El caso de la manipulación mediática  del fallo que obliga a militares a pedir perdón por las desapariciones del Palacio de Justicia

Mg Edgar Barrero Cuellar
Director catedralibremartinbaro.org
Consejero por Colombia ante la Unión Latinoamericana de Entidades de Psicología –ULAPSI-

Esta semana se produjo un fallo histórico sin precedentes en la Justicia colombiana. El Tribunal Superior de Bogotá dio a conocer una sentencia en torno al caso de las desapariciones de once personas en la retoma del Palacio de Justicia por parte del Ejercito Nacional en 1985. De ese fallo se destacan tres elementos fundamentales que han desatado una verdadera ola de rabia y terror mediático por parte de las élites políticas, económicas y militares de nuestro país.

En primer lugar ratifica la condena de 30 años de cárcel al coronel Plazas Vega por su responsabilidad en la desaparición de Irma Franco y Carlos Rodríguez, la primera guerrillera del M-19 y el segundo trabajador de la cafetería del Palacio de Justicia. Según el mismo fallo, al coronel Plazas Vega se le condena porque “hizo parte de una estructura de poder organizada ilegal” que diseñó y ejecutó un plan que consistía en aniquilar al M-19 a como diera lugar” (Revista Semana, 5 de febrero de 2012). En ese delirio de matar guerrilleros a cualquier costo terminaron siendo torturadas y desaparecidas  personas que no tenían nada que ver con el comando del M-19; aunque no sobra insistir en que aún siendo guerrillera una persona y sí es sometida por la fuerza pública, esta tiene el deber de respetarle la vida. Este aspecto es muy importante dentro del fallo, pues en Colombia hizo carrera la tesis de que al enemigo hay que destruirlo, desfigurarlo y desaparecerlo a como dé lugar, antes que reducirlo y someterlo a un proceso jurídico legal.

En segundo lugar, el fallo “Le solicita a la Corte Penal Internacional (CPI) que investigue la posible responsabilidad del ex presidente Belisario Betancur en un eventual abuso en el uso de la fuerza y en las posteriores desapariciones de 11 personas que salieron con vida del Palacio “y en tercer lugar, “le ordena a las Fuerzas Armadas hacer un reconocimiento de su delito y pedirles perdón público a las víctimas y a la sociedad. Ninguna de las dos decisiones tiene antecedentes en la historia de Colombia. Por eso, tanto por su significado como por el peso político e institucional de los afectados, el fallo sacudió los cimientos del poder, la Justicia y la opinión pública”. (Revista Semana, febrero 5 de 2012)

La reacción de las élites no se hizo esperar. Y como siempre sucede en estos tiempos de virtualidad altamente ideologizada, se puso en marcha un cuidadoso plan para desvirtuar el fallo e incluso para movilizar a la opinión pública en favor de los victimarios.

La manipulación emocional empezó con la entrevista a la esposa del Coronel Plazas Vega. Allí aparece con un rostro demacrado y una voz quebrantada ante semejante suceso. No olvidemos que la guerra psicológica busca ganar la mente y los corazones de las personas y para ello se vale de imágenes y sonidos que logren afectar los juicios racionales al punto de aceptar lo inaceptable. Y lo inaceptable en este caso es la desaparición de seres humanos bajo ningún pretexto; y menos aún, utilizando  el poder y las armas de las Fuerzas Militares legalmente constituidas.

Rostro demacrado (imagen) y voz quebrantada (sonido) de una víctima del sistema judicial. Se repite la formula: convertir al victimario en víctima. Pero esto lo afirmo con absoluto respeto con la esposa del Coronel, de quien no se podría afirmar que tuviera conocimiento de las actuaciones de su esposo. Y menos aún, de quien no se podría negar que sufre por el hecho de ver a su conyugue detenido y condenado a 30 años.  En este caso, se tendría que hablar de ella como víctima de su esposo, quien se desvió de sus funciones como servidor público y cometió graves delitos que implicaron la vida de otros seres humanos. Pero creo que de esto no se mencionará ni una palabra en los grandes medios de la información que la élite posee.

Otro de las estrategias de la guerra psicológica que las élites implementan en estos casos, es la deformación de la realidad que se muestra contraria a sus intereses de clase. Por sólo mencionar un ejemplo, el sábado 4 de febrero, el canal caracol lanzo una encuesta nacional a través de la estrategia denominada “urna virtual” con la siguiente pregunta: ¿Cree que los militares deben pedir perdón público por los hechos del Palacio de Justicia? Aquí se observa en toda su magnitud el cinismo como las élites intentan deformar el hecho del fallo que obliga a los militares a pedir perdón, no por los hechos del Palacio de Justicia, sino fundamentalmente por su responsabilidad en la desaparición de varios seres humanos que salieron vivos del Palacio de Justicia.

