Ningún país del mundo debe intervenir en los asuntos internos de otro, independientemente del gobierno que esté al frente del Estado. Esta es una posición de principios para las naciones democráticas y soberanas y la base de la coexistencia pacífica y el mantenimiento de la paz mundial.

El ataque con misiles y bombas contra Libia por parte de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, con la anuencia del Consejo de Seguridad de la ONU, es violatorio de la soberanía de esa nación y un acto criminal contra su población. A Libia se le están destruyendo su sistema de defensa, su infraestructura vial y de comunicaciones, viviendas y edificios públicos y se está violentando a su población indefensa. Estas acciones reprobables se dan en el marco de una calculada intervención militar conspirativa para tumbar un gobierno que desfavorece los intereses económicos de Estados Unidos y sus aliados de la Unión Europea, para quienes es estratégico acceder y controlar el millón y medio de barriles diarios de crudo liviano que produce Libia.

Es hipócrita alegar motivos humanitarios y preocupaciones por las represalias del gobierno libio contra el levantamiento armado de los opositores al régimen de Gadafi, para justificar una intervención militar de semejante escala. Actitud contraria tienen esos mismos agresores al alcahuetear la permanencia en el poder de dictadores y monarcas que enfrentan multitudinarias y pacíficas protestas de sus pueblos en reclamo de soberanía y democracia y a las que responden con cruentas represalias. Así ocurre en Túnez, Egipto, Jordania, Baréin y Yemen, que tienen gobiernos lacayos de las políticas imperialistas de Estados Unidos y la Unión Europea. En Libia, a diferencia de estos levantamientos populares, se presenta un alzamiento armado que desde un comienzo recibió toda clase de estímulos y apoyos de Estados Unidos y Francia.

La región del Norte de África y Medio Oriente es de importancia única para el mundo. En esa región se concentran más del 60% de las reservas de petróleo del Planeta y es, por su ubicación geográfica, punto de confluencia de Europa, Asia y África. La región es económica y militarmente de supremo interés en los planes de las potencias imperialistas y escenario de la más fiera disputa por el control de petróleo, gas, minerales y rutas comerciales.

En la zona están instalados el mando de las fuerzas navales del Comando Central de Estados Unidos en Medio Oriente, Cevtcom, la V Flota Naval gringa y el Comando Central de esa misma potencia en África, Africom, y se encuentra además el Canal del Suez, que une el Mar Mediterráneo con el Rojo y el Arábigo. Este estratégico canal evita rodear África para salir al Atlántico Norte o al Índico. Allí está también el acceso a la Cuenca del Mar Caspio, rica en yacimientos de petróleo y gas y con una gran producción de cereales.

Estados Unidos, Inglaterra y Francia, los más interesados y comprometidos en la conspiración y posterior agresión militar contra el gobierno de Gadafi, no han podido ocultar que su interés no es la suerte del pueblo libio sino el derrocamiento de un gobernante que históricamente ha estorbado sus planes de recolonización. Contrario a lo que ocurre con regímenes proclives a estas potencias como el de Túnez, Egipto o Bahrein donde la miseria y la iniquidad son deprimentes, Libia tiene índices de ingreso per cápita, empleo, infraestructura y servicios públicos, salud y educación reconocidos internacionalmente. Libia viene en la dinámica de alcanzar un mayor control de su petróleo por medio de la Corporación Estatal Petrolera, lograr una mejor transferencia tecnológica y una mayor utilización de personal nacional en las operaciones de los campos y las refinerías. Medidas que son de mal recibo para las más de 50 multinacionales que operan en esa nación, de las cuales las más destacadas son Conoco Phillips y Occidental (E.U.), Amoco-BP (angloamericana), Total y GDF Suez (Francia), ENI (Italia), Repsol (España), Shell (anglo-holandesa), Statoil (Noruega) y Suncor (Canadá). Por su gran producción y calidad del crudo, Libia, como país miembro de la OPEP, incide notoriamente en las políticas de esa organización para mantener altos los precios del petróleo. Lo anterior explica el motivo de la conspiración y en cabeza de quien está la intervención contra Gadafi, quién además tiene el pecado de haber permanecido alineado con la Unión Soviética en el periodo conocido como de la Guerra Fría y ser posteriormente un gobernante difícil de adocenar por las potencias que hoy lo agreden. Le cobran además sus fluidas relaciones con gobiernos como los de Venezuela, Cuba, Rusia, Irán y China, entre otros.

Las verdaderas intenciones de Estados unidos con Libia se evidencian en la declaración de la Secretaria de Estado Hillary Clinton, el 27 de febrero pasado: “La administración Obama está preparada para ofrecer cualquier tipo de ayuda a los libios que tratan de derrocar a Muammar Gadafi. Estamos tendiendo la mano a muchos libios que están intentando organizarse en el este, y cuando la revolución se extienda hacia el oeste, también allí”. Esto ayuda a dilucidar que lo que ocurre en Libia es distinto de los demás levantamientos pacíficos y de masas que se dan en el Norte de África y el Medio Oriente. Es el debate que afronta Barak Obama por la autorización de operaciones a la CIA sin consultar al Congreso.

No son pocos los reportes de reconocidos medios de comunicación que patentizan la naturaleza del levantamiento de los opositores y la calculada intervención militar gringa en Libia, con la vergonzosa aprobación de la ONU. “Ocho comandos de las fuerzas especiales británicas, en misión secreta e intentando poner en contacto a diplomáticos británicos con los principales opositores al Coronel Gadafi en Libia, acabaron humillados tras ser detenidos por fuerzas rebeldes al este de Libia”, informaba el Sunday Times. “Los hombres, armados pero con ropas civiles, afirmaron que estaban allí para examinar las necesidades de la oposición y ofrecer ayuda” reportó el Indian Express, el 6 marzo 2011.

Las cosas no son del todo favorables para Estados Unidos y sus incondicionales Francia e Inglaterra: la OTAN no les aprobó el pedido de suministrar armas a los rebeldes ni de incursionar por tierra en esa nación; e importantes miembros de la OTAN y la Unión Europea, especialmente Alemania, se niegan a participar en las operaciones, y en Rusia hay cuestionamientos por la abstención en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el no uso del derecho al veto. La agencia alternativa de noticias Rebelión, cita a Asia Times online, para corroborar que solo 9 de los 22 países que integran la Liga Árabe votaron por la zona de exclusión aérea, encabezados por Arabia Saudita, país responsable de colaborar en la represión a las protestas de Barein, cuyo monarca representa a la minoría suní, la misma que gobierna Arabia y de marcada incondicionalidad con Estados Unidos.

La autodeterminación es un principio que debe regir la opción legítima de los pueblos de luchar para sacudirse de gobiernos autoritarios, de políticas antipopulares y del saqueo imperialista de sus riquezas y el trabajo de sus pobladores. Ningún pueblo puede confiar su redención en intervenciones foráneas, pues todo invasor sacará provecho de su agresión y traerá mayores desgracias a la nación invadida. El asunto de la permanencia o no del coronel Muammar Gadafi en el gobierno de Libia, solo le concierne al pueblo libio, así como la clase de gobierno y el modelo económico que resuelva adoptar.

 

Gustavo Triana, vicepresidente CUT, artículo para periódico de la Confederación Intersindical Gallega, Bogotá, abril 4 de 2011

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