NO OLVIDAMOS y recordamos los hechos ocurridos el pasado 26 de marzo en la vereda de Gargantillas del Resguardo de Tacueyó, Municipio de Toribio, donde la policía nacional, con apoyo aéreo del “Comando jungla antinarcóticos”, bombardeó un campamento del Sexto Frente de las FARC, “integrado por fuerzas especiales, (y) donde la fuerza pública abatió a quince terroristas” según los comentarios del presidente Juan Manuel Santos.

NO OLVIDAMOS que dichas “fuerzas especiales” eran, en su mayoría, niños y jóvenes recién involucrados, según los testimonios de la comunidad, en un campamento que llevaba alrededor de 20 días. 

NO OLVIDAMOS y seguimos denunciando que, como lo manifestó la comunidad, dos comuneros – Edgar Fabián Silva Ipia y Manuel Ipia de la vereda El Triunfo de Tacueyó – fueron desaparecidos durante la operación militar, cuando se iban a buscar un familiar herido, en un ejercicio humanitario. El día 29 de marzo en las instalaciones de medicina legal de la ciudad de Cali, los dos comuneros mencionados aparecieron muertos, contados entre los quince presuntos terroristas abatidos en la operación militar.

Este horror no es fatalidad. No es azar. Es el fruto venenoso de una situación estructural de años atrás. Es la guerra del Capital a los pueblos indígenas para el control de su territorio, para robarse los recursos naturales que rebosan en la Tierra pisada por los humildes. El agua, la tierra, las minas,  la vida misma es fuente de ganancias.  El Capital tiene armas cuando los pobres se exponen como carne de cañón, y en este negocio grande que es la guerra sólo ellos caen. En cifras eso se traduce en 12.213 millones de dólares.  El presupuesto de la guerra en Colombia. Cuando el presupuesto de la educación es de 11.663 millones de dólares. En el Reguardo de Tacueyó, los comuneros aguantaron siete hostigamientos entre los grupos armados desde el principio de 2011, es decir en sólo 3 meses.   

Pero la lluvia de bala no hace crecer los cultivos, y en esta zona, los comuneros viven en la pobreza. La educación, la salud, la ropa y la comida  no son regaladas. Económicamente, el precio es difícil de asumir por las familias. En la vereda del  Triunfo, la madre de Diego, un niño de 15 años asesinado en el bombardeo, tenía que ir a trabajar hasta El Naya para dar de comer a sus hijos y permitirles estudiar.  A veces, son los mismos niños los que tienen que trabajar para poder seguir estudiando.

Y el precio social es aun más grande. Mientras la mamá está sudando para criar a sus hijos, Diego y sus hermanitos están solos. En su escuela, el Colegio Quitin Lame, no se puede atender a los niños como se quisiera: falta de recursos, grupos de 30 a 40 alumnos, de los 45 profesores sólo 10 son de planta y los demás son contratados con meses de retraso. Estos niños son presas fáciles: la guerrilla les ofrece celulares, motos, o simplemente los invita a comer un sancocho y al día siguiente ya tienen un camuflado y una AK-47 en las manos, en lugar del bolígrafo.  El Viernes, Diego estaba en la escuela, el Domingo en la morgue. “A estos niños sin experiencia nos toca echar tierra encima”  dijo el presidente de la vereda del Triunfo.

El gobierno dice proteger a la gente de la guerrilla. Vino con sus aviones, bombardearon, mataron a ‘guerrilleros’, mataron a niños, a jóvenes. ¿Y AHORA QUÉ?

La comunidad queda con sus muertos. El gobierno no se hace responsable de las consecuencias que traen sus actos. ¿Cuántos padres deprimidos por haber perdido a sus hijos? Los hermanos y hermanas, los compañeros de clase, se quedan vacíos. El dolor y el temor tapan estas ausencias. De la misma forma acabaron con este padre que se suicidó cuando supo la muerte de su hijo. Son estos hostigamientos a repetición que llevaron a este civil, uno de los dos asesinados, a salir a buscar de su hermano en el campamento bombardeado. Porque ya tenía el dolor de la muerte de su hermana, quien fue víctima de combates entre grupos armados en Mayo 2010, y uno más era insoportable… 

A parte de la salud moral, los efectos de estas acciones de guerra son múltiples.  Los bombardeos y los disparos dejan peligrosos fragmentos activos en el suelo. También contaminan los subsuelos, las aguas y los cultivos de la comunidad. La sangre y los restos de carne humana, esparcidos por los perros, traen bacterias en los alrededores. La salud de la gente está en serio peligro en la zona.

