Cuando las reflexiones se tornan hacia dentro, en  una mirada profunda de nuestro entorno, de nuestra propia  cultura, la ciudad se nos hace sombra, un mostro que se expande vía a esos territorios menos centralizados pero potencialmente buenos nichos del mercado que conlleva consigo las caóticas urbes;…

….en busca de la implantación: de sutiles y devastadoras  promesas que sucumbirán con la moda del verano, estación no existente en nuestras tierras andinas tropicales. Ego, Gomina, ropas ajustadas, cortes peculiares de pelo, colores ácidos, tenis converse, regateon, consumo, trabajo, vanidad, han llegado a todos los lugares, hasta en esos rincones enraizados y  de fuerte tradición como pueblos  afros, indios y campesinos los cuales no están exentos.  ¿Cosa increíble, no?

¡No!, occidente vino por todo y lo quiere todo, y sabe qué es un buen camaleón penetrando en nuestras cotidianidades; en el azúcar de ingenios Manuelita que se vierte  en nuestro café tipo revolución verde, en los menjurjes  para las mujeres latinas a base de palma aceitera de tierras chocoanas manchado de sangres, en los colorantes de los mecatos de los niños, en el bendito y traicionero confort con el que nos han segado el pensamiento los euro-americanos.

Sin embargo el pensamiento hecho camino, se realiza en una escuela, una escuela para dialogar entres diversas gentes, a regañadientes de los abuelos, pero en busca del  caminar una palabra digna.

Lo primero no es más que el escozor de saber que hago (hacemos)  parte de una masa entorpecida, de una identidad difusa, identidades que aun  re-existen  después de 500 años de acribillamientos, dentro de los “rezagos” de bloques de personas que se han sabido bien llamar pueblos originarios.

Es por esto que la pluma se desplaza sobre el papel:

PARA LOS GUERREROS Y GUERRERAS QUE RESISTEN EN EL CAMINAR  DE LA PALABRA DIGNA

Nuestra remetida es el combatir sus flechas de fuego
Caminando la palabra.
Para nosotros los más el olvido.
Para los más un camino truncado.
Para nuestros afros que les recorre el fuego por las venas
El castigo es el látigo del desprecio.
Esas ciudades modernas, las qué temían nuestros abuelos;
Se han convertido en hoteles de paso.
Y  vender al puerto su trabajo.
Nuestros pueblos  llenan su vientre de mal gobierno.
¿Dónde está el poeta que pone sus palabras al viento y nos conecta con el espíritu?
Pues allí, en el mundo de lo incierto
En el mundo del señalamiento
Sobreviviendo a los embates de un mundo moderno.
Sí, somos nubes viajeras.
Sí, somos abuelos serenos.
Sí, que se levante la mujer que reflexiona acompañada del fuego
Qué se levante el abuelo que porta el conocimiento del  ritmo del viento
Qué se levante la niña que juega con el susurro del viento
Qué se una el hermano campesino que ara los terrenos
Qué se unan todos los pueblos hermanos
Qué  alcen su voz los desplazados urbanos
Para que despertemos todos y todas en el amanecer galáctico
Caminando juntos como hermanas: tierra, plantas, espíritus, animales y human@s.

Sebastian Sanchez