Con rabia, dolor e indignación registramos los atropellos que se cometen contra ustedes, mujeres y hombres de pueblos vivos y en resistencia, que son modelo de organización, de honestidad, de lucha y tesón en defensa de la vida.

 

 

Compañeros, Comunidades, Autoridades Indígenas, ACIN, CRIC, Cabildos, Gobernadores, Administraciones Municipales, Proyectos Comunitarios, Programas, Guardia Indígena…

Con rabia, dolor e indignación registramos los atropellos que se cometen contra ustedes, mujeres y hombres de pueblos vivos y en resistencia, que son modelo de organización, de honestidad, de lucha y tesón en defensa de la vida, que se integran con amor al gran espíritu de la madre tierra y la defienden y preservan para todos, para que la vida pueda seguir existiendo. Gracias por su generosidad, por su entrega y por su ejemplo.

Esta guerra inútil que se ensaña contra ustedes, no sólo agrede a sus pueblos, hiere también en lo más profundo de la conciencia los más altos valores éticos de la humanidad, pues allí donde se cause la muerte a un indígena, a un miembro de estas comunidades, se reeditan los siglos de barbarie que estos pueblos han tenido que soportar.

Sentimos como ustedes la indignación a flor de piel y nos preguntamos a quien sirven finalmente acciones como estas. ¿Acaso victimizar a comunidades indígenas y a pueblos inermes contribuye en algo a trasformar las causas estructurales que pudieran justificar el recurso a la lucha armada? ¿Las grandes corporaciones que se vienen apropiando de la riqueza de los pueblos vieron en algo afectados sus intereses y privilegios? ¿La galopante corrupción que consume los presupuestos públicos se vio cuestionada? ¿Las bandas de asesinos organizadas por los poderosos para defender sus privilegios fueron combatidas? ¿Los millones de pobres, excluidos y sometidos por el hambre y la penuria fueron socorridos? ¿Los campesinos y comunidades desplazadas y despojadas fueron reparados y restituidos? En fin, ¿avanzó en algo la lucha por la transformación de las estructuras injustas que por tanto tiempo han sometido al pueblo colombiano y lo han condenado a la ignorancia, a la muerte, a la exclusión y la pobreza?

Sabemos que no. Por el contrario, estos actos sirven para imponer sobre los más pobres los rigores de la violencia y ofrecen la excusa perfecta para que los territorios sean totalmente militarizados, las comunidades sojuzgadas y el proceso organizativo diezmado. Cada vez que los pueblos son victimizados, celebran quienes no soportan que la palabra camine, que la liberación de la madre tierra y de las conciencias alborote los gallineros, que la autonomía se ejerza y que el autogobierno comunitario se viva.

Es lamentable que la guerra y la violencia bañe de sangre sus territorios, pero también desconcierta que las autoridades encargadas de defender la vida y los derechos, anuncien sin sonrojarse que destruirán bienes civiles desde los cuales se dispare a la tropa. ¿Acaso los actores armados alguna vez han pedido permiso a la población civil para ejecutar sus acciones? Esto no es otra cosa que la doble victimización de las víctimas. En vez de pagar la deuda social, económica, política y cultural que tiene la sociedad colombiana con estas comunidades, su Jefe de Estado anuncia la revictimización de los inocentes. Es el  mundo al revés.

Con todo, nos alienta su terquedad por la vida, su obstinación por la justicia, su insistencia en la resistencia. Sabemos que su dignidad tiene la estatura del tiempo y por lo mismo, aunque hoy  la sin razón, la muerte y la violencia surquen la piel, constriñan el alma y entristezcan la mirada de las comunidades del Cauca ante otra brutal expresión de un conflicto que entre más se extiende y profundiza, más se deslegitima y degrada, la renuncia o la capitulación no están en la agenda de los pueblos.

Así, compañeros, hermanas y hermanos, con la mirada al frente y de cara al sol, constituyen ustedes la avanzada por la vida y la dignidad de los pueblos y señalan el camino de esa otra Colombia posible, en donde se celebre la vida y la lucha por los derechos sea un anacronismo, porque estarán garantizados por igual para todas las personas.

Su indignación, pena y dolor también son los nuestros, pero también compartimos con ustedes el sueño y la esperanza por un futuro mejor, en donde los derechos, la justicia y la vida derroten definitivamente la lógica de la muerte y la voracidad de la acumulación.

Reciban nuestro abrazo comprometido y solidario, siempre.

Corporación de Apoyo a Comunidades Populares, CODACOP

Bogotá, Julio 12 de 2011