Por primera vez, julio pasó sin algún intento fallido en la OMC de forzar acuerdos en la Ronda Doha. Reina plácida tregua. La causa es que por su crisis económica y su creciente desempleo, los EE.UU. no tiene espacio político para pactos comerciales públicos.

Por supuesto, para atribuir la culpa a otros, EE UU pide más apertura de mercado sabiendo que no la puede dar ni conseguir. M. Sun Thenyu, embajador chino ante la OMC, lo dijo en pocas palabras: “EE.UU. es el único miembro que insiste en que estamos lejos de concluir la ronda. Su nueva exigencia es excesiva, tiene alto nivel de ambición, equivale a reiniciar la ronda y es una desviación flagrante del mandato de negociación original. “[1]

Después de nueve años de negociaciones, el Director de la OMC, Pascal Lamy, dice que hay consenso sobre el 80% de los asuntos. Se ve que es el otro 20% lo que cuenta. Ese 80% no tiene nada sobre eliminación de subsidios agrícolas, la esencia del mandato de Doha. Estados Unidos aumentó los aplicados y pretende que basta recortar un tope teórico inventado. Tal hipocresía aumenta la desconfianza y socava la voluntad política para un acuerdo.

La lenta negociación en la OMC alimenta comentarios sobre lo que sucedería si la Ronda de Doha se “congela”; porque no habrá el coraje de pronunciarla muerta. Trataremos de analizar como eso afectaría a la OMC y las iniciativas que podrían tomar los países en desarrollo.

Status Quo de la negociación

Desde julio de 2008, se ha avanzado poco. En las reuniones del G-20 financiero, los jefes del mundo ordenan siempre a sus ministros un acuerdo sobre Doha. Es por la belleza del gesto, porque sus declaraciones conjuntas suelen contradecir sus posiciones en la OMC. Cuando en Seúl, en noviembre, los ministros de comercio informen al G-20, no habrá nada que decir.

En Ginebra, las negociaciones prosiguen, técnicamente. El Comité de agricultura tiene una brecha de diez “cuestiones de fondo”[2], según su Presidente neocelandés, David Walter[3]. En bienes industriales (NAMA), los temas pendientes mas importantes son: los coeficientes de reducción arancelaria y la ampliación a sectores adicionales. En los servicios, nada se mueve desde las ofertas del 2008. En normas – anti-dumping y aranceles compensatorios- hay fuertes diferencias en subvenciones pesqueras. En la revisión de los acuerdos regionales (TLCs de USA / AAEs de UE) sólo hay acuerdo sobre su mecanismo de revisión.

Hasta el 2009, parecía que los “borradores” en los diferentes temas serían la base para una negociación. Desde 2009, cuando fue inaugurado el Presidente Obama, EE.UU. pide más acceso a mercado en agricultura, NAMA y servicios, en particular lo pide de las economías emergentes. Su pretensión es rechazada por todos los miembros. Brasil, China y la India dicen que ya pagaron muy caro el escaso desarrollo contenido en el paquete.

Las cosas se complicaron con tres grandes crisis internacionales: los precios del petróleo, los precios de los alimentos y el colapso de Wall Street. Hay también el “show” de la amenaza climática, que afecta el comercio y el desarrollo. Por último, en EE.UU. se da prioridad a su salud pública, su problema financiero, la migración o sus guerras lejanas y se relegan las cuestiones comerciales, como lo demuestra la falta de una Ley de Autoridad para Promoción Comercial (TPA), indispensable para una negociación comercial creíble[4].

La solicitud de los Estados Unidos para más apertura de mercado en productos industriales (NAMA) es un engaño, porque la poca industria civil que le queda no es competitiva. En la Agricultura, su ambición de apertura si es muy creíble, porque sus exportaciones subsidiadas acaban con la producción local, crean dependencia y lastiman a China, Brasil, India o Sur África, con mucha población rural pobre. En servicios, la ambición de apertura es para que los servicios financieros sigan causando burbujas globales y destruyendo ahorros.