La manipulación es sutil. Pero no por ello deja de ser tan efectiva. Al contrario, es justamente este tipo de manipulaciones sutiles las que llevan a naturalizar  aberraciones como la desaparición de personas por miembros de las fuerzas armadas de un país. Nótese como en esta pregunta se encuentra una trampa semántica que busca colocar a los héroes de la patria como víctimas, pues como lo ha repetido la cúpula militar a través del general Valencia: “No pedimos ninguna ley de punto final, porque el Ejército no cometió ninguna falta, solo cumplió con su deber de restablecer el orden y la ley” (El tiempo.com, febrero 5 de 2012)

Quizás valdría la pena recordar a quienes sostienen semejante postura, que la decisión que se está discutiendo es la participación de miembros del Ejército Nacional de Colombia en el crimen de lesa humanidad tipificado como desaparición forzada, y ese no es deber de la fuerza pública para restablecer el “orden y la ley”.  Lo mismo sucede con las declaraciones del ex ministro de gobierno Jaime Castro a la emisora W: “Quienes rescatan al Palacio están en la cárcel y quienes se lo toman están en la calle”. Desviar la atención por todos los medios es la estrategia. Confundir a la opinión pública hasta lograr sincronizarla para la impunidad e inclusive prepararla ideoafectivamente para la aceptación de este tipo de atrocidades.

Otro ejemplo lo tenemos en la Revista Semana, en su edición del 4 de febrero de 2012. El titular aparece de la siguiente forma: “La sal en la herida” con el siguiente comentario: “Mas que la culpabilidad de Plazas Vega o la responsabilidad de Belisario, lo que está en juego es si el país puede o no cicatrizar las heridas del pasado”. Otra trampa semántica que busca distraer o desviar la atención del lector desprevenido, pues esta afirmación cargada de cierta psicología barata busca banalizar la culpa y la responsabilidad del Coronel Plazas Vega y del ex presidente Belisario Betancur, para llamar la atención sobre la necesidad de que el país se concentre más bien en la capacidad de sanación de las heridas del pasado.

La manipulación se dirige ahora a poner la responsabilidad en el lector y en la sociedad en general por no ser capaces de encontrar formas de cicatrizar  las heridas del pasado, para lo cual se requeriría de un altísimo compromiso de olvido y perdón para los asesinos. No olvidemos que esta ha sido una vieja estrategia de la guerra psicológica para que crímenes de lesa humanidad queden en total impunidad. Sandrine Lefranc así lo demuestra en su bello libro “las políticas del perdón” al referirse a las múltiples violaciones de los derechos humanos por parte de estados autoritarios  y la forma como tramitaron sus políticas de perdón: “la retórica del perdón que utilizaron se puede interpretar como la búsqueda de un principio de responsabilidad que le permita al Estado recobrar una posición de tercero imparcial sin pasar por la modalidad judicial”

En Colombia la situación se presenta mucho más compleja. Aunque evidentemente el Estado siempre busca presentarse como ese tercero imparcial, en la práctica toma partido por los responsables directos o indirectos de crímenes de lesa humanidad que han sido vinculados a procesos judiciales. Así lo hizo esta semana el propio presidente Juan Manuel Santos  al pedir perdón públicamente al ex presidente Belisario Betancur y al Ejército nacional, por el fallo del Tribunal Superior de Bogotá. El mensaje es contundente: nuestra clase política desprecia y desconoce este tipo de fallos que lesionan nuestros intereses. La élite política, económica y militar inmediatamente se alinea tras esta postura. Congresistas, ministros, generales, empresarios y un mundo de periodistas salen a defender a los dos implicados y a condenar a los representantes judiciales que cometieron semejante atropello a la clase en el poder.

Estos dispositivos de guerra psicológica se incorporan en nuestra complaciente sociedad de forma tan delicada que en poco tiempo se genera una complicidad aterradora con los perpetradores y sus sofisticados equipos de financiación, encubrimiento y distracción, pues tal como lo mostró Jean Baudrillard, la guerra mediática actúa como un misil que una vez lanzado con su terrible cargada mortal, ya no se puede detener. Por ello, de  61.707 personas que respondieron la encuesta de caracol, el 81.58% respondió negativamente frente a la pregunta de si estarían de acuerdo con que los militares pidieran perdón, mientras que tan sólo un 18.42% respondió afirmativamente.

Igual que sucede con el título del libro Baudrillard , “la guerra del golfo no ha tenido lugar”, aquí, en la Colombia del siglo XXI pareciera que estas cosas no están sucediendo: PEDIR PERDON A LOS RESPONSABLES DE CRIMENES DE LESA HUMANIDAD Y CONDENAR PUBLICAMENTE A SUS VICTIMAS Y A TODOS AQUELLOS Y AQUELLAS QUE SE SOLIDARICEN CON ELLAS.

Que horror. Ante una realidad como esta, nuestra psicología no puede permanecer en silencio. Nos corresponde una tarea histórica ineludible: colocar nuestros saberes, nuestras metodologías y nuestras apuestas éticas  en favor de la verdad, la justicia y la reparación. Sabemos que en estas campañas se utiliza el conocimiento producido por la psicología para generar estados masivos de encantamiento social altamente ideologizados. Ahora tendremos que salir de esa burbuja en la que nos metieron en estos procesos de formación. La objetividad científica y profesional no implica tomar distancia acrítica de realidades como estás. Una forma concreta es desde nuestra propia cotidianidad, ayudando a develar ese altísimo contenido ideológico que se transmite diariamente y que busca naturalizar la impunidad, el cinismo y la barbarie. Y eso lo podemos hacer como mínimo en cada conversación.

 

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