo griego con aires racistas a la vez que enarbola una bandera tunecina (o española, egipcia, portuguesa, irlandesa y argentina) para manifestar su solidaridad… internacionalista a los pueblos en lucha de estos países.
¿Debemos concluir entonces que estamos en presencia de una multitud de manifestantes esquizofrénicos? De ningún modo. Como no hay milagros, ni protestas sociales políticamente “puras”, el movimiento de los Indignados griegos se radicaliza a ojos vista a la vez que está marcado por estos 25 años de desastre social y moral. Pero, atención: todos sus “defectos” se supeditan a su característica principal que es el rechazo radical del Memorándum, de la troika, de la deuda pública, del gobierno, de la austeridad, de la corrupción, de esta democracia parlamentaria ficticia, de la Comisión Europea, en suma, del sistema en su conjunto.
No es pues por casualidad que las centenas de miles de Indignados griegos se desgañitan desde hace 14 días repitiendo consignas elocuentes tales como “No debemos, no vendemos, no pagamos”, “No se vende y no nos vendemos”, “Que se vayan ahora todos, memorándum, troika, gobierno y deuda” o “Nos quedamos hasta que ellos se vayan”. Es un hecho que consignas de este tipo unen a todos los manifestantes, como además todo lo que tenga relación al rechazo de asumir y de pagar la deuda pública.[1]
Es además la razón por la que la campaña de la Iniciativa por una Comisión de Auditoría de la Deuda Pública tiene tal éxito prácticamente en todo el país. Su caseta en plena Plaza de Sintagma está en permanencia asediada por una multitud de gente que quiere firmar su llamado u ofrecer sus servicios como voluntarios…[2]
Primero casi completamente desorganizados, los Indignados de Sintagma se han dado progresivamente una organización cuyo punto cumbre es la Asamblea popular que atrae cada noche a las 21:00 horas varias centenas de participantes ante unos miles de auditores muy atentos. Los debates son a menudo de gran calidad (p.ej. aquel sobre la deuda pública), sobrepasando de lejos todo lo que hay de mejor en los grandes canales de televisión. Y todo ello a pesar del ruido (estamos en pleno centro de una ciudad de 4 millones de habitantes), el ir y venir de decenas de miles de personas y sobre todo, la composición variopinta de estos auditorios colosales en medio de un campamento permanente que por momentos se asemeja a una verdadera Torre de Babel.
Todas estas virtudes de la “Democracia Directa” experimentada día tras día en Sintagma, no deben hacernos olvidar sus debilidades, sus ambigüedades o sus defectos, como p.ej. su alergia inicial a todo lo que se refiera a partidos, a sindicatos o a toda colectividad establecida.
Si bien es indiscutible que esta aversión por los “partidos” es dominante en las multitudes de los Indignados griegos que tienen tendencia a rechazar al conjunto del mundo político sin distinción, hay que notar aun cuando la evolución espectacular de la Asamblea Popular, tanto en Atenas como en Salónica, que ha pasado del rechazo de los sindicatos a la invitación para hacer desembocar sus manifestaciones en Sintagma, para que sus trabajadores se unan a los Indignados…
Por supuesto, no es ningún secreto que, con el paso del tiempo, hubo una clarificación del paisaje político de la Plaza de Sintagma, la derecha y la extrema derecha popular estando representada entre la multitud en la parte alta de la Plaza, justo delante del Parlamento, y la izquierda radical y anarquizante ocupando la Plaza misma y controlando la Asamblea Popular y el campamento permanente.
Sin lugar a dudas, si bien esta izquierda radical da el tono y deja su huella en todas las actividades y manifestaciones en Sintagma, tiñéndoles de un rojo intenso, no se puede concluir que los diversos matices de la derecha populista, patriotera, racista o incluso francamente neonazi van a cesar sus tentativas de influenciar este gigantesco movimiento popular. Van a persistir y todo depende, en última instancia, de la capacidad de la vanguardia del movimiento de enraizarlo profundamente en los barrios, los centros de trabajo y las escuelas a la vez que le dotan de objetivos claros que sirvan de puente entre sus enormes necesidades inmediatas y la rabia vengadora y antisistema.
Bastante diferente de su homólogo español por sus dimensiones, su composición social, su radicalidad y su heterogeneidad política, el Sintagma griego comparte con la Plaza Tahrir del Cairo o la Puerta del Sol de Madrid el mismo odio por la élite política y económica que acapara y vacía de todo contenido la democracia parlamentaria burguesa en tiempos del más arrogante e inhumano neoliberalismo. Al mismo tiempo, está impregnado del mismo deseo participativo, democrático y no violento que marca profundamente toda revuelta popular en este inicio del siglo XXI.
Nuestra conclusión no puede ser sino muy provisional: independientemente de la evolución de los acontecimientos, que se anuncian ya como un cataclismo, el movimiento actual de los Indignados griegos habrá marcado un hito en la historia del país. En adelante, todo es posible y ya nada será como antes…
Notas (1) Véase Eric Toussaint, “Grecia: símbolo de la deuda ilegitima”. (2) www.cadtm.org/
Yorgos Mitralias anima el comité griego contra la deuda que es miembro de la red internacional CADTM. Véase la página Web del comité griego: http://www.contraxreos.gr/
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