En estos días las familias proceden a los entierros de sus familiares. Todavía no han recibido asistencia por parte del gobierno, aún no saben quién es responsable del asesinato de estos dos comuneros. Como pueblos indígenas, tenemos derecho a la Justicia, tenemos derecho a condiciones de vida dignas para poder dar a nuestros hijos la atención y el cariño necesarios  hacia su bienestar, y así protegerlos del reclutamiento, de la violencia, de la muerte.

Para no ser víctimas, sino actores de su vida y de su territorio, los pueblos indígenas, a través de sus autoridades empiezan a organizar la asistencia psicológica de la comunidad. Porque no queremos piedad sino respeto, llamamos a la solidaridad, unidad y defensa integral del Cxhab Wala Kiwe – Territorio del Gran Pueblo con asambleas de acompañamiento y defensa territorial que se realizarán los días 7 y 8 de abril en el resguardo indígena de Tacueyó.

NO MÁS reclutamiento, utilización e involucramiento de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado, infracción del derecho internacional humanitario, irrespeto a los territorios y estigmatización a las comunidades indígenas, utilización de armas no convencionales e implementación de políticas lesivas para los pueblos indígenas.

Tejido de Comunicación de la ACIN

Tacueyó : « Ce sont des enfants sans expérience, qu’aujourd’hui, on doit recouvrir de terre. » – Tacueyó : “A estos niños sin experiencia nos toca echar tierra encima”

Traducción al francés: Camille Apostolo 

NOUS N’OUBLIONS PAS et rappelons les faits survenus le 26 mars dernier, dans le secteur de Gargantillas du Resguardo de Tacueyó, Municipio de Toribio, où la police nationale, avec l’aide aérienne du “Commando jungle antinarcotiques”, a bombardé un campement du Sixième Front des FARC, « intégré par des forces spéciales, [et] où la force publique a abattu quinze terroristes » selon les commentaires du président Juan Manuel Santos.

 NOUS N’OUBLIONS PAS que ces dites « forces spéciales » étaient pour la majorité des enfants et des jeunes récemment engagés, selon les témoignages de la communauté, dans un campement qui existait depuis environ 20 jours.

 NOUS N’OUBLIONS PAS et nous continuons à dénoncer que, comme l’a manifesté la communauté, deux civils – Edgar Fabián Silva Ipia y Manuel Ipia de El Triunfo de Tacueyó – ont été portés disparus durant l’opération militaire, alors qu’ils allaient chercher un proche blessé, dans un exercice humanitaire. Le 29 mars, dans les installations de médecine légale de Cali, les deux communards mentionnés ont été retrouvés morts, comptés dans les quinze terroristes présumés abattus lors de l’opération militaire.

 Cette horreur n’est pas une fatalité. Ni un hasard. C’est le fruit vénéneux d’une situation structurelle qui dure depuis des années. C’est la guerre du Capital aux peuples indigènes pour le contrôle de son territoire, pour voler les ressources naturelles dont regorge la Terre foulée par les pauvres gens. L’Eau, la Terre, les mines, la Vie même est source de profits. Le Capital a des armes quand les pauvres disposent seulement de chair à canon, et dans ce grand commerce qu’est la guerre, eux seuls tombent. En chiffre cela se traduit par 12. 213 millions de dollars. Le budget de la guerre en Colombie. Quand le budget de l’éducation est seulement de 11.663 millions de dollars. 
Dans le Resguardo de Tacueyó, les villageois ont supporté sept combats entre les groupes armés depuis début 2011, c’est à dire en 3 mois.

