Sectores de izquierda y derecha, armados y no armados, civilistas y guerreristas, se benefician con la confrontación armada, lo que perpetúa la guerra e imposibilita cualquier búsqueda de paz.

El estruendo de un carrobomba a medio día en una populosa calle de la capital de la República es la cruel expresión de aquellos sectores armados, que bien podrían ser ilegales, pero que no es descartable que sean también legales, que quieren perpetuar la guerra en este país. La pregunta es ¿hasta cuándo?
 
Alguno, sea nacional o extranjero, legal e ilegal, se beneficia con la confrontación bélica que vive este país. Son exhaustivos los análisis que indican que la guerra es un negocio, más allá de las ideologías afines o contrarias, y la colombiana no es la excepción. El asunto es saber a quién beneficia, pues de ello dependería su finalización. 
 
¿A las Farc le interesa mantener un estado de zozobra con el fin de mostrarse fortalecidas e intentar por esa vía sacar provecho de una eventual negociación, que en las actuales circunstancias es bastante remota? Claro que les interesa. Por eso no cesan sus ataques en el sur del país y sus intentos de regresar a zonas donde perdieron territorio con los paramilitares desde mediados de la década del noventa. Casi cincuenta años de lucha, dicen ellos, no se pueden negociar por nimiedades. Por eso es necesario atacar siempre. 
 
¿Hay sectores de la izquierda no armada que se benefician de manera directa e indirecta con las acciones bélicas que se suceden a diario en este país? Hay quienes dicen que sí. Y sustentan esa afirmación en las cantidades de dinero, eso sí cada vez menos, que consiguen en el extranjero con agencias de financiación para financiar programas y proyectos surgidos de los escombros de la guerra. El tema es complejo y plantearlo hiere muchas susceptibilidades, pero descartarlo sería sesgar el análisis. 
 
¿Se benefician sectores legales armados que, apelando al argumento de la legítima defensa, atacan a todos aquellos a quienes consideran sus enemigos, incluyendo entre ellos a sectores que más allá de las armas y las inclinaciones ideológicas reclaman derechos fundamentales como salud, educación, vivienda, seguridad y empleo? Sí, claro que se benefician. Siempre encontrarán una excusa para exigir más laxitud en las leyes y generosidad en el presupuesto con el fin, según ellos, de ser más eficientes en la lucha contra “el enemigo”. Pero detrás de todo ello siempre habrá un mercado de armas, uniformes y logística que ofrecen oportunidades económicas para ganarse unos pesos de más. El interés privado superpuesto al interés colectivo. 
 
¿Y qué decir de los beneficios que logra la derecha, que, en concordancia con sus pares en la legalidad, supuestamente tiene los mismos “enemigos”? Este sector aglutina representantes de los capitales privados nacionales e internacionales, que saben desde hace mucho tiempo que un país en guerra es una oportunidad de negocios. Para ello no sólo requieren de estrategias de mercado y muy buenos vendedores; también requieren de soporte ideológico y así es como aparecen, desde campos aparentemente civilistas y desarmados, sus voceros, aquellos que atizan los odios contra todo lo que sea diferente y reivindicativo. Y si bien no empuñan fusiles ni se arriesgan a poner una bomba, influyen para que la confrontación se perpetúe. Y más aún, también constituyen organizaciones no gubernamentales, que viven, como las de izquierda, de fondos externos. 
 
¿Y la ilegalidad económica saca provecho de todo ese estado de guerra? Claro que sí. Así como para el empresario de armas, uniformes y vehículos, la confrontación bélica es un negocio, para aquellos que se mueven en la ilegalidad económica también hay oportunidades. La guerra tiene un gran componente de corrupción, de debilidad del Estado, de flexibilidad normativa, que es aprovechada por esos capitales “oscuros” para circular sin control y reproducirse sin medida. Tráfico de drogas y armas, contrabando de bienes, florecimiento de empresas de papel surgen de esas alteraciones que produce una confrontación como la colombiana. 
 
Por ello, mientras la guerra beneficie a tantos, no habrá terminación posible de la confrontación. Así se legisle con los conceptos más avanzados en temas de conflicto. El día que todos ellos decidan sacrificar sus beneficios individuales, podría haber un atisbo de paz. De lo contrario, es muy probable que volvamos a escuchar en la calma de una mañana otra explosión estremecedora que nos recordará que alguien, muy cerca o muy lejos del lugar, estará satisfecho por el éxito de la detonación.