No es extraño escucharlo ―mejor no hubiera hecho caso a esos expertos universitarios―, o incluso más contundente ―los veterinarios y agrónomos, todos al paredón.
 

 
Sí, son comentarios de gentes del campo. De aquellos que siguiendo los consejos de los técnicos han acabado siendo parte de un sistema agroalimentario –global e industrial- que les priva de su libertad y capacidad de decisión. O de aquellos que defendiendo un modelo de producción a pequeña escala, en cooperación con la naturaleza y comercializando a nivel local, se cansan de inspecciones especializadas en ponerles palos en la rueda y hacerles la vida, literalmente, imposible.
 
Y esto ocurre en países de todo el Planeta, porque en asuntos agroalimentarios no hay ni sures ni nortes, y millones de personas campesinas han visto como sus agriculturas y medios de vida han quedado sepultadas por un monstruo corporativo que deforesta las selvas y acapara tierras para agrandar sus dominios; que maltrata, envenena y agota la tierra para agrandar sus almacenes; y que controla desde las semillas hasta la distribución de los alimentos para agrandar sus beneficios.
 
Muchos son los factores que han facilitado este escenario, principalmente el avance de las políticas neoliberales que han dejado crecer sin control esa fiera que se lucra empobreciendo campesinos y engordando consumidores, pero también hemos de señalar, en una crítica constructiva, el papel que al respecto viene jugando la Universidad.
 
El pensamiento que las aulas han venido construyendo en los últimos años es una réplica de nuestra sociedad y de nuestros campos: un monocultivo de un pensamiento dedicado a consolidar el sistema capitalista y mercantilista en la agricultura y en la alimentación, y en todo. La sabiduría tradicional e indígena, sus formas de relacionarse con la naturaleza, de entender la función de ser proveedores y proveedoras de alimentos se tachó de ‘atrasada’ y quedó apartada de cualquier institución formal educativa.
 
Pero está claro, el camino trazado por las ansias de lucro, en la agricultura y en cualquier otra realidad, solo conduce a un abismo que ya percibimos cercano.Y ahí surge la Soberanía Alimentaria, que nos interpela, y dice: ¿necesitamos pluriversidades? ¿Necesitamos la sabiduría rural? ¿Necesitamos volver a la tierra?
 
Gustavo Duch
http://www.soberaniaalimentaria.info/