El 17 de Mayo de 2013, se desarrolló una Asamblea de Mujer y Familia en el Resguardo de Las Delicias del municipio de Buenos Aires – Cauca, con el propósito de hacer un recuento histórico del programa mujer local y de la participación de las mayoras del Resguardo en las recuperaciones de tierras.  

 
En el Cabildo de Las Delicias, la neblina recubría todavía las montañas cuando las mujeres empezaron a alistar las ollas y el desayuno para comenzar el día con el estómago lleno y la mente tranquila. La música empezó a sonar en la cancha y poco a poco llegaron los comuneros, bajando de sus casas o de los cafetales donde muchos se quedaron a coger el café, ya que estamos en temporada de cosecha.
 
Las mayoras, con sus faldas de colores, sus sombreros y aretes brillantes, arregladitas para ese día especial, se acomodaron tímidamente en las sillas. También les acompañaban algunos esposos, mayores de la comunidad. Mientras cuchicheaban y se reían a escondidas entre ellas, se instalaban las madres y los padres con los niños, los estudiantes, hasta que les rodeó toda la comunidad, esperando el inicio del evento.
 
Había poca gente, por el clima y la cosecha, pero también por el carácter íntimo del evento: ahí se juntó la familia nasa, con todos sus componentes, sin olvidar las gallinas picando en el pasto, y las ovejas balando entre dos canciones. Para la ocasión llegaron también la coordinadora del Programa Mujer del CRIC y miembros del Programa Mujer ACIN, a acompañar la comunidad en la jornada.
 
La coordinadora del Programa Mujer local y las autoridades abrieron el evento saludando a los participantes, invitando a las visitantes a saludar y luego a las mayoras y los mayores a contar su historia. Porque las mujeres también estuvieron en las recuperaciones de tierras, no solo estuvieron en las cocinas, arriesgándose de vez en cuando para llevar el almuerzo a los hombres. No “hicieron nada” como a veces ellas mismas lo dejan entender, sino que fueron protagonistas históricas en el proceso de lucha y de organización del Pueblo Nasa, y demás pueblos que resistieron. Muchas veces se quedaron en el olvido, escondidas en la sombra de sus compañeros, que en mayoría tenían los cargos políticos.
 
Por eso en Las Delicias, y siguiendo el camino de lo que se hizo en el Primer encuentro de mujeres indígenas en resistencia por la pervivencia y autonomía de los pueblos en junio de 2011, se quiso dar la palabra y un reconocimiento a las mujeres y en particular a estas mayoras que lucharon tan duro para recuperar las tierras en las cuales trabajan y viven sus hijos y sus nietos.
 
La primera en pararse a hablar es Doña Lucia Peña, primera coordinadora del Programa Mujer de Las Delicias en 1980, que trabajó como cabildante durante el periodo del Gobernador Don Juan, y en  los tiempos de las recuperaciones de tierras. “Yo caminé mucho en las recuperaciones de tierras, incluso yo fui hasta Buenos Aires – Cauca a pie, nos tocaba, en esta época no había recursos, nos tocaba todo con el bolsillo de uno, a veces aguantábamos hambre, a veces aguantábamos sed, nos tocaba salir a todas partes con la comisión del cabildo” cuenta ella. “Casi nos agarran los soldados, porque estábamos trabajando ahí, porque en este tiempo no querían ni vernos ahí, nos decían a los indígenas: robatierras”.
 
Ese tiempo fue una verdadera batalla que se dio entre los terratenientes y los indígenas para recuperar sus tierras ancestrales y poner fin a la explotación esclavista por parte de los que se habían apoderado de las tierras. Muchos fueron encarcelados, amenazados o asesinados. Cuentan las mayoras y los mayores, la memoria de todo un pueblo. “Los ricos nos tenían arrinconados, de pronto algunos compañeros conocen la parte de la recuperación del Mandarino, la historia de nosotros es muy larga y la historia de nosotros fue muchos días” recuerda Doña Ana Julia Ulcué.
 
“En la recuperación de tierra, la parte baja del Mandarino, para nosotros fue muy tenaz, tuvimos muchos problemas con los ricos, con el ejército, nuestras familias fueron… prácticamente de las casas no podíamos amanecer, nos tocó remontar como los animales al monte con los niños. Sin embargo a los niños, que fueran hombres o jóvenes, nos tocaba ir a escondernos con ellos, porque si nosotros nos dormíamos, el enemigo no dormía”  sigue y añade: “la recuperación de nosotros, igual estuvimos poquitos, pero la comunidad que nos acompañó fue muy grande”. Esa lucha también se dio gracias a la existencia de las organizaciones indígenas, de los cabildos fortalecidos por estos mismos mayores que organizaron a sus comunidades para poder ejercer su autonomía.
 
El esposo de Doña Lucia, en ese tiempo presidente de junta, también echa su cuento, y destaca en particular la participación de las mujeres en la resistencia. “De los primeros que hicieron las recuperaciones ya no viven, el único que vive es el compa Juan”, continúa. “A nosotros nos dolía en el corazón porque en este tiempo mucha gente no tenía donde trabajar y los ricos iban aprisionando, iban sacando más. Inclusive la familia de Juan fueron echados a medianoche, sacados de las casitas y de eso sabíamos que los ricos eran así. Ellos no querían ver un pobre trabajando en la tierra de ellos, querían que trabajara para ellos (terratenientes) pero no querían que trabajara para estar dueño del trabajo, querían que trabajaba para ellos (terratenientes)”.
 