La cohesión en los grupos de negociación

El debilitamiento de los grupos de negociación es la característica principal de estos dos últimos años. Vamos a dar un vistazo a los grupos más importantes.

El G-20[5], protagonista en las negociaciones comerciales agrícolas desde 2003, sigue en su lucha contra los subsidios, las flexibilidades para la Caja Azul de EE.UU., los subsidios al algodón, etc., pero es la cuestión del SSM (arancel que frenaría un crecimiento letal de la importación agrícola), divide al G-20 en miembros importadores y exportadores. Ahora sus socios son más individualistas. Brasil es flexible con los EE.UU. y la UE, pero Argentina, India y China se mantienen firmes. Ahora hay fracciones con propuestas propias, como la introducida por Argentina, China e India sobre el tema de la interpretación y las enmiendas al Acuerdo sobre Agricultura.

El G-33[6] representa el 70% de la población rural mundial, 31% de las exportaciones agrícolas y 15% de las importaciones agrícolas mundiales[7]. El G-33 propuso dos medios para proteger a sus campesinos de las exportaciones subsidiadas de EE.UU. y la UE: la lista SP (Productos Especiales) y el SSM (Mecanismo de Salvaguardia Especial). Durante 2009, el G-33 apoyó el SSM, pero en 2010 emitió 7 papeles técnicos algo ambiguos[8]. Como el SSM es rechazado por grandes exportadores (Australia, Canadá y EE.UU.) puede que sea el efecto de presiones sobre las “Economías Pequeñas y Vulnerables”, que es mayoría en el G-33. El SSM es una herramienta muy compleja, que sería inmanejable con los requisitos que piden sus opositores.

El G-90 surgió para aumentar el poder económico de los países pobres y pequeños en hacer cumplir las resoluciones sobre disputas en la OMC. Lo integran el Grupo Africano, los ACP y los PMA, que quieren tener una voz colectiva para los intereses de las economías aisladas que dependen de productos básicos. Sus economías suelen ser agrícolas y por eso quieren eliminar los subsidios a las exportaciones agrícolas y mejorar su acceso a los mercados extranjeros. El G-90 pide una cosecha temprana de las cosas ya maduras en la negociación. 

Los PMA[9] son las economías más pequeñas del mundo. Con el 12% de la población mundial, tienen apenas el 0,4% del comercio de bienes y el 0,44% del comercio de servicios (2008)[10]. Quieren acceso a los mercados sin aranceles y sin cuotas (DFQF), pero desde julio 2008 hay fisuras internas[11]. No quieren obligaciones en servicios, están en contra de los subsidios al algodón y quieren que sea menos exigente el procedimiento de la adhesión de los PMA. El grupo pide también una cosecha temprana para sus asuntos.

El caso de los 4 del algodón es irritante. Las subvenciones del algodón de EE.UU. matan de hambre a campesinos de cuatro países africanos productores de algodón: Benin, Burkina Faso, Malí y Chad. El acuerdo marco en la OMC del 2004 y la Declaración Ministerial de Hong Kong, del 2005, ordenaron a la OMC que tratase de inmediato el tema del algodón y que los subsidios a la exportación de algodón debían desaparecer para el año 2006. No pasó nada. El “lobby” algodonero norteamericano es poderoso. Estados Unidos firmó ambos, el acuerdo de 2004 y la declaración del 2005, pero dice que no harán nada mientras no haya “avances” en las negociaciones agrícolas de Doha. Brasil ganó en OMC un pleito sobre ese tema, pero EE.UU. ignora el fallo y los brasileños postergan las represalias que le concede.

El grupo ACP quiere eliminar subsidios a la exportación y apoyar su agricultura, pero les gusta la protección arancelaria de la UE, por el acceso preferencial derivado de su pasado colonial. Esas preferencias son erosionadas por la negociación sobre Productos Tropicales, aunque haya 62 líneas arancelarias excluidas de la lista de negociación.

