La cosmovisión de los pueblos originarios del Abya Yala nos ha enseñado que desde el origen de nuestra existencia, los humanos, las plantas, los animales, las piedras, las aguas y las montañas somos seres iguales. Todos cumplimos funciones que nos permiten  mantener el equilibrio del ciclo de vida  con nuestra Madre Tierra.

Es así como desde la ley de origen llamamos a la tierra nuestra madre. Desde su vientre se originó nuestra vida física y espiritual. Nos brindó su espacio  que es nuestro territorio para que todos los seres habitáramos interactuando unos con otros como verdaderos hermanos. Por esta razón, nuestros pueblos indígenas tenemos tanto afecto por ese ser que hasta hoy nos ha dado todo lo que necesitamos para existir.

Desde la invasión de Cristóbal Colon y de todos sus secuaces en el año 1492, se crearon límites entre nuestros territorios. Nos dividieron y nos dieron nacionalidades ajenas a nuestras identidades. Nos impusieron su cultura, su educación, su gobierno, su idioma, su desarrollo, su religión, su salud y su alimentación.

Igualmente, nos contagiaron con sus enfermedades que mataron a millares de nuestros hermanos. Se apoderaron de nuestras riquezas y nos enseñaron a explotar para entregar lo que poseíamos.

Desde aquella época empezó la destrucción de nuestra Madre. La Pacha Mama comenzó a sufrir de todas las indolencias que le causaban sus propios hijos. Muchos pueblos fueron sometidos a vivir en esclavitud trabajando para los invasores. Nuestros hermanos no aguantaron y se rebelaron. Muchos murieron, otros tuvieron que huir hacia las montañas para pervivir como pueblos originarios y para resistir ante los opresores de nuestra Madre Tierra. 

Pasaron siglos y muchas culturas fueron extinguidas. Desaparecieron mundos que jamás regresarán físicamente. La filosofía occidental marcó la extinción de nuestros pueblos originarios.

Hoy, nuestra Pacha Mama está agonizando después de cinco siglos de explotación de su cuerpo. Siente frio, pues sus vestuarios de extensas montañas se están acabando, sus venas de extensos y pequeños ríos están muriendo, sus ojos de grandes lagos se están secando, su protección que es la capa de ozono esta casi desapareciendo, su frescura que está al norte y al sur en los polos, se está desintegrando. Todo esto por causa de la contaminación provocada por el hombre, la cual genera el aumento de temperatura que es la fiebre que posee nuestra tierra sagrada. Pero lo más grave es que estamos hiriendo, descuartizando  y martirizando a nuestra Madre Tierra, extrayendo sus entrañas.

La explotación de hidrocarburos durante los últimos cincuenta años en nuestro continente del Abya Yala, por parte de cientos de multinacionales, ha causado un cáncer mortal a nuestra Madre Tierra. Todo lo que ella posee está desapareciendo aceleradamente. Ese espacio de vida que tenemos como hijos de la tierra se reduce cada vez más.

La invasión de los grandes capitalistas es apoyada con leyes formuladas por ellos mismos, dejando a los pueblos indígenas desprotegidos. Un claro ejemplo  es lo que están viviendo los hermanos indígenas en el Perú, donde la mayor parte de su territorio está invadido y concesionado para la minería. Muchas personas están sometidas a vivir y depender totalmente del trabajo en minería, sometiéndose a una inevitable esclavitud.

Leticia Torres, integrante de la Escuela de Educación y liderazgo de CONACAMI, nos comparte su experiencia de vida. Ella nació en un asentamiento minero donde sus padres siempre han vivido de  la minería. Con sus amigos, en su niñez, organizaban paseos para visitar los árboles y el agua, pues en el asentamiento donde vivía se habían extinguido por culpa de la explotación minera.

Leticia dice que gracias a CONACAMI, conoció la realidad de la minería. Ahora está recuperando su identidad y se está preparando para ayudar a su organización a enfrentar estas problemáticas que afectan al hermano país peruano. Ella ha tenido ofrecimientos para trabajar con la empresa minera, pero dice que conoce las consecuencias que ocasiona en el territorio y en las vidas de la gente y por eso nunca aceptará.

En el continente Abya Yala, mal llamado América, hay cientos de pueblos que todavía conservan sus territorios. Sin embargo, las transnacionales mineras están llegando para robarles los territorios que en la conquista anterior no pudieron robar. ¿Estamos preparados para resistir sus ofrecimientos?, ¿están nuestros líderes  listos para no dejarse corromper por los ofrecimientos de las mineras y de otros grandes megaproyectos que ocuparán nuestros territorios? Para responder estas preguntas es necesario promover la consciencia comunitaria, entender por qué y para qué nos están matando y sobre todo, qué es lo que debemos hacer para resistir.

Tejido de Comunicación de la ACIN