“Se empezó a crecer más las recuperaciones, a mí me tocó participar en las recuperaciones del Peñón, ya entré al cabildo me tocó participar en la recuperación de esos momentos, empecé en Culebra, en Jazmín, ahora es Jazmín antes era Santa Ana, ya después fuimos recuperando para Rosal, que ya pertenece a otras comunidades ahora, nos pasamos a Río Cauca. En ese tiempo siempre íbamos con un compañero que nunca colocaba zapatos, andaba a pies limpios, nos tocaba ir hasta arriba, y camine y camine de Río Cauca hasta aquí, salíamos a la una y llegábamos a las 7 de la noche”, contó el esposo de doña Lucía.  
 
Y bajo las miradas atentas de la comunidad, continúa relatando el esposo de doña Lucía sobre las mujeres que se enfrentaron al ejército y lograron soltar a sus compañeros detenidos por los soldados. “Y en las recuperaciones, fue más duro, estuve aquí, de ahí nos agarraron a nosotros, ya nos amarraron y nos llevaron pa´ allá, nos subieron a los carros, nos llevaron, yo decía “hasta aquí llegó”, nos tocó irnos allá con ellos y los compañeros. La compañera Carmelina mascaba coca, con esa boca así como un balón, llegaba a pelear con el ejército. Estaba la esposa mía y ella decía: “vea yo voy a hacer una verraquillo (palo) bien grande para el día que nos toque pelear con estos, y le da duro”, y el momento cuando nos aprisionaron, nos cogieron, nos llevaron amarrados, ella se acordó del verraquillo (palo), lo sacó y salió a pelear por allá, en Mandarino por Río Cauca, y agarraron a pelear entre quince mujeres, pelearon con el ejército. El ejército había poquito, había por allí unos 60 o 80 con carros grandes, hasta más yo creo, y como quince compañeras todas con garrotes pelearon y derrotaron al ejército. Y la compañera Carmelina, el comandante que era más violento, solamente ella lo cogía con la mascada de coca, como tenia harta coca, cuando iba arrimando ella misma le soplaba coca en la cara, y a él le daba asco, y se iba corriendo. ¡Y era re-grande!”.
 
Con esas historias no solo nos quieren contar hechos de valentía, sino que también los mayores y mayoras quieren hacer memoria, para que los jóvenes sepan de donde vienen, puedan actuar con este legado, y valorar las tierras donde nacieron, duramente recuperadas por sus antepasados. “Hay un caso que en realidad, los jóvenes de ahora, como dijo una compañera, que decíamos que eran recuperadores de tierras y era gente que ha luchado, pero mucha gente de este sufrimiento no lo saben, lo creyeron fácil, o no aprovechamos las oportunidades que dimos los que hemos luchado. Porque las organizaciones de nosotros nos tocó la cárcel, vivir desmontados, nuestros hijos desmontados donde los vecinos. Y eso no era fácil de pensar, en este tiempo no había plata, no había recursos para nosotros, de pronto como decía antes nos tocaba comer la comida azulita, azulita con revuelto, ahora que hay plata es que no se acuerdan de nosotros, eso no habíamos de ser, dejemos ejemplo, y denle ejemplo a los jóvenes, a los niños, la juventud.” dice Doña Ana Julia. Y doña Lucia comenta: “todo eso ha servido mucho, porque ahora los compañeros han trabajado mucho, también luchamos por la salud, porque antes en el hospital a los indios ni querían vernos”. Luego, con una sonrisa con malicia, añadió: “dejamos el camino abierto porque no terminamos”.  
 
Los niños y los jóvenes escucharon las recomendaciones, pues como dice Ana Deiba, ex-coordinadora del Programa Mujer y cabildante de Las Delicias, “queremos escuchar sus orientaciones mayoras y mayores” para poder seguir en el buen camino. Mientras viajábamos en el tiempo y la historia, se nos ofreció tomar una deliciosa y tradicional agua aromática de hoja de coca y de maracuyá, con unos pedazos de torta, hecha en la panadería comunitaria de la comunidad. Delicias de Las Delicias, que pronto todos podrán disfrutar a diario ya que se aprobó un taller de capacitación en panadería y manejo de los alimentos, con el SENA,  para unas 35 personas de la comunidad con el fin de ser autosuficiente en la producción de pan y productos transformados, en lugar de depender del abastecimiento desde Santander de Quilichao.
 
La mayoría de estas señoras también fueron coordinadoras del Programa Mujer de Las Delicias, como lo mostró el Programa Mujer a la asamblea, en un recuento histórico desde los años 80 hasta ahora. Recordamos como “por la Madre tierra, a través de la lucha por la tierra, las mujeres acompañaron sus esposos con sus hijos cargados en la espalda”, y como “la mujer ocupó un espacio de resistencia por la Madre Tierra”, sin embargo, “algunas mujeres fallecieron jóvenes a causa del maltrato y atropello de los actores armados”, por ejemplo las que estuvieron en la cárcel, vivieron los hostigamientos de los grupos armados o tuvieron que tener a sus hijos en el monte cuando les tocaba esconderse.
 
Para cerrar el evento, se hizo la entrega de unos regalos – rosas, camisetas y cobijas – a las ancianas presentes, así como unos detalles a las demás mujeres participantes. Un gesto de atención para estas abuelas tan valientes, pilares en la fundación de la organización indígena. Nos fuimos con la idea de reproducir este tipo de evento en otros Resguardos, para recordar, escuchar y compartir con los mayores. Para no olvidar las que también recuperaron las tierras.
 
Tejido de Comunicación – ACIN