El NAMA 11[12] lucha con los coeficientes de reducción arancelaria para bienes industriales de la llamada la “fórmula suiza”. Su principio es la “reciprocidad menos que plena”, que permite a los países en desarrollo reducciones arancelarias con un porcentaje de reducción menor que el de los países desarrollados. El grupo se desintegró con las concesiones obtenidas por algunos socios, pero Argentina, Sudáfrica y Venezuela siguen en pie.

G-19 es el último grupo creado. Lo dirige la Unión Europea y sesiona sólo con embajadores titulares. Se reunió en mayo y en julio de 2010. El G-19 trata de rescatar las negociaciones explorando cuestiones generales de manera más transparente. Quiere que EE UU vuelva a negociar para mantener la presencia en el G-20 Financiero. Es notable que no hayan invitado a Pascal Lamy, tal vez para mostrar que es una negociación conducida sólo por miembros.

ALBA

Los países del ALBA pueden tener más fuerza en la OMC, pero hay fallas de coordinación que creo constructivo señalar. Cuba[13] pidió una excepción para alargar los créditos de sus importaciones agrícolas, Venezuela no la apoyó, Bolivia no estaba y Ecuador llegó después. Sólo la apoyó Argentina, que no es del ALBA. Venezuela es conocida por la firmeza con que defiende la soberanía y el desarrollo, pero en OMC escurre el bulto. Propone – sin posibilidad de éxito- abandonar la lucha arancelaria si le dan categoría de “economía pequeña y vulnerable”[14]. Alega que excluyendo su exportación petrolera, pertenece a esa categoría. Astucia tonta, porque implica de todos modos una reducción de aranceles y que de aumentar sus otras exportaciones – algo deseable- deba bajar aranceles al nivel negociado por otros. Uruguay y Costa Rica, que si califican, no aceptan ese rango para mantener un fuerte status negociador.

¿Hay vida sin Doha?

Dejar caer la Ronda de Doha es la mejor solución. Hay tal enredo en el enfoque actual que lo hace opaco y muy difícil de aplicar, en particular para los países en desarrollo que no cuenten con una burocracia especializada. Esto no significa el final de la OMC y hay algunas lecciones que aprender cuando se revisan las razones del fracaso.

Primero. El consenso para la Ronda de Doha se obtuvo con una gran presión de EE.UU., después del ataque al World Trade Centre. Ahora es evidente que una nueva ronda de negociación era prematura, como lo dijo el “Grupo de Afines”, encabezado por India. Ellos insistían en resolver primero los asuntos pendientes de la Ronda Uruguay. Tenían razón.

Segundo. El espíritu de las negociaciones en OMC ignora realidades sobre gobierno y asuntos vitales de política domestica. Las propuestas en OMC tienden a ignorar las realidades nacionales y proponer políticas que abren espacios a los carteles internacionales apátridas.

Tercero. La Ronda Doha se proclamó y aceptó como la “Ronda del Desarrollo”, pero las negociaciones se trabaron precisamente porque no lo era.

Hay actividades urgentes para la OMC, que no se relacionan con Doha y que al ser abordadas ahora ayudarían a su estabilidad institucional y transparencia. He aquí dos sugerencias.

Hay un mandato muy específico de la Conferencia Ministerial del 2001[15], para resolver 48 “problemas de aplicación” de los acuerdos, que no se ha cumplido. Con sólo ese mandato, hay para mantener bien ocupados a los miembros de la OMC en asuntos de interpretación. En los casos de acusaciones en base a textos dudosos se llevará el asunto al Órgano de Solución de Diferencias de la OMC, porque se trata de acuerdos ya suscritos. Esa es una manera pertinente para hacer frente a los textos sembrados de “ambigüedades creativas ” para obtener consenso en la Ronda Uruguay.

También hay mucho que hacer debatiendo sobre la conformidad de las normas incluidas de los acuerdos comerciales regionales o bilaterales con las normas multilaterales de la OMC, que son las que por su rango multilateral deben prevalecer.

La Ronda de Doha puede que no haya sido una buena idea, pero incluso las buenas ideas fallan cuando el momento no esta maduro.

[ Autor: Umberto Mazzei]