 Mais la pluie de balles ne fait pas pousser les cultures, et dans cette zone, les communards vivent dans la pauvreté. L’éducation, la santé, les vêtements et la nourriture ne sont pas offerts. Économiquement, le prix est difficile à assumer par les familles. Dans le hameau du Triunfo, la mère de Diego, un enfant de 15 ans tué par le bombardement, doit aller travailler jusqu’à El Naya pour donner à manger à ses enfants et leur permettre d’aller à l’école. Des fois, les enfants eux-mêmes doivent travailler pour apprendre.

 Mais le prix social est encore plus grand. Pendant que la maman se tue à la tache pour élever ses enfants, Diego et ses frères et sœurs sont tous seuls chez eux. Dans son école, le Collège Quitin Lame, on ne peut pas s’occuper des enfants comme on le voudrait : manque de ressources, groupes de 30 à 40 élèves, des 45 professeurs il n’y a que 10 fonctionnaires et le reste sont des contractuels, recrutés avec des mois de retard. Ces enfants sont des proies faciles : la guérilla leur offre des portables, des motos, ou simplement les invite à manger un sancocho, et ils se retrouvent le jour suivant avec un camouflage et un  AK-47 dans les mains, à la place du stylo.
 Le vendredi Diego était à l’école, le dimanche à la morgue. « Ce sont des enfants sans expérience, qu’aujourd’hui, on doit recouvrir de terre. » a déploré le Président de El Triunfo.

 Le gouvernement prétend protéger la population de la guérilla. Il est venu avec ses avions, ils ont bombardé, ont tué des guérilleros, enfin, des enfants, des jeunes. ET MAINTENANT ?
La communauté est délaissée, avec ses morts. Le gouvernement ne se fait pas responsable des conséquences qu’impliquent ses actes. Combien de parents en dépression après avoir perdu leurs enfants ? Pour les frères, les sœurs, les camarades de classe, il ne reste qu’un grand vide. La douleur et la crainte remplissent ces absences. Comme elles ont eu raison de ce père qui s’est suicidé quand il a su la mort de son fils. Ce sont ces combats répétés qui ont amené ce civil, un des deux assassinés, à aller chercher son frère dans le campement bombardé. Parce que, déjà, il vivait  avec la douleur de la mort de sa sœur, qui fut victime de combats entre groupes armés en mai 2010, et un de plus n’était plus supportable…

 Mis à part la santé morale, les effets de ces actions de guerre sont multiples. Les bombardements et les tirs laissent de dangereux fragments actifs dans le sol. Ils contaminent aussi les sous-sols, les eaux et les cultures de la communauté. Le sang et les restes de chair humaine, éparpillés par les chiens, répandent des bactéries dans les alentours. La santé humaine et environnementale est sérieusement en danger dans la zone.

 Ces jours-ci les familles entèrent leurs proches. Ils n’ont toujours pas reçu d’assistance de la part du gouvernement, ils ne savent pas qui est responsable de l’assassinat de ces deux communards. En tant que peuples indigènes, nous avons droit à la Justice, nous avons droit à des conditions de vie dignes pour pouvoir donner à nos enfants l’attention et l’amour nécessaire au bien-être et ainsi les protéger du recrutement, de la violence, de la mort.

 Pour ne pas être victimes, mais auteurs de leur vie et de leur territoire, les communautés indigènes, à travers de leurs autorités commencent à organiser l’assistance psychologique de la communauté. Parce que nous ne voulons pas de pitié mais du respect, nous appelons à la solidarité, l’unité et la défense intégrale du  Cxhab Wala Kiwe – Territoire du Grand Peuple avec des assemblées d’accompagnement et de défense territorial qui se réaliseront les 7 et 8 d’avril à  Tacueyó.

 STOP au recrutement, à l’utilisation et l’enrôlement d’enfants et de jeunes par le conflit armé, aux violations du droit international humanitaire, à l’irrespect des territoires et la stigmatisation des communautés indigènes, l’utilisation d’armes non conventionnelles et l’application de politiques nuisibles aux peuples indigènes.

Tejido de comunicación – Association de Cabildos Indigènes du Nord du Cauca (ACIN)