En una actitud propia de la época del despotismo absolutista cuando emperadores y reyes se abrogaban el derecho de decidir sobre el destino de los pueblos, varios gobiernos neoabsolutistas de esta hora de globalización capitalista, impusieron en el Consejo de Seguridad de la ONU, una resolución que permite agredir a uno de sus miembros, el estado soberano de Libia. Decisión que se tomó contando con la connivencia de países satélites como Colombia y la pusilanimidad de Rusia, China y Alemania.

La característica principal de esta nación norteafricana es que en su territorio están las reservas y la producción más importante de petróleo de ese continente, recurso natural que han ambicionado por décadas las principales potencias de occidente: los EE.UU., Francia, Inglaterra, Italia. Además, es una nación independiente y soberana, producto de la lucha de descolonización de la segunda mitad del siglo XX, que expulsó del territorio africano a todas las potencias coloniales de la época, particularmente europeas.

La justificación argüida para la agresión es la más bobalicona e insulsa que pudieron encontrar, “la de proteger al pueblo libio de los desmanes de su propio gobierno”, un eufemismo con el que pretenden desesperadamente salvar de la derrota humillante y total a sus agentes infiltrados, financiados y entrenados desde el extranjero por las agencias de seguridad y espionaje de las potencias imperialistas para tratar de socavar el gobierno legítimo de una nación soberana. Si esta disculpa no fuera cierta ¿por qué no utilizar el mismo argumento para intervenir en Yemen, o Bahrein, para nombrar a dos de los regímenes despóticos amigos de los gobiernos imperialistas?

El principio toral de la soberanía de los estados nacionales fue el que dio soporte a la creación de la misma ONU. Sin el respeto de ese derecho no puede haber comunidad internacional de naciones. Comunidad que se sustenta en los principios de igualdad, libertad e independencia de todos y cada uno de los pueblos organizados en estados, para decidir de manera autónoma sobre su propio destino, sin intromisión extranjera de ninguna índole o condición. Es en últimas, la reivindicación del derecho supremo a la autodeterminación nacional vital en esta época de globalización en la que el gran capital financiero, pretende recolonizar económica y políticamente zonas importantes del planeta para garantizar las tasas de ganancia monopólicas a las que aspira.

Aquí salta a la vista el quid del problema ya planteado atrás: la ambición imperialista por el petróleo libio. Como antes los movió el petróleo iraquí, o el territorio afgano, clave como cruce de caminos para los oleoductos y gasoductos del sur del Asia Central. Los imperios capitalistas no dan puntada sin dedal. Los mueven sus intereses económicos. La pretendida defensa de los derechos humanos de civiles nacionales de cualquier región o zona del planeta, se esgrimen o no, si están de por medio sus ambiciones monopólicas.

Es claro para quienes defendemos la democracia auténtica, como la expresión del disfrute pleno de los derechos humanos (políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales), que todos los gobiernos, incluido el de Libia, deben garantizarlos a sus pueblos. Y la comunidad internacional debe exigirlos, pero no imponerlos; porque la decisión autónoma de los pueblos, en este caso el del pueblo libio, no puede ser suplantada por nadie ni a nombre de nada.

Las guerras se saben cómo comienzan pero no como terminan. Este aforismo popular debe servirles de reflexión a los gobiernos imperialistas que encontrarán en los desiertos de Libia otra tumba para sus regímenes despóticos.

Carlos Tobar

http://www.diariodelhuila.com/noticia/12662

Más información:Puntos para tener en cuenta en la invasión a libia http://www.moir.org.co/Puntos-para-tener-en-cuenta-en